« Porque a Rei no le podía importar menos todo lo que pasaba a su alrededor.
Hasta que se acercaban a ellos. »
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- Inspiración de historia : Mi imaginación
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La pequeña y distinguible "familia", se encontraba en el centro comercial haciendo la compra del mes.
Muy a su pesar, Rei había sido obligado a participar de esa tarea junto a los otros dos. Y por obligado quiero decir doblegado por los ojos de cachorro de Miri.
Era increíble lo que esa niña podía hacer con un simple gesto. Sería una gran espía, si existieran.
Con aburrimiento, Rei miraba las diversas opciones de papeles higiénicos, que le habían mandado a comprar tras verlo estar "muy vago". El solo quería jugar un par de videojuegos con tranquilidad.
Sin pensarlo mucho, tomó el que parecía llevar más dentro, caminando con lentitud hacia donde se suponía estaban los otros dos. Por supuesto no los encontró, seguramente se habrían movido por el supermercado en busca de las otras cosas en la lista, aveces odiaba que Kazuki fuera un amante de hacer compras grandes una vez al mes.
¡El siempre se perdía!
En silencio y tratando de no parecer muy despistado, el azabache comenzó a caminar en busca de los otros dos, pero cuando creía verlos resultaban o ser otros, o irse inmediatamente. Y Reí no los iba a correr.
Justamente cuando pasaba por la parte "infantil", un gran oso de felpa le llamó la atención, era rosa, pero no un rosa chillón, sino uno pastel con pequeñas partes blancas, que Rei supuso eran cabellos. Además, el muñeco mantenía entre sus patas una pequeña caja que decía "te amo", si, cursi, pero el hombre no pudo evitar pensar en lo adorable que luciría Miri abrazando ese juguete con felicidad.
—¿En que pienso? Maldición –. Murmuro frustrado el apuesto hombre, disponiéndose a caminar y seguir buscando a los otros dos.
—¿Pero y si..? ¡No! Definitivamente no –. Dijo firme después de volver sus pasos hacia atrás y adelante otra vez.
Mirando el paquete de papel, vio en este a una familia muy feliz, junto a estos un perro y más a la izquierda un oso de felpa café con una camiseta azul mirándole.
Dios no podía hacerle eso.
No fue mucho lo que tardo en volver a caminar y tomar el peluche rosa entre su brazo. Seguramente lucia como el más estúpido de la historia.
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