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La camiseta con el logo de Konoha tenía salpicaduras de pintura roja que no saldrían con una simple lavada. La sonrisa traviesa de su amigo hacía que no tuviera duda de lo que sospechaba que había hecho.

Sasuke suspiró y lo dejó pasar. Le indicó que se quitara los zapatos y la camisa, a lo que el rubio tiró sus sandalias y su abrigo naranja en la entrada sin cuidado.

—Tarado. Ten un poco de educación — le arrebató la camiseta que ya tenía en mano. Naruto quedó con el torso desnudo, sintiendo cómo la frialdad, característica de los Uchiha, ahora no era sólo una mirada, sino que se manifestaba en la solitaria residencia.

Siguió a Sasuke con cierta timidez. Él estaba molesto, era obvio.

En el lavadero, tomó el agua con el jabón para ropa y empezó a tallar en cada mancha a la vista de Naruto. No decía nada, y eso no lo podía soportar.

—¿Estás molesto conmigo? — preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

—Ya te dije que dejaras de vandalizar la Roca Hokage — ejercía tanta fuerza en su fregado que Naruto temió que rompiera una de sus pocas prendas —. Además, no soy tu maldito criado para andar lavándote la ropa de este modo.

—Es que sólo tú sabes hacerlo — murmuró —. Estoy aprendiendo, por eso me quedo aquí mirando.

—Qué inutilidad — suspiró el azabache —. ¿Te han atrapado?

Naruto desvió la vista en un puchero.

—Iruka-sensei me regañó. Tuve que limpiar toda la mañana — admitió —. Luego me llevó a comer ramen.

—Naruto, ¿por qué sigues haciendo esto? — tomó un cepillo para lavar las manchas más pronunciadas — Lo único que logras es que los aldeanos te detesten más.

—Porque algún día superaré a todos los vegetes que están tallados ahí.

—Y porque quieres llamar la atención.

Esta vez no podía negar lo que le decía Sasuke. Odiaba admitir que sí necesitaba que se fijaran en él, que estaba desesperado.

El azabache dejó de lado su acción. Escurrió y contempló la ropa; estaba demasiado vieja para seguir tallando. Si no se detenía, rompería la débil tela con tantos años de uso. Resignado, la enganchó en el tendedero para que se secara. Naruto volvió a seguirlo, esta vez hacia el interior de la gran casa. Fueron a su habitación sin decirse una palabra y se sentaron en la cama del chico, a lo que el dueño le dio una camiseta negra para usar.

—Cúbrete. Te refriarás — dijo. Esperaba que fuera tan distraído para olvidar que la llevaba puesta cuando se fuera y quedársela como un sutil obsequio. Sasuke sabía que Naruto no tenía opciones variadas en su guardarropa, mas no lo admitiría. Naruto le hizo caso —. Esos jounins... ¿Te golpearon?

—No — respondió —. Siempre me preguntas eso.

—Lo dices como si nunca te hubieran apaleado las autoridades — se dejó caer en la cama, considerablemente más grande que la del rubio.

—Estaba Iruka-sensei para protegerme.

—Iruka esto, Iruka lo otro... Deja de depender de él. No es tu protector.

—Es como un padre...

—Un padre te defendería de la aldea. Él no lo hace. Su actitud pasiva no resuelve nada.

Naruto gruñó y se dejó caer al lado de su amigo.

—Deja de llenarme la cabeza con tus estupideces, Sasuke — le pidió —. Todos hacemos lo que podemos. Admito que soy difícil.

Compañeros De Vida (Narusasu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora