Capítulo 2. Bienvenida con sorpresa

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— Parezco un travesti, tío.


Dije al mirarme de varias maneras en el espejo de cuerpo entero que tenía en la habitación. Me tuve que poner el vestido, que era azul ajustado a mi cuerpo, corto por encima de las rodillas, de tirantes y bastante incómodo. De paso me tenía que poner tacones altos, que nada más pisar mal me podía matar y tener un esguince. El pelo me lo arregló el peluquero que llamó Helen que lo dejo suelto, no le puso mucha cosa porque me negué, ya que lo tenía ondulado y tampoco estaba tan mal. Y de maquillaje, ya que tampoco entiendo mucho, solo rímel y raya negra. Punto y final. Bueno algo de gloss también. Ya sabéis no soy una fanática de la moda.


Y ahora mirarme en el maldito espejo me veía como una puta de esas que siempre un hombre va a las redondas para buscar y pasar una buena compañía. Y también gastándose el dinero en ella. ¿Por qué sabía tanto del tema? Pues películas, ya veís, soy una aficionada al cine.


Yo de esta manera no bajaba ni loca al piso de abajo. Por la ventana pude observar  varios coches en la entrada y el jaleo de abajo ya empezaba a escucharse. 


No quería pasar más vergüenza, porque en el primer día que estoy aquí, ya bastante mal lo pasé, como para seguir con la mala suerte. Y perdida en mis pensamientos, se escuchó a alguien tocar la puerta, menudos pesados eran todos en esta casa. Espero que aprendan a dejar de molestar a la gente, porque si seguían así, pensaba darles una patada en el trasero y que se joroben. Muy graciosa yo, lo sé.


— Está abierto— dije de mala gana.


En ese instante se abrió la puerta y me giré para ver de quien se trataba. Era Dolores, iba vestida más formal que antes. La verdad que era la única persona que me dio buena espina, era amable, cariñosa, inteligente y simpática. Creo que en ella si podría llegar a tomar más confianza.


— ¿Qué pasa Dolores?


— Puede llamarme Lola, si desea señorita— asentí.— Quería avisarla que ya puede bajar, su madre me dio el permiso.


— Bien, ahora bajaré.


Se dio la vuelta para irse, pero le hablé.


— Lola, ¿me veo realmente bien? La verdad que no me siento para nada cómoda.


La anciana se me quedó mirando sorprendida, pero luego acabó sonriendo y echando una leve sonrisa.


— Se ve preciosa y puede aguantar, son solo unas horas— asentí dándole la razón, aunque no estaba muy conforme la verdad.


Pasé una tarde estresante, después de la discusión con la mujer que se hace llamar madre, me quedé en la habitación encerrada y no me digné a salir por nada del mundo. Estaba de lo más cabreada y bueno, Dolores o Lola, me trajo la comida, ¿veís lo amable que es? Al caso, así pasé varias horas de mi vida, bueno también estuve desempaquetando, ya que el aburrimiento me mató.

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