Alana Evans ha estado sola durante 4 años, siguiendo una carrera que no le gusta y con el constante sentimiento de culpabilidad por sus acciones del pasado.
Es exactamente 4 años después cuando dos problemas se presentan en su vida;
1- SourRock lleg...
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El bar de Marty estaba súper lleno cuando entré a este luego de mi turno en mi bar, o bueno, el bar de Matty.
Me puse la capucha en lo que la música entraba en mis oídos. Identifiqué la guitarra de Kate, sonaba más fuerte que la de Kevin porque ella era brusca al tocar, él en cambio era más suave pero lo escuché también a pesar del ruido. Oí una batería y no quise levantar la vista para saber a quien habían encontrado.
«No puedes reclamarles nada, todo fue culpa tuya»
Francy, Dios mío, me daban ganas de saltar del orgullo que me daba. Cómo siempre se escuchaba con fuerza, firmeza, esa seguridad tan característica de él. «Si, soy increíble, lo sé. Todos arrodillense ante mí» ese era él, ese mismo era Francy.
—Somebody come get your maaaan, i think he got lost in my dm's— tomé una mesa de las del fondo, esas que ni la luz llegaba, justo para que si llegaban a voltear hacia aquí no podrían verme.
—¡¿What?!— gritó la gente, sus seguidores, los seguidores de SourRock. Me sobresalté.
—My dm's— escuché su sonrisa mediante su voz, levanté levemente la mirada.
Tenía solo los pantalones puestos, se había quitado incluso los zapatos. La piel de su pecho relucía brillante por el sudor, sus pectorales estaban más marcados que antes y una fina capa de vello dejaba un camino desde su ombligo hacia bajo, perdiéndose en sus pantalones negros. Así que era de esos que se desnudaban en medio de los shows, siempre me lo imaginé de esa forma por lo que no debí sorprenderme pero lo hice de todos modos.
Francisco siguió cantando y mi vista pasó al de rulos detrás de él, a su izquierda y mi derecha. Kevin tenía una camisa blanca, abierta en lo primeros botones dejando ver su pecho pálido. Él también había crecido en estos 5 años, se había cortado un poco el cabello y, a comparación con el rubio, parecía no haber crecido mucho más. Lo miraba con los ojos brillantes mientras sus dedos se movían con fluidez entre las cuerdas de su guitarra, distinta y mucho mejor de la que solía tener.
Seguían juntos.
Sonreí levemente.
La supuesta batería no era más que un cartón negro con un parlante detrás. No habían conseguido otro baterista por lo que podía ver, y por lo mientras esta era solo una sombra detrás de ellos, apenas visible y audible. No me hizo sentir mejor como creí que iba a hacerlo, ver qué no me habían reemplazado.
«Ganas no les faltaba, estoy segura. Es cuestión de tiempo para que consigan a alguien.»
Era verdad.
Era estúpida.
Finalmente, y con el corazón latiendo a mil, pasé lentamente mi vista hacia la castaña de blusa escotada, transparente y repleta de brillos, y con un pantalón violeta enorme que le quedaba hermoso. Su guitarra, sin embargo, seguía siendo la misma de siempre o, si me equivocaba en esa observación, era una muy parecida. Sus uñas estaban cortas y pintadas de negro, sus dedos largos se desplazaban con delicadeza pero seguras por las cuerdas, en forma de una suave reverencia que me hizo recordar a cómo solía tocarme.