Capítulo 5: sugared (azucarado)

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Lucerys es despertado por un fuerte e insistente golpeteo en su puerta. Tiene un enorme dolor de cabeza y recuerda vagamente haberse tomado una enorme jarra de vino rojo el día anterior. De seguro llevaba horas dormido.

—Pueden pasar —dijo con la voz ronca por no haberla usado en toda la noche.

—Mi príncipe —le saluda un sirviente rubio. Dos más entran tras él, todos portando brillantes sonrisas y llevando sábanas limpias.

—Nos complace informarle que el Rey Aegon ha solicitado su presencia en la cena de esta noche —le dice uno de ellos. Lucerys ni se molesta en ver cuál de ellos fue.

—¿Aegon quiere verme en la cena?

—Así es, su alteza. Se nos ha dado la instrucción de ayudarlo a prepararse.

Lucerys se sienta en la cama y hace su mejor esfuerzo para lanzarles una mirada mordaz. —Estoy enfermo.

Los tres sirvientes intercambian miradas, pero sus sonrisas no desaparecen. —No es una petición, mi príncipe.

Lucerys aprieta la mandíbula, pero ya sabe que esta es una batalla que no podría ganar. Así que permite que lo bañen, intentando disfrutar el aroma de los exóticos aceites que usan en él. En Dragonstone, solía ser él mismo quien se arreglaba. Nunca se había sentido cómodo con el toque de otras personas, aparte de las amables manos de su madre o el orgulloso apretón que Laenor solía dejar en su hombro.

Cuando los sirvientes se disponían a peinar su cabello, los detuvo.

—Puedo hacerlo yo mismo —les dijo.

—Mi príncipe, simplemente lo desenredamos por usted —le reprende el más jovén de ellos.

—Duele cuando otros lo hacen —Lucerys toca suavemente uno de los rizos que caían mojados encima de su barbilla—. Concedanme al menos esta petición.

Crecer en King's Landing siendo un niño con un cabello de espesos rizos había sido difícil. El cabello de un Targaryen solía ser naturalmente suave y liso, fácil de manejar. Él no había tenido esa suerte. A veces, las sirvientas y niñeras tiraban tan fuerte de su cabello que sus ojos se llenaban de lágrimas. Cuando su madre se enteró de las molestias que le causaban, había mandado ser la única que podría peinarlo hasta que Lucerys aprendiera a hacerlo por su propia cuenta.

Por lo menos, los sirvientes habían accedido a esa única petición.

Lucerys se sienta frente al espejo y peina los mechones de su cabello mientras los sirvientes terminaban de tender la cama. Le dejan algo de ropa para él, delicadamente extendida sobre la cama cual tapiz. Hacen una reverencia en dirección a Lucerys, quien todavía se encontraba frente al espejo, y se retiran uno detrás del otro.

—Ser Criston Cole arribará en un par de horas para escoltarlo, mi príncipe —le informa el último de ellos antes de cerrar la puerta gentilmente.

Lucerys hace una mueca de desagrado. No tenía recuerdos agradables del Caballero, ya que estaba por siempre grabado en su memoria como la razón por la que Ser Harwin les había sido arrebatado de su lado, y al final, también de este mundo.

Cuando hubo terminado, se hizo camino a la cama. Aún no necesitaba vestirse, solo sentía curiosidad por saber lo que habían preparado para él. Su estómago se revuelve al ver esa tela verde, tan sedosa y suave como la piel de una serpiente.

 Su estómago se revuelve al ver esa tela verde, tan sedosa y suave como la piel de una serpiente

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