an epilogue(epílogo)

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Este es el tipo de mañana que más amaba. Mañanas lentas y calmadas. Todavía era temprano, pero ni él ni Lucerys tenían el hábito de dormir hasta tarde. Ambos ya estaban con los ojos bien abiertos y bebiendo su té en lados opuestos de la habitación. Los atardeceres en Lys son conocidos por ser los más bellos del mundo, pero Lucerys prefiere los amaneceres. Su sobrino le solía decir que era por los colores; prefería la luz azul a los ardientes colores cálidos que anunciaban la noche.

Quema mucho menos, le había dicho, para calor, ya tengo suficiente contigo

Por esa razón se levantaba temprano, y Aemond se levantaba tras él porque no podía soportar continuar en una cama donde Lucerys no estuviera.

Esta ala de la mansión se había vuelto su hogar, y cada uno de los objetos pertenecientes a ambos que habían sido recolectado durante sus viajes estaban esparcidos por todo el lugar, montones de tapices que habían coleccionado durante años. Se toma esos momentos de paz para responder cartas, las cuales los anclaban a una vida a la cual no se habían sentido conectados en años. Se encontraba tiñendo su pluma con tinta cuando escucha a Lucerys aclararse la garganta desde su lugar en el escritorio, el cual estaba iluminado con tintes morados que le recordaban a seda teñida.

—¿Crees que hoy sea el día?

Aemond se lo queda mirando por un largo rato y Lucerys le sonríe. Es una sonrisa tímida y frágil, pero llena de expectativa. Se deja caer desparramado sobre la silla y admira como incluso en estos momentos su esposo aún continuaba viéndose como el mismo muchachito que gustaba de fastidiarlo. A pesar de que era mucho lo que había cambiado, Aemond se encontraba muchas veces intentando retener esa esencia tal como cuando quieres ver tu reflejo en el agua ondeante.

—Puede serlo si así lo quieres tú —le dice.

Lucerys se encoge de hombros y mira a través de la ventana.

—Depende de Evening.

—Tú eres su jinete. Él hará lo que le digas.

—Ni siquiera sé si recuerdo cómo hacerlo —responde Lucerys.

Era una respuesta honesta pero triste. Hace mucho tiempo que Aemond había aprendido que era imposible que Lucerys estuviera siempre feliz aún sí el platinado se rompía el lomo para conseguirlo. Habían tenido largas discusiones acerca de las razones por las que eso no tenía nada de malo y estaba perfectamente bien, pero eso no sosegaba el dolor en el corazón de Aemond, y no era para menos. Después de todo, Lucerys tenía un rostro que estaba hecho para ser feliz.

Antes de que Aemond pudiera decir algo, su sobrino se levanta de su lugar y vuelve a tirarse sobre la cama, la cual aún estaba desordenada. Un desastre de colores blanco y un tono de celeste que era similar al de los huevos de petirrojo.

—Ha pasado mucho desde la última vez que monté un dragón —le dice con la voz ahogada por su brazo. El castaño usa su mano libre para acariciar las sábanas y agarrar los hilos sueltos. Solía hacer eso cuando estaba nervioso. Siempre se ponía a jugar con las cosas que estaban fuera de lugar.

—Montas a Vhagar junto a mí todos los días.

—Sabes bien que no es lo mismo. Deja de hacerte el tonto. Sabes que lo detesto —murmura Lucerys mientras observa a Aemond con una mirada tan asesina que el platinado casi se retrae—. Eso solo que no sé si él soportará un viaje hasta King's Landing.

—Todavía tenemos un mes antes de que tengamos que volver a Westeros. Tenemos tiempo para comprobar si tu dragón es lo suficientemente fuerte para lograrlo.

Aemond regresa su atención a la carta que está escribiendo. Era para su hermana, aunque ya no podía recordar qué era lo que estaba escribiendo, así que no tenía sentido continuar. Chasquea la lengua dentro de su boca. A pesar de que a veces no lograba entender los complejos sentimientos de Lucerys, sí comprendía lo que era sentirse impotente. Aemond se esforzaba por ignorar esos sentimientos, pero no siempre lo lograba La incertidumbre de Lucerys por tener que cruzar el Mar Estrecho sobre un dragón tan joven lo preocupaba de la misma forma que al castaño.

Prize -Lucemond-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora