Deja la luz apagada

137 10 0
                                    

No sabia que era lo que estaba provocando tanto retraso en el ascensor, María se tendría que haber dado cuenta de que esto fallaba, y por mucho que llamáramos al telefono de recepción, nos llevaba al buzón de llamadas.

-Yo... yo nunca, nunca, he sentido celos por la pareja del otro - dijo Alec rompiendo el silencio.

Le miré como si estuviera diciendo cualquier tontería, pero a él le pareció bien, así que en lugar de beber un chupito, empezamos a bajar los dedos, solo que esta vez, solo fue él quien tuvo que hacerlo.

- Te toca - me recordó él al ver que aún seguía dándole vueltas al tema suyo.

- Yo nunca, nunca... - Hice una pausa, sabiendo lo que quería decir, solo que no quería tener en cuenta lo que vendría después de formular esas palabras - le he querido dar celos a otro a posta.

Este se incorporó un poco y me miró incrédulo.

- Espero que no estés hablando de mi pelirroja - murmuró con voz suave - porque entonces tendríamos un problema.

Sonreí levemente y me acerqué un poco a donde estaba él.

- Lo has dicho tú, no yo. - él se rio con suavidad, pero ese sonido no duró demasiado.

- Yo nunca, nunca he querido besar al que tengo enfrente ahora mismo - dijo sin escrúpulos.

La risa de ambos se calló por un momento e intenté digerir las palabras que este había dicho hace un momento, pero casi parecía que me estaba pidiendo permiso para acercarse.

- Si necesitas a alguien llama a Leo, estoy segura de que ella te podrá ayudar con eso. - dije mientras mi risa se disipaba. Casi me daba rabia decir esas palabras, pero ¿Qué esperaba que le respondiera?

- Pues igual me lo planteo - todo dentro de mí se paró de golpe en un instante y abrí los ojos como platos. - ¿Crees que tengo posibilidades?

<<Lo raro es que no las tengas a todas a tus pies>>

- Yo creo que no - hice una pausa intentando centrarme en la conversación - quiero decir, ella tiene posibilidades con muchos, tendrás que currártelo un poco más si la quieres conseguir. - este asintió con una sonrisa sin dejar de penetrarme con esos ojos.

- Entonces me pondré a ello en cuanto lleguemos arriba, ¿Alguna recomendación?

- Creo que podrás manejar la situación sin mi ayuda - oculté mis emociones y mantuve la expresión neutra.

- Lástima...

- ¿Por qué dices eso?

- Nada, era solo que no había pasado por ninguna farmacia. - dijo este de lo más natural y por segunda vez casi se me salieron los ojos de las órbitas cuando le miré.

No sabía como este hablaba con tanta tranquilidad y por eso prácticamente envidiaba esa calma que aparentemente siempre tenía.

- ¿Lo dices enserio? - pregunté indignada.

Este guardó silencio unos segundos y sonrió

- Claro, esta noche llamo a la puerta y si nos prestas tu cajón nos lo pasamos mejor.

¿Mi cajón? Me quedé mirando a la nada con una mueca sin entender lo que estaba diciendo, pero solo me hizo falta mirar su expresión pícara y divertirme para conectar todos los cables.

Mi mano se movió sola y con fuerza, dándole un fuerte golpe en el brazo y haciendo que este suelte la carcajada más sonora de todas.

- ¡No te rías, payaso!

Me remangué la correa del bolso en la mano y se lo lancé con fuerza tantas veces como quise, haciendo que este se cubriera con el brazo, hasta que al final acabó atrapándolo y tirando de él hacia sí.

- Tu has empezado pelirroja, pero si te da envidia no tenemos problema en acoger a una tercera persona. - comentó este, sin embargo me asqueé más que sorprenderme por eso.

- Prefiero tenerte para mí si es posible - dije tranquila buscando mi teléfono que ahora estaba en el bolso, pero esa paz se acabó cuando procesé con lentitud las palabras dentro de mi cabeza. - No espera, lo que quería decir, es que como cualquier chica no le gustaría compartir. - rectifiqué de manera improvisada tapando ese error, pero era tarde.

No habló pero se notaba que estaba reprimiendo sus ganas para no soltar nada por su boca. Me tumbé en el suelo queriendo que esto solo fuera un mal sueño del que despertaría muy pronto, pero no todo se cumplía, eso lo teníamos más que comprobado.

Él hizo exactamente lo mismo, solo que un poco más lejos, pero no lo suficiente.

- Me estás tocando - le avisé simulando enfado. Este me miró con los ojos como platos, incrédulo. - Aparta, que hay espacio de sobra para dos.

Me moví unos centímetros al lugar contrario a donde estaba él y a Alec no le pareció "razonable" aunque no hizo nada por suerte o por desgracia.

No todo el oro brilla igual (2º libro de No todo lo que brilla es oro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora