Aemond no va directamente a su madre, sino al bosque de los Dioses. Observa el brillo rubí de las hojas del árbol mientras intenta recordar la sensación de besar a Lucerys por primera vez. Esa sensación de felicidad.
Permitirse a sí mismo este pequeño acto de desobediencia lo calma. Sabe lo que se avecina, puede observar su oscura y siniestra presencia acercándose como si fueran las oscuras nubes de una tormenta.
Aquello lo llena de un terror tan grande que no desaparecía de su cabeza sin importar cuanto lo intentaba. Cuando toca la puerta de su madre, esa sensación continúa allí. Lo carcome por dentro mientras se coloca frente a ella con las manos detrás de su espalda, lleno de vergüenza cual niño atrapado haciendo una travesura.
Su madre llevaba puesto su usual vestido de seda verde con un zorro muerto rodeando su cuello. Tenía la mirada cristalina y pérdida en ningún lugar. Verla hace que Aemond toque su ojo distraídamente.
—Estuviste desaparecido por horas. Nadie sabía donde estabas. Nadie podía siquiera imaginar lo que estabas haciendo. ¿Quién podría haber imaginado que estarías haciendo lo impensable? —su voz sonaba débil, y un sonido húmedo salía de sus labios entre pausas. Verla así le partía el corazón a Aemond.
No la mira directamente. No puede hacerlo. Prefiere quedarse viendo los deshilachados bordes de los tapices que colgaban de las paredes. Su madre era una mujer pronta a enojarse. Aemond había sido el receptor de su ira muchas veces a través de los años (aunque muchas menos que Aegon), pero enfrentarse a su furia no dejaba de ser aterrador. Su rabia se sentía como uñas que se clavaban en su corazón, reteniendo el afecto al que se aferraba tan desesperadamente cual animal. Su madre podía ser tan cruel. No era algo que ella pudiera controlar, no más de lo que podía Aemond.
—Hice lo que tenía que hacer —le dice. No había orgullo en sus palabras. Solo era la pura y horrible verdad.
Alicent aprieta sus dientes, abriendo y cerrando sus manos como si no supiera qué hacer con ellas.
—Lo que hiciste fue una declaración de guerra, Aemond. Has reducido una villa entera a una catacumba, a un cementerio. Transformaste una rebelión manejable en una-
—No necesitas alterarte, madre. Eso fue solo un mensaje.
Sabe que se merece la bofetada que recibe. La escucha antes de sentirla. Una pequeña picazón que se transforma en un ardor que quema fuertemente sobre su piel. Una sensación que fue casi como un bendecido alivio comparado con el furor en su interior. Aemond respira pesadamente y cierra su ojo. Cuando lo vuelve a abrir, ve que su madre le estaba dando la espalda y se hallaba encogida sobre el escritorio con sus hombros temblorosos.
—Actuaste sin provocación alguna —le susurra llorosa—. Los susurros que mancillan el reclamo de tu hermano al trono ahora no solo le dirán "usurpador" y "traidor", sino también "belicista".
—Estaba corrigiendo un error. No lo hice por Aegon —admite—, ni para molestarlo.
Alicent continúa dándole la espalda, pero Aemond puede verla asentir con la cabeza. Su voz sonaba inestable, pesada y definitiva.
—Lo sé —dice limpiándose las lágrimas—. Sé exactamente porqué lo hiciste.
No le dio ni la oportunidad de refutar. Aemond se sentía completamente expuesto ante ella.
—¿Es tan obvio? —le pregunta sin emoción.
Aemond recuerda las palabras de su hermano. "Sé que lo deseas". Esas palabras hacían eco en sus oídos como las campanas del Gran Septon. Nunca había sido bueno para ocultarse. Tal vez Lucerys y él eran similares en ese aspecto.
ESTÁS LEYENDO
Prize -Lucemond-
Fanfic(TRADUCCIÓN AUTORIZADA) Edit 26/06/23 (Leer el fic bajo su responsabilidad después de pasar por las aclaraciones) -Te odio -le dice, pero hay poco veneno en sus palabras. Lucerys está cansado. La pelea dentro de sí ha desaparecido. Arrax está muerto...