El Viaje

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El príncipe de Camelot estaba sentado en una mesa de su habitación, desayunado grandes platos de comida solo y en silencio.

En su cabeza pensaba sobre la infame bestia de la cual su padre le había hablado, pensando si serían capaces de matarla.

Entonces negó con su cabeza por pensar eso, ya que todos los caballeros que irían eran perfectamente hábiles.

El sonido de la puerta interrumpió su silencio, mostrando a una figura pelinegra entrante, quien llevaba un canasto lleno de ropa limpia.

-Buenos días, Arturo. ¿Amanecimos con el pie derecho o lo usual?- le preguntó Merlín poco después de entrar, dirigiéndose al gran armario en la habitación del príncipe.

Arturo le tiró una almohada que estaba en el piso, pero el hechicero logró esquivarla, sonriendo triunfal y siguiendo con su tarea de guardar la ropa.

-Hoy es un buen día, ¿No crees?- le dijo con una sonrisa burlona. -Lo caballeros y yo iremos a un día entero de cacería, incluso acamparemos en el bosque.-

Merlin miró sobre su hombro con curiosidad, ya que no tenía esta noticia por sabido.
-¿Que van a casar esta vez? ¿Más seres mágicos, o solo montones de conejos que no van a comer?- dijo algo dolido, con un tono juzgador.

-Tonterías, Merlin. Iremos a casar a un animal enorme, aún que pese a su tamaño no creo que sea mágico. Pero prometo que nos lo comeremos, es más, todo el castillo podrá probar de su magnífica carne. ¿Eso tiene sentido, no?- le aclaró a Merlín, intentando no sonar demasiado compasivo.

-Wow, wow. ¿Todo el castillo? ¿Así de grande es el animal?- preguntó Merlín sorprendido.

-Por favor, no es un reto para nosotros los caballeros. Hemos casado cientos de animales así, además que la carne vale el esfuerzo.- explica Arturo con un deje de suficiencia.

-¿Ya la probaste?-

-No.- dijo el príncipe con el ceño fruncido. -Pero prácticamente es una leyenda. Y mi padre dice que es deliciosa.-

-¿Y supongo que yo también tengo que asistir?- preguntó el pelinegro con un poco de esperanza en su voz.

-Por supuesto. Estaría perdido sin mi sirviente.- dijo bromeando cariñosamente, pero cuando se dio cuenta, fue la pequeña mariposa en su pecho hablando.

-No lo dudo.- respondió Merlín, bromeando igualmente sin darse cuenta del rojo en la cara de su príncipe.

-Ya que hablamos del tema, necesitaré que empaques todas mis cosas, esto incluye mi ropa de cacería y todos los utensilios necesarios. Los estaré esperando pulidos, lavados y empacados para el mediodía.- le ordenó Arturo, cambiando rotundamente el cariño que había mostrado hace poco. Entonces vio a Merlín rodar los ojos enormemente y poner cara de desmotivación, pero sin protestar con palabras. Ahí fue cuando sintió el maldito aleteo, que indicaba que iba a decir algo estúpido de nuevo;
-Pero antes puedes sentarte a desayunar conmigo. Si quieres.- ofreció, sin poder hacer nada para detener a las palabras de salir.

El chico se dio vuelta inmediatamente, mirándolo como si le estuvieran jugando una escandalosa broma.
-¿Estás jugando, verdad?-

Y Arturo iba a decir que si, que Merlín sería un tonto por creérselo por un segundo, pero no. Otra vez la estúpida mariposa lo traicionó.

-No, solo me gustaría tomar el desayuno con tu compañía.-

Su sirviente frunció el ceño, sin responder al principio. Pero luego se acercó sigilosamente a la mesa, en donde se sentó.

-¿Leche?- ofreció Arturo, y no sabía de donde sacaba la seriedad para no reírse de la cara de incredulidad de Merlín.

-Si. Gracias.- aceptó, aún confuso.

Avec tout mon cœur -MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora