Capítulo I

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Estaba tan cansado.

Arrastró los pies como pudo acercándose hasta la entrada de un callejón oscuro y solitario en dónde se dejó caer, y como un animal herido se arrinconó contra la pared para protegerse.
Tenía los miembros entumecidos y los temblores eran cada vez más fuertes, pero sabía que pedir ayuda sería inútil.
Con dificultad tomó los bordes de su abrigo y tiró de él para cubrirse mejor, pero estaba empapado por la nieve, así que suspiró, resignándose al fin.
No había caso.
Sabía que iba a morir.

Exhaló algo de vaho para tratar de calentarse las manos mientras miraba alrededor. El paisaje muerto y gris de un día nevado se desplegaba a sus pies mientras el cielo cubierto por una capa gruesa de nubes apenas se asomaban entre los edificios, lo que hacía que todo fuera aún más deprimente.

«Mala idea escapar en pleno invierno…»

Su vista se fijó en un punto incierto, demasiado aturdido para poder salir del estupor que le provocaba el frío, y sin saber cuánto tiempo había pasado, se sorprendió al encontrarse completamente tendido sobre el piso, mirando de frente hacia el cielo. La nieve lo había cubierto casi por completo, y quizás porque estaba seguro de que moriría de esa forma en unas cuantas horas, se permitió suspirar aliviado: Ya no estaba en ese asqueroso lugar y nadie tocaría su cuerpo… al menos no mientras estuviera vivo.
Sus ojos comenzaron a cerrarse mientras sentía el cansancio de toda una vida en sus párpados.
Estaba aliviado. Y aún así…

«Ojalá… ojalá pudiera vivir un tiempo más…»

Los días nevados siempre le habían gustado por la paz que traían consigo. La ciudad se veía brillante y el silencio solo interrumpido por sus pasos lo hacía sonreír involuntariamente.
El aroma vago de algo recién horneado, algo así como pastel de chocolate llamó su atención, y decidió seguirlo y tomar un nuevo camino para alargar su paseo un poco.
La bolsa de la compra se balanceaba en su mano alegremente justo antes de que girara para ir por un callejón cercano a su edificio y se detuviera en seco.

—Oh… —masculló sorprendido— ¿hay algo…?

Se acercó con cuidado al bulto cubierto de nieve que estaba frente a él para examinarlo mejor, y entonces lo vió: un pequeño mechón de cabello blanco se asomaba entre la nieve.

—¡Mierda…!

Dejó caer la bolsa a un costado y comenzó a cavar para sacar de allí lo que en ese momento creía era un animal.

—¿...un humano? —murmuró casi sin creerlo cuando logró retirar algo de nieve— ¿Cómo es que…? —sacudió la cabeza para interrumpirse a sí mismo, apartando de sus pensamientos la curiosidad creciente, para terminar de desenterrarlo lo más rápido que pudo.

El chico tenía los labios azules por el frío, y parecía que no respiraba, así que apoyó la cabeza sobre su pecho y escuchó atentamente, mientras un sentimiento extraño lo invadía.

Uno.

Dos.

Tres latidos.

Estaba vivo y respiraba, pero no tenían mucho tiempo.

Lo levantó con sumo cuidado, y al ver que no reaccionaba, lo subió a su espalda y se echó a correr sin reparar en la bolsa con sus compras que habían quedado tiradas alrededor.

Probablemente no era buena idea llevarlo a urgencias, pues sabía que los días nevados eran muy ocupados ahí y temía que el chico muriera esperando, así que se apresuró hasta su apartamento.

Subió las escaleras a toda prisa, sabiendo que cada segundo contaba, y en un abrir y cerrar de ojos se encontraban en el cuarto de baño.

Sabía exactamente qué hacer.

Le quitó la ropa empapada mientras llenaba la bañera con agua apenas tibia, y examinó la punta de sus pies y sus manos para asegurarse de que no estuvieran congelados o tuvieran ampollas, pero todo se veía mejor de lo que había imaginado, así que sin perder más tiempo lo metió a la bañera con una leve sonrisa de alivio.

La persona que tenía enfrente no pasaba de los 23 años, y a juzgar por cómo lucía, había tenido un tiempo difícil: estaba extremadamente delgado, con el cabello enmarañado y una apariencia general de descuido, pero Gon podía notar lo atractivo que era.

Lo lavó con cuidado y desenredó su cabello, mientras se preguntaba qué estaría haciendo alguien como él en un callejón un día de nieve.

Cuando sus labios y mejillas volvieron a tomar un color rosado, lo sacó de la bañera y lo envolvió con una toalla para llevarlo a su habitación. Le puso uno de sus pijamas, que por supuesto al chico le quedaba demasiado holgado, y lo metió en su propia cama, sin siquiera considerar que podría haberle ofrecido el sillón.
Sentándose a su lado, esperó, observando atentamente.

Nunca había visto un cabello tan blanco y esponjoso como ese. Parecía hecho de copos de nieve, o de algodón de azúcar, y no pudo evitar sonreír.
El joven se movió levemente, y Gon contuvo el aliento un segundo, como esperando que despertara, cosa que no ocurrió.

—Pensé que había hecho todo bien… —masculló algo decepcionado.

De inmediato se puso de pie y fue en busca de su maletín. Se sentó nuevamente al lado del chico y comenzó a examinarlo con su estetoscopio.

—Debería estar todo bien —musitó al fin—. ¿Sabes? Mi padre me enseñó a hacer este tipo de cosas… como, dar primeros auxilios, o tratar la hipotermia, pero nunca lo había puesto en práctica así que estaba nervioso.

Lo miró como esperando una respuesta, pero este seguía quieto y con los ojos cerrados.

—Despertarás pronto. Ah, claro, no puedes oírme —se lamentó—. ¿O quizás si puedes? Algo así como, ¿entre sueños? De todas formas no tienes que preocuparte, te llevaré al hospital, o puedes quedarte aquí si quieres…

El chico se movió ligeramente hacia un costado, y a Gon le brillaron los ojos por un segundo.

—De verdad quisiera hablar contigo, no entiendo por qué aún no… ¡Ah! ¡Claro! Ya no estás desmayado, estás dormido, ¿Verdad? Eso tendría sentido, tus signos vitales están bien, así que deberías haberte despertado hace un rato.

Gon fijó la vista en su rostro por un momento. Su piel era muy blanca, pero notaba que tenía un tono pálido y enfermizo.

—Debes estar muy cansado… —susurró como para no despertarlo— Bien, no importa. Sé que tendremos tiempo para hablar. Te dejaré dormir aquí en mi cama esta noche, y yo dormiré… eh, no creo que sea buena idea ir a la sala a dormir en el sillón, ¿Qué pasaría si te ocurre algo en medio de la noche…? ¡Ah! ¡Ya sé! Dormiré aquí. Pondré algunas mantas y almohadas en el piso y estaré bien —sonrió resuelto.

A continuación sacó las cosas necesarias de un armario cercano, y se acomodó lo mejor que pudo sobre el piso.

—Solo por esta noche, ¿Está bien? A cambio, mañana tendrás que contarme qué te ocurrió y cómo llegaste aquí —y levantándose levemente sobre la cama improvisada para mirarlo, agregó—, así que más vale que sea una historia interesante.

Historia de Buenos Días (GonKillu AU, Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora