La Milla Dorada

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La inauguración fue genial. La voz se corrió en el vecindario y el restaurante se llenó rápidamente. Gracias a la idea de Dash de dejar congeladas la mayoría del menú, la ayuda de los droides y la nueva mesera, el servicio fue fluido.

Durante semanas fue extraño y muy gracioso ver como mi esposo comenzaba a llevarse bien con todo el mundo llegando a obtener favores y descuentos en los negocios aledaños

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Durante semanas fue extraño y muy gracioso ver como mi esposo comenzaba a llevarse bien con todo el mundo llegando a obtener favores y descuentos en los negocios aledaños. Así pudo conseguirnos seis droides gratis que aunque estaban para desechar, convenció al mecánico de repararlos al precio de dos y a cambio de una cena gratis.

Era como si la suerte le sonriera a donde fuera que fuese sin importar que y obteniendo lo que quería con solo desearlo. Llegué a preocuparme de su constante buen humor pero ahora prefería eso a verlo enojado pues pese a que siempre decía ser muy cobarde, era un monstruo dormido.

Un día en el mercado, un ladrón se metió a la tienda de repuestos electrónicos y le disparó al dueño para salir huyendo empujándome con los bolsos.

Dash se cabreó a tal nivel, que corrió tras el ladrón y lo atrapó para darle una paliza con amenaza de por medio de no tocar lo que era suyo. Se había vuelto loco y si la policía no se llevaba al tipo, de seguro lo mataba.

Sus ojos grises tenían una luz azul que brillaba como si una fisura se reflejara en ellos y me asustó pero al pasar el altercado, el color en sus ojos regresó. Dash pasó a ser de nuevo el hombre que conocía pero sin recordar la trifulca de hacia unos minutos atrás.

Ni mi madre ni yo buscaríamos enojarlo después de eso aunque a él no le molestaba que le echáramos la bronca si hacía algo estúpido, al contrario, el asunto era con los forasteros y no con nosotras. Aprendí que el no era normal y mientras no fuéramos sus enemigos, todo estaría bien...o eso pensé cuando la nueva mesera se puso en plan de coquetearle.

La tal Gianni me cayó gorda. No negaba que era capaz en su puesto pero su interés en acercarse a mi marido me puso de los nervios. Para colmo me había enfermado y bajar para saludar solo para encontrar esa situación, me hizo advertirle que se alejara de el.

Al parecer era medio tarada que no entendió el mensaje porque al cerrar el restaurante en la noche, fue hasta la cocina y lo que le haya dicho a Dash hizo que al instante el le saltara al cuello.

-Bájala!- la sostuvo contra la pared

-Dios, baja a Gia!- mi mamá intentó detenerlo también

-No se atrevan a ir tras mi mujer o mi suegra porque les juro que partiré sus cuellos en dos!- la luz azul en sus ojos volvió a aparecer

-No se atrevan a ir tras mi mujer o mi suegra porque les juro que partiré sus cuellos en dos!- la luz azul en sus ojos volvió a aparecer

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La Razón por la que me casé contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora