Nervioso

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Merlín se encontraba solo en la armería, con una pieza de metal sobre su regazo y un paño amarillo con producto para pulir en su mano. Había estado bastante rato limpiando la armadura de Arturo a mano, ya que más tarde iría a mostrar sus dotes espadachines para el entretenimiento de la reina y sus caballeros. El príncipe quería lucir brillante, pero Merlín pensó que necesitaba más que una armadura pulida para conseguir eso.

El hechicero levantó la vista y casi se desmaya al ver todo lo que le quedaba por hacer, cuando el pensaba que en realidad estaba por terminar.

Se mordió su labio analizando si debería simplemente usar su magia, aún que sabía que era para problemas.

Antes de poder tomar acción, el caballero Lancelot entró por la puerta, sorprendiéndose al encontrar a su amigo allí.

-Merlin.- saludó con una media sonrisa, caminando por la armería. -No sabía que estabas aquí.-

-Lo estoy, habitualmente. Pero eso se lo puedes agradecer a Arturo.- dijo mirando a la pila enorme de piezas de metal que tenía que pulir.

Lancelot se acercó observando la pila detalladamente.
-Pensé que serías más hábil con eso, Merlín.- admitió bromeando.

-¿Te refieres a mi magia?- atinó el hechicero.

-¡Claro que si! Te ahorrarías una cantidad impresionante de tiempo si dejara de importarte cosas como lo que piense Arturo.-

Merlín lo miró pensativo.
-Bueno, no es como si alguien fuera a darse cuenta.- decidió finalmente y puso sus manos a la obra.

Las pesadas piezas de metal comenzaron a flotar por el aire, todas envueltas en una ligera pero notable capa de luz dorada. Varios trapos llenos del producto maloliente se frotaron a sí mismos contra las armaduras flotantes, dándoles un brillo espectacular.

Al caballero se les iluminaron los ojos como a Merlín, pero a este último fue más por usar magia que por otra cosa.

-¡Mira, es simplemente increíble!- dijo Lancelot emocionado. -Es como si se pulieran a sí mismas.- agregó soñador.

-Si, es una facilidad que tengo.- se encogió de hombros. -Mira esto.- dijo, y con su mano empezó a mover los objetos flotantes para que bailaran en el aire, acomodándose en un círculo.

-Wow...- dijo Lancelot incrédulo. Pero la manija de una puerta interrumpió las crecientes risas de Merlín.

-¡Julieta!- exclamó el hechicero sorprendido, pero sin bajar los objetos del aire.

El caballero frunció el ceño profundamente preocupado. -Esto... esto es mi culpa. Esto lo estoy haciendo yo, es mi magia. Por favor no le digas a nadie.- Lancelot era demasiado noble y intentó admitir la culpa.

-Aw, Lance, eres el mejor. Pero ella ya sabe.- le informó Merlín con una sonrisa. -Realmente eres el caballero más noble de Camelot.-

Lancelot pasó su mirada de Merlín a Julieta quien lo miraba con curiosidad.

-Eso es lo más impresionante que vi en mi vida.- dijo sorprendida, fijándose como las piezas de metal aún seguían en el aire, bailando en círculos.

-¿Entonces también sabes? ¿No lo vas a delatar?- preguntó Lancelot en desconfianza.

-Nunca, jamás en la vida podría delatar un secreto ajeno. Mucho menos uno que te pondría en peligro. Además, la magia me parece una de las cosas más bonitas en el mundo.- dijo con firmeza la rubia.

-Realmente lo es.- estuvo de acuerdo el castaño, un poco incrédulo. -Es el regalo más bonito, y es un pecado que esté prohibido.-

-¡Como alguien podría prohibir algo así! ¿Acaso saben lo de cosas que podrían resolver con magia en este mundo?- dijo Julieta acercándose a Lancelot.

Avec tout mon cœur -MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora