Enzo Fernández I

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Otra vez era domingo por la tarde, las calles estaban silenciosas, las personas dormían la siesta y yo estaba más aburrida que nunca en mí habitación.
La noche anterior había salido con mis amigas, cosa que no pude disfrutar mucho, ya que una de ellas se había puesto muy en pedo y todas tuvimos que irnos antes para evitar cualquier tipo de accidente en el boliche.

Pedí un taxi y regresé a casa en un horario considerable. Tuve que entrar sin hacer ningún tipo de ruido, ya que al ingresar a la sala pude ver a mí hermana y su novio durmiendo en el sillón, habían estado viendo una película.

Enzo era un chico muy carismático y cuando queria era muy forro también, tenía toda la pinta de ser el típico pibe que se chamuya a todo el mundo, pero claro, eso mí hermana no lo veía, y tampoco se lo iba a decir ya que podría enojarse.
Nunca le fue infiel de todas formas, según lo que sé, y si llegara a ser así ella se moriría de celos.

A parte de ser medio creído y canchero, no podía evitar pensar lo hermoso que era, su forma de vestir, sus tatuajes, su corte de pelo, la forma en la que te hablaba o cuando me saludaba agarrándome de la cintura, me hacía desearlo muchísimo.
Pero eso iba a quedar ahí, no iba a pasar nada o eso creía, no podía hacerle eso a mí hermana, aunque por otro lado fantaseaba mucho con el.

Recuerdo las veces que el me lanzaba miradas, o esa cena de viernes por la noche, cuando me pidió que le alcanzara la sal y me tocó toda la mano para recibirla, me había hecho estremecer todo el cuerpo.

Cuando estaba acostada en el sillón y el me pidió que le hiciera espacio, cuando quise levantarme me dijo que no, se sentó en la punta y me obligó a que pusiera mis piernas sobre su regazo, para que pudiera seguir durmiendo tranquila mientras el jugaba a la play.

El día de la recibida de mí hermana, éramos tantos en el auto yendo al festejo, que tuve que sentarme encima de el, estaba tan incómodo y yo rogaba bajarme de una vez porque podía sentir su bulto debajo mío.

Y aún faltaban un montón de otros momentos con el, yo sentia una cierta tensión, pero no estaba segura aún de que el también la sintiera, nunca había estado tan desesperada por tener contacto físico con una persona, el era de esos chicos que con solo tocarlos sentías mariposas en el estómago y algo más, si saben a lo que me refiero.

Las noches de verano con Enzo vacacionando con mí familia eran increíbles, andaba siempre en cuero por mí casa, tenía un cuerpo hermoso y el lo sabía. Se acostaba sobre la reposera con lentes se sol mientras tomaba un trago de fernet de la jarra, para luego tirarse a la pileta y ver cómo pasaba los dedos por su pelo para sacarse el agua. Todo era un sueño para mí.

Suspiré mirando al techo y sentí un cosquilleo recorrer mí cuerpo, me provocaba muchas cosas pensarlo y me avergonzaba, porque en ese momento el estaba en la habitación de al lado durmiendo con mí hermana.
Tenían una relación de hace años, mis viejos confiaban mucho en el, todo era muy monótono.

Salí de mí habitación porque estaba muriendo de sed y me fui hasta la cocina, que estaba algo lejos.
Estaba segura de que en ese momento hacían 38° grados, me estaba muriendo de calor, tenía puesto una remera larga y debajo una bikini, la cual mostraba algo de mi orto, solo si me inclinaba un poco.

Tomé el vaso y comencé a servirme el agua, en eso, escucho como alguien sale del baño y comienza a dirigirse hacia donde estaba.

Era Enzo, estaba en cuero, con una bermuda algo corta, despeinado y se refregaba los ojos por haber estado durmiendo.

—que haces— dijo cuando me vió.

No le respondí nada, solía decirme así cuando me veía.

Yo estaba apoyada sobre la mesada de la cocina, viendo cómo el abría la heladera y trataba de buscar algo.

Scaloneta +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora