¿Te vienes?

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Kai fue el que abrió la puerta segundos más tarde de nuestra llegada. Ambos ante aquella aparición nos recompusimos y sonreímos como dos idiotas mientras nos cruzábamos de brazos.

Se me debía caer la cara de vergüenza al verle por todo lo que yo había hecho, me debería sentir culpable y sucia por dentro, sin embargo no fue nada así y me sentí mal por no estar mal por eso. Y si no estaba mostrando esas emociones por fuera, era solamente porque no quería que Kai preguntara al respecto.

 Este tenía legañas en los ojos y al vernos estuvo un rato mirándonos uno a uno como si no nos pudiera reconocer — ni que hubiera pasado tanto tiempo hombre —, hasta que por fin volvió en sí y se nos tiró en un abrazó grupal que duró apenas unos pocos segundos.

— ¿Se puede saber dónde os habíais metido? Os he llamado quinientas veces a cada uno y me saltaba el contestador, ¿sabes lo preocupado que estaba? — eso último me lo dijo a mí.

No tenía una respuesta coherente para él, pero sí que le di un beso en la mejilla y le enseñé nuestra pequeña recolección de comida.

— Hemos traído el desayuno — le demostré con la bolsa — ¿Leo está despierta? — entré sin esperar otra respuesta o otro quejido por su parte y me dirigí a la cocina, donde empecé a prepararme mi plato estrella, lista para engullirlo por completo.

— ¿Y ya está? — dijo Kai apoyado en la encimera no muy lejos de donde yo estaba. — ¿No hay nada más que decir?

— La verdad es que no — negué con la cabeza mientras hablaba — el ascensor se rompió y María nos sacó esta mañana, no tiene más misterios, ¿tienes alguna otra pregunta?

Él me miró serio y no le aparté la mirada de la suya, como si estuviera retándole a que siguiera hablando, solo que ambos sabíamos que la conversación era mejor que terminara ahí.

Kai se acercó y me dio un beso en los labios y me robó parte de la comida que supuestamente había traído para todos.

— Buenos días — saludó este como era debido y repitió ese gesto de cariño — ¿Estás bien? — pasó su mano por mi nuca e hizo suaves masajes con la yema de sus dedos sobre mi pelo.

— Estoy bien — afirmé. Este sonrió y por tercera vez depositó un beso sobre mí.

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— Salimos en veinte minutos — dijo alguien entrando al piso mientras todos estábamos tirados en el sofá viendo una película al azar. Miramos a la vez en su dirección y le echamos un gesto de duda. — el capitán dice que podemos salir ya, así que iros preparando chavales.

Este que había anunciado las que se suponían que eran grandes noticias, empezó a sonreír de oreja a oreja como si estuviera drogado, que también era posible, pero nadie dijo nada al respecto.

Nos pusimos los bañadores en el menor tiempo posible y al salir de aquel hotel, tres coches nos estaban esperando en la puerta y una vez que firmamos todo lo que había que hacer para esa escapada que nos ocupaba el día entero, subimos sin dudarlo.

El coche tenía seis sitios libres sin contar con el del conductor, lo que conllevaba hacer que el espacio en el que teníamos que estar, sería insoportable y asfixiante al mismo tiempo. Solo conocía a Kai y a Leo, a los otros dos que nos acompañaban no recordaba siquiera haberlos visto esos días, pero pasaba igual con el resto de personas con las que convivía.

Bajé la ventanilla para ventilar un poco el coche — aunque con esta panda de chimpancés no se podía hacer mucho — y saqué un poco la cabeza por ella.

Todo lo que puede respirar es el olor a mar, casi todo lo que se podía diferenciar era la sal que provenía de este y me recordaba a misma que estábamos de vacaciones, aunque a veces no diera esa sensación.

Paramos prácticamente al lado de un muelle, donde un barco bastante grande nos estaba esperando y un hombre estaba esperándonos unos metros antes del puente de madera.

No tenía un cuerpo muy robusto más bien era una persona delgada y alta, casi era como un spaghetti, tenía algo de barba y un bigote mal cortado, pero lo que más sobresalía de él era esa sonrisa de oreja a oreja que no dejaba de llevar.

— Buenos días, soy Pedro encantado — saludo mientras nos sacudía la mano enérgicamente —, me haré cargo hoy, estaré a vuestra entera disposición, — habló este por primera vez con una sonrisa.

Nos acercamos a él uno por uno saludando con dos besos en la mejilla o un apretón de manos, y seguido de eso nos ayudó a subir a ese trasto flotante en el que estaríamos hasta muy entrada la tarde.

—Agárrate bien — me advirtió Kai una vez que este estaba arriba y yo tratando de llegar ahí, solo que al final tuve que pedir una ayuda extra.

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Había gritos de emoción por todo el barco en cuando zarpamos del puerto. Mi pareja desde el comienzo había estado a mi lado con el brazo alrededor de mi hombro y cogidos de la mano hasta que Leo me robó y fuimos a la parte de delante para tomar algo de sol que ya iba siendo hora.

Nos quitamos la ropa hasta quedar en bañador, tal y como había hecho el resto de personas que iban a bordo con nosotros. Tal vez hubiera estado mejor ir con más personas que no conociéramos, sería una oportunidad de salir un poco de lo que conocíamos ya, pero qué más daba.

— ¿Me echas crema? — dijo Leo y enseguida me incorporé.

— Claro — sin embargo el bote no estaba dirigido a mí, sino a la persona de detrás, quien ahora miraba expectante mi reacción.

Alec se acercó por detrás y se agachó poniéndose casi sobre la parte trasera de sus rodillas mientras echaba parte del líquido en su mano y lo restregaba por su espalda. Ella tenía una sonrisa de satisfacción totalmente palpable en su cara — algo que no se atrevió a ocultar de nadie, y eso me puso negra — pero al parecer a él no le molestó, creo que más bien le hizo gracia.

— Por aquí también por favor — dijo bajando sus manos hacia su cadera, y tal vez un poco más.

La miré con la mayor cara de asco que supe gesticular y traté de ver a Kai entre todo el gentío, pero se sabía esconder muy bien al parecer. Alec a pesar de que sus manos estuvieran siendo guiadas hacia una parte más baja, este no bajo de las costillas y eso a ella le rechinó bastante por dentro.

— ¿Algo más? — dijo con ironía hacia ella y esta cuando estaba a punto de hablar este se levantó — Tú también echate, te vas a quemar — ahora se dirigió a mí y asentí, aunque no le iba a hacer mucho caso.

Se sentó con los pies colgando hacia el mar en uno de los cantos del pasillo. Me quedé mirándole y detallando de nuevo su cuerpo como las otras tantas veces lo había hecho

Me senté y me quedé ahí sin hacer nada más que ver como el agua se movía y las ondas que esta hacía a medida que íbamos avanzando, hasta que por fin paramos y el ancla empezó a deslizarse y tocar finalmente el suelo.

— Tomad — Pedro nos acercó varios equipos de buceo y nos ayudó a ponérnoslo a cada uno y había que decir que era realmente incomodo. — no cubre demasiado, pero el agua está clara así que no tendréis problemas para ver el fondo.

Algunos ni siquiera esperaron, se tiraron al agua como los monos que eran y se sumergieron bajo ella.

Nosotros no tardamos demasiado, pero la temperatura de esta te hacía pensar dos veces el querer dar ese paso más, pero no había tiempo para eso y habíamos venido a dejarnos llegar — y al parecer a arrepentirnos de cosas — pero eso ya lo habíamos obviado.

No todo el oro brilla igual (2º libro de No todo lo que brilla es oro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora