Cuti Romero I

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Transcurrieron 4 meses desde que comencé a ir al gimnasio, fué la mejor decisión que podía haber tomado ese año. Me había mudado a Córdoba capital para estudiar nutrición en la universidad.
La facultad me agobiaba demasiado a ese punto, necesitaba hacer alguna actividad que me sacara el estrés que tenía encima, y a parte, comenzar a tener hábitos saludables, no solo se trataba de comer bien.

Mis viejos me consentían demasiado, aunque yo les dijera que no, ellos lo hacían de todas formas y no podía evitarlo. Me pagaban el departamento,la comida, las salidas y hasta el mismo gym, que para colmo era uno de los más caros de la provincia.

Cuando fui los primeros días, ví a muchos influencers y hasta jugadores de fútbol ir ahí, claramente con sus entrenadores personales, a mí me daba vergüenza hablar con el profesor, así que buscaba rutinas en internet.

Al comienzo me ponía ropa que cubría todo mi cuerpo por la inseguridad, hasta que agarré confianza y empecé a usar ropa deportiva que me gustaba, quizás más reveladora, pero era mucho más cómodo que joggins y remeras largas, que me producían calor.

Muchas veces escuché hablar sobre un chico que iba a jugar en la selección, era joven y le decían Cuti, el venía por la mañana y a veces lo veía en la noche, cruzabamos miradas, pero no estaba segura de que le gustara, ya que se lo veía malhumorado siempre.

En un lapso de tiempo, nos empezamos a cruzar más, el se quedaba más horas y yo también, pero aún no se acercaba a mi. Lo había fichado mirándome serio mientras yo hacía mis series de pierna, con cara de sufrimiento y toda transpirada, y yo lo veía a él, sudado y despeinado terminando sus ejercicios.

Esa era una nueva motivación obviando el tema de la salud; verme con él, o más bien, verlo.
Comencé a usar shorts más apretados, tops, compré de diferentes colores, tamaños. Me arreglaba el pelo, me ponía perfume y a veces hasta me ponía rimel, estaba loca por el.

Pero el momento culmine fue cuando se me acercó por primera vez, después de haberme estado viendo el orto mientras yo hacía sentadillas, con una técnica media mala, porque aún seguía aprendiendo.

-Que onda reina?- me dijo mientras me examinaba de arriba a abajo, con su característico acento cordobés.- tenés una técnica de mierda- añadió después riéndose, no era el más suave para hablar, claramente.

Me reí muy nerviosa y dejé la barra en el piso para hablar con el.
-Si ya sé, todavía sigo aprendiendo- dije para después agacharme a buscar mi botella de agua, y me di cuenta como me volvió a mirar completa.

-Te ayudo, así aprendes- me dijo levantando las cejas, como si fuera algo obvio.
Aún no lograba distinguir lo que el pretendía de mi, parecía forro, pero a la vez era agradable conmigo, no lo podía decifrar, y esa forma de pelearme que tenía me encantaba.

Me reí por lo bajo y volví a agarrar la barra y la coloqué en mi espalda, el se posicionó detrás mío y me tomó de la cintura, algo alejado de mí.
Comencé a bajar y subir para hacer el ejercicio, me retó varias veces,hasta que logré hacerlo bien.
En cada movimiento que yo hacía, sentía como el se iba a pegando cada vez más detrás de mi, hasta el punto de sentir su bulto contra mis glúteos.

No era de hacer este tipo de cosas con nadie, pero le venía trayendo ganas desde hace semanas y por fin había contacto físico, me gustaba demasiado.
Cada vez que subía me aseguraba de restregarle mi orto por todo el bulto y podía sentir como este iba creciendo, hasta que me detuve.

-Ya aprendí, gracias.- le dije dándome la vuelta, y este, tocó su entrepierna para acomodarse, mientras se relamía los labios.

Y así habían pasado varias semanas en dónde nos calentabamos, el, me miraba todo el tiempo, me encantaba hacer ejercicios cerca suyo.
Usaba mucho un short de licra que hacía que se marcara mi intimidad, y lo había descubierto mirando muchas veces, no lo disimulaba, me hacía sentir sucia y caliente.

Iba de noche a entrenar, hacía calor en esa época, ir a la mañana era una tortura, y a la tarde se llenaba de gente.

Una noche habíamos quedado yo, el, y otras dos señoras que más que entrenar estaban hablando, y parecían ya irse por la hora.
El gimnasio iba a cerrar en una hora, así que me apresuré para hacer todo rápido. Las mujeres se fueron después de terminar sus ejercicios y me quedé en el sector de peso libre.

Cuti estaba ahí, corriendo en la caminadora, estaba solo, su entrenador solo venía algunos días.
Cuando terminé fui hasta el baño, me lave la cara y fui hasta los cambiadores.

En cuanto entre a estos, recordé que había olvidado mi mochila afuera del baño, así que salí.
No habían pasado más de 20 segundos desde que llegué, que sentí unas manos posicionarse detrás de mi, muy bruscamente.

Era él.

-Estoy harto de vos, pendeja culiada- me dijo llevándome a los cambiadores de regreso.

Por suerte era muy cariñoso.

-El que me mira el orto todo el tiempo sos vos, boludito- le dije.

Sentía como pasaba su mano por mis glúteos, los apretaba, y fingía darme estocadas estando detrás mío, la tenía muy dura y estaba caliente.

-Me pasaste todo el orto por la pija el otro día, no te hagas la santa- dijo mientras me apretaba más fuerte, y después metia sus manos por debajo de mi top.
Apretó mis tetas y me mordió la oreja.

-Estas toda transpirada- me dijo.

-Y si, que esperas?- le dije en tono burlesco.

Me dió la vuelta y comenzó a besarme desesperadamente, su lengua se metía dentro de mi, su mano acariciaba mi entre pierna y luego escupió dentro de mi boca.

-Mira que soy un sucio de mierda eh- dijo pensando que lo que hacía no me gustaba, pero me encantaba, era tan el que lo deseaba demasiado.

Me sacó el top, y luego siguió con mi ropa interior. Me mordía mucho, sentía que era algo violento.
Había dejado marcas de sus mordidas en mi abdomen y una en mis pechos.
Me puso de espaldas a la pared y sacó su miembro afuera, estaba duro, rojo, e hinchado.

Me pegó varias nalgadas, gemí demasiado fuerte en varias de ellas, tenía mucha fuerza y parecía no medirse o no importale cuan fuerte lo hacía.
Se agachó y comenzó a lamer toda mi intimidad, desesperadamente.
-Las ganas que tenía de chuparte todo después de verte con ese shorcito- dijo.
Su lengua se movía tan rápido que producía espasmos en mi cuerpo, estaba completamente mojada.

-El culiadon que te voy a meter no te lo vas a olvidar ma'- dijo.
Comenzó a golpear los cachetes de mis glúteos con su miembro, estaba desesperada.
Finalmente la metió, rápido, me dolió, estaba mojada y lubricada, pero la tenía tan ancha que me había hecho sufrir, me encantaba.

Se movia tan rápido que el ruido de nuestras pieles sonaba por todo el lugar.

-Te gusta? puta de mierda- dijo entre gemidos.

Cuando salió de mí me obligó a arrodillarme, y después de esto, metió su miembro dentro de mi boca, me tomó de la cabeza y me movía rápido, casi ahogandome.

Scaloneta +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora