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Masajeó sus hombros adoloridos luego de dejar la carga de los productos que recién habían llegado a la tienda. Ya estaba por cerrar y a esas altas horas de la noche no solía entrar gente, por lo que tomó uno de los paquetes de fideos instantáneos, hirvió agua y la volcó en el recipiente mientras llamaba a la señora que lo ayudaba a cuidar de su abuela.

Su abuela estaba internada en el hospital por una enfermedad terminal, de la cual había sido diagnosticada hace varios años, pero empeoró mucho más rápido por todo el estrés al que estaba expuesta por los prestamistas que estropearon la vida de ambos. La salud en Corea no era para nada barata, por lo que Felix debía mantener tres trabajos para poder pagar los medicamentos y la internación de su familiar, las deudas y los gastos de su vida diaria, los cuales trataba que sean los menores posibles. Durante las mañanas había conseguido un trabajo como fisioterapeuta, trabajo el cual siempre había deseado tener y que luego de mucho estudio y esfuerzo de su parte y de su abuela, pudo llegar a conseguirlo, aunque lo peor por culpa de aquel superior que abusó de él. Felix sabía que contar lo que había pasado no era buena idea, perdiendo rápidamente su trabajo por culpa de aquel hombre con tanto poder. Por lo que solo le quedaban sus trabajos en una cafetería de tarde y en la tienda de comestibles a la noche. Solo le sobraban un par de horas a la noche, las cuales usaba para descansar y por las mañanas iba a visitar a su abuela.

Realmente esperaba conseguir el trabajo con aquel boxeador con el que había trabajado unos días atrás. No podía volver a ese hospital, pero si podía volver a ejercer como fisioterapeuta y tenía un buen salario, tal vez podía darse el lujo de dejar de trabajar durante la noche.

Estar en su casa sin aquella adorable señora era extraño, más cuando había pasado casi toda su vida viviendo con ella. Fue quien lo crió y cuidó con todo su amor, a pesar de todas las adversidades que sufrieron juntos. La más difícil fue y sigue siendo un grupo de prestamistas, el cual es el error más grave que había cometido su abuela. Era un grupo de hombres, los cuales parecían casi parte de una mafia, siempre llegando al hogar de los Lee predispuestos a conseguir violentamente el dinero, aumentando cada vez más y más los intereses y siendo casi imposible para aquella pequeña familia poder terminar de pagarlos.

-Hola, pequeño - saludó la mujer que visitaba a la señora los días que Felix no podía hacerlo. La conocían ya que vive al lado de su hogar desde hace años y es de las pocas personas en las que el joven confía para cuidar a su única familiar. No importara que ya era un adulto con un título universitario, siempre lo trataba como a un niño.

-Hola, señora - respondió cordialmente mientras soplaba su comida recién hecha-. ¿Está mi abuela despierta?

-Recién se quedó dormida, ahora estoy volviendo a casa - contestó la mujer para luego contarle mientras se dirigía a su hogar caminando las últimas noticias que le habían dado los médicos, quienes cada vez se quedaban con menos opciones para ayudar a que la salud de su abuela mejorase-. Oh. Felix... - se interrumpió a sí misma la señora, bajando el tono de su voz-. Están aquellos usureros frente a tu casa de la otra vez.

-¡¿Qué?! - preguntó alterado Felix, sintiendo un escalofrío en su cuerpo y como su corazón comenzaba a latir con rapidez-. Pero les pagué lo que les debía la semana pasada.

-Sabes cómo son, niño. Siempre encuentran excusas para sacarte más dinero - siguió la señora y luego silenció la llamada durante unos cuantos segundos, los que supuso Felix que era porque la señora estaba pasando cerca de ese grupo para entrar en su pequeña casa y no quería llamar la atención de aquel grupo-. Ya entré en casa, puedo verlos por la ventana de la cocina. Si quieres te llamo cuando se vayan - se ofreció y Felix suspiró, tratando de relajar su cuerpo para evitar que los pocos bocados que le había dado a su comida subieran por su esófago.

jinx » chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora