II

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Arrodillando ante el altar de tus palabras me encuentro nuevamente, suplicando una última mirada para bailar en la densidad de tu pupila.

Ruego contar cada una de tus pecas, acariciar tu mejilla como si de objeto desconocido se tratase, enredar mis pasos en tu largo pelo y desenroscar mis manos de tu cuello.

Quisiera unirme y volver a ser un cultista de tu religión, adorarte por el resto de mi estancia, solo que mi vida se acorta cada vez que me proporcionas crisis de fé, hacerte creer que creo en ti es creer que la tierra es plana y no hay quien crea semejante estupiedez.

Déjame hacer lo que nunca hicimos, déjame cruzar nustros dedos alguna vez, me duele la vida por no haber nunca vistos abrazos, por nunca haber palpado tus besos, tengo lagunas de memoria y un río de pirañas en mi abdomen mientras que tus palabras revolotean en mis pesadillas.

Quiero rezar en tus hombros y obedecer tus madamientos, postrarme ante tu altar para lamer tu fruto y lamentar mis pecados, quiero deshacerme de mi historia para crear una contigo, para tener tu bendición divina y mi sueño eterno.

Soy tu oveja descarrilada, vago por los senderos más oscuros de la incertidumbre y descanso en los rincones de las dudas mientras asalto perfumerías para recordarte con fragancias muertas.

Quiero tu perdón, tu aceptación, tu alegría y misericordia por haberme alejado de tu camino, por haber en mis sueños jugado con tus labios hasta sacarles sangre, y apretar tus pechos hasta marcar mis huellas, no puedo olvidar que fui capaz de robarte la palidez de tu piel, pero tampoco olvido que tu sonrisa era parte de mi juego.

Contigo SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora