Hace tan solo unas pocas horas que me había despedido de mi padre y de los pocos amigos que tenía. Ya que tampoco era de esas personas que hacían muchas amistades y que se relacionaban con mucha facilidad. Yo era una chica normal, cabezota sin duda, inteligente porque mi cerebro no para de procesar todo tipo de información, rebelde porque jamás me dejo pisotear por nadie, muy poco femenina, ya que en mi armario lo único que podéis encontrar son vaqueros, chandals, deportivas, botas, sudaderas y camisas. No era de llevar vestidos ni faldas. Pero así era yo, especial.
Me había subido al avión y hace cinco minutos que nos habían avisado que estábamos aterrizando. ¿Se supone que alguien tiene que venir a recogerme o tendré que buscar por mi propia cuenta donde se encuentra la casa en la que me quedaría durante el tiempo que esté aquí? Nadie me avisó para eso. Primer problema del día.
Ahora lo único que debía de hacer, es actuar con total normalidad.
***
— Señores y señoras, el vuelo acaba aquí. Ha sido un placer— se escuchó hablar a una de las azafatas.
No le di mucha importante, solo me levanté de mi asiento como todos los aquí presentes hacían y me dirigí a la salida. Eso si antes cogí todo mi equipaje. Dos maletas no muy grandes, ya que tampoco es que tuviera mucha vestimenta.
Me encaminé hacia donde muchos esperaban a sus familiares. Algunos ya se habían reconocido y empezaron a darse abrazos y besos. Ancianos que veían a sus hijos y nietos, parejas esperando a su media naranja, entre más. Se notaba que el verano estaba acabando, pero la calor seguía ahí. Yo solo tenía puesto una camisa de manga corta y unos vaqueros finitos largos. Porque en Nueva York si hacía algo de frío.
Y mi melena estaba recogida en una coleta alta, para no molestarme.
Empecé a buscar con la vista por si veía a la pesada de mi madre, pero no la reconocí por ningún lugar, por más que estuviera observando. Solo veía como se amontonaba la gente y no había manera de reconocer a nadie. El aeropuerto estaba lleno, incluso me era difícil caminar con las maletas a mi lado. La gente empujaba y yo para no quedarme atrás hacía lo mismo. Tampoco me iba a dejar empujar por nadie, más quisieran ellos.
A ver si acabo tropezando y cayendo como una subnormal. No pienso arriesgarme por unos cuantos.
De repente alguien tocó mi hombro, por lo que tuve que girarme. Y de pleno me encontré con un chico de pelo claro no muy largo, su color de ojos eran bastantes claros, vestido con una camisa corta y unos pantalones cortos. Sus gafas de sol estaban sobre su cabeza y me miraba con una sonrisa pícara. Y aquí os presento a uno de los cretinos. Ya que todos los tíos que eran como él, los llamaba como tal.
— ¿Se te ha perdido algo, estúpido?— solté sin medir mis palabras.
Su respuesta fue una carcajada de lo más irónica. Lo que me faltaba.
— ¿Tú eres Kelsey Pettersky?— ¿y este como sabía mi nombre y mi apellido?
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Mala Suerte®
Teen FictionCódigo de registro: 1508094846683 Una chica luchadora, inteligente y que no se deja intimidar por nadie, se ve obligada a permanecer al lado de su madre y su padrastro durante su último año académico. Ya que su padre tenía que viajar por negocios y...