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Habían pasado ya varios días desde su encuentro con Christopher, quien había tenido una victoria arrasante en aquella pelea. Felix había aprovechado para abandonar el lugar una vez Christopher había entrado en el baño para darse una ducha. Se había despertado cuando el peso del boxeador en el colchón había desaparecido, yendo a la cocina a desayunar algo. El rubio no quería cruzárselo y una vez cerró la puerta del baño, se vistió rápidamente con su ropa, la cual seguía en el piso y salió por la puerta principal tratando de ignorar el fuerte dolor que sentía en aquella zona que había sido atacada la noche anterior y su espalda baja. No recordaba haberse quedado dormido y agradecía que Christopher haya tenido la mínima decencia de no echarlo de su casa a esas horas de la noche.

Al poco tiempo luego de abandonar su casa, Christopher ya le había mandado el dinero que le había prometido. Felix todavía no podía creer lo que había pasado. No sólo por la cantidad exagerada de dinero sino también que había aceptado literalmente vender su cuerpo. No era la primera vez que lo había hecho, pero eso no hacía que aquellas decisiones que había tomado sean menos dolorosas para Felix. Siempre intentaba evitar pensar en los prestamistas y como había accedido a hacer cosas que si no fuera por la necesidad y el miedo no lo habría hecho jamás. Hacía bastante tiempo que había logrado esquivarlos, ya no solo con miedo a ser golpeado como lo habían hecho con anterioridad con su abuela durante tantos años, sino también temiendo que volvieran a proponerle aquella "solución".

Al día siguiente luego de la pelea, Felix había recibido un mensaje por parte del entrenador diciendo que quería reunirse con él para hablar del contrato pero Felix sabía que Christopher no solo querría que trabaje como su fisioterapeuta y eso le dolía en el ego de Felix. No respondió a aquel mensaje, tratando de ignorar aquel suceso, pero pasado un día de que el entrenador se había tratado de comunicar con él, su celular había estado sonando por las llamadas de Christopher, las cuales también decidió ignorar. Su cabeza estaba centrada en otros temas en el momento y el más importante era su abuela.

Debía ir al hospital ya que había recibido un llamado de la médica de su abuela para citarlo a darle noticias. Felix quería creer que serían buenas noticias, pero su parte realista estaba perdiendo las esperanzas.

-Buenos días, Lee - lo saludó amablemente la doctora mientras Felix se sentaba en el asiento al otro lado del escritorio.

-Buenos días, Choi. ¿Pasó algo? - preguntó secando el sudor de sus manos en sus pantalones.

-Quería comentarte el estado de tu abuela... Cada vez es más difícil ayudarla, nos hemos quedado sin otras opciones - soltó y el joven trató de respirar hondo, queriendo evitar que aquella angustia que comenzaba a sentir en el cuerpo crezca más y más-. Solo se me ocurre una última esperanza, pero es bastante cara.

-Cuéntame sobre ella, por favor - le rogó y la mirada de Choi se suavizó al ver la desesperación de Felix, suspirando al mismo tiempo que sacaba unos papeles de unos de los cajones de su escritorio donde estaba todo lo relacionado a esa última opción.

-Estamos desarrollando una nueva medicina y hace poco comenzamos a testearla en personas que están en el mismo estado que tu abuela. No es una garantía, pero hay muchas posibilidades que la ayude. El problema es su precio.

-Cuanto es? - preguntó sabiendo que siendo una medicina tan nueva sería costosa.

-La medicina cuesta 9 mil dólares, sumado nuestro trabajo y el de las enfermeras sería un total de 10 - le contestó y Felix sintió una punzada en el pecho mucho más fuerte de la que ya sentía.

-Y qué pasa si no puedo pagarlo? - su voz sonó mucho más quebrada de lo que habría pretendido e inmediatamente se aclaró la garganta.

-No podemos hacer nada más por ella - le contestó la doctora con tristeza en su tono, dejando que Felix se retirara con miles de pensamientos en la cabeza.

Se encaminó hacia donde estaba su abuela descansando en su habitación, aprovechando que ya estaba en el hospital para visitarla. Al llegar, vio que su amada abuela estaba dormida plácidamente en su cama, por lo que se sentó en el asiento a su lado y cerró los ojos sintiendo un enorme peso en sus hombros.

No sabría cómo pagaría aquello. A pesar de todas las horas que trabajaba en el día, le sería imposible siquiera llegar a pagar la mitad de esa medicina, sin hablar de las deudas que tenían. Su celular comenzó a vibrar en su bolsillo y al ver el nombre que había agendado hace unos pocos días, suspiró sintiendo una nueva ola de cansancio. Sin cortar, volvió de dejar el celular en el bolsillo de su pantalón justo antes de que su abuela comenzara a despertarse.

-Mi pequeño - sonrió su abuela cuando abrió los ojos y vio quién lo estaba acompañando.

-Hola, abuela - le devolvió la sonrisa Felix tomando su arrugada y frágil mano con la suya. Trató de dejar de pensar en todas aquellas inquietudes, no queriendo preocupar a su abuela, pero no se le podía engañar a aquella mujer. El joven recordaba que cuando era niño había llegado a pensar que su abuela podía leer mentes, ya que sin importar cuánto intentara fingir algo, ella siempre podía sentir cuando algo estaba mal.

-Estás cansado. Y muy delgado. ¿Estás comiendo bien? - lo comenzó a regañar su abuela y Felix le sonrió nuevamente comenzando a negar con su cabeza.

-Estoy bien. Es solo que a veces me olvido de comer - le prometió, ganándose una mirada de desaprobación por parte de la anciana.

-Aquel hábito tuyo. Nunca pude sacártelo - maldijo en un murmuro. Felix nunca le había dado importancia a su alimentación a pesar de haber estudiado una carrera relacionada a la medicina. Simplemente se olvidaba de hacer todas las comidas y si abuela no estaba para cocinarle, podía pasar muchas horas sin comer.

-Abuela, soy un adulto. Puedo cuidarme solo - dijo, sabiendo que no era del todo verdad.

-Siempre vas a ser mi nietito para mí - le contestó la mujer mientras estiraba su delgado brazo para acariciar la mejilla de Felix-. Por favor, vuelve a casa y duerme. Tienes unas ojeras enormes - lo volvió a regañar y el joven solo le sonrió antes de girar su cabeza ligeramente para dejar un suave beso en su palma de la mano antes de despedirse. Aquellos pocos minutos con la razón principal por la que seguía lo había convencido, solo esperaba no arrepentirse de aquella decisión que había tomado.

jinx » chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora