12-| Número desconocido

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Comenzaba a hartarme que el bar estuviera tan lleno todos las jodidas noches.

Desde que SourRock había llegado al bar, este se llenaba hasta no dejar mesas desocupadas y había personas que tenían que mantenerse de pie. A estas últimas generalmente las echabamos porque si no no podías circular.

Eso desató diversas peleas con Francisco porque él, claramente, no quería sacar a sus fans de nuestro diminuto bar, ¿Acaso les daría de tomar él? ¿Se encargaría de pedir "permiso" como un condenado? ¿Aceptaría que se apoyaran en él "disimuladamente"? Por supuesto que no, pero "no era su problema".

Así que allí estábamos, con la barra a rebalsar de tanta gente apoyada en esta, manos levantadas por doquier y un olor desagradable porque el lugar no estaba hecho para tanta gente. Las ventanas eran diminutas cómo para ventilar el lugar.

Me sentía asquerosa.

—A mi no me suelen gustar las bandas, Lana— comentó conmigo Don Ezequiel, sin notar lo abrumada que estaba con todo— Pero estos son buenos.

Le regalé una sonrisa tensa de labios cerrados y le entregué lo que era su tercera cerveza.

—Aunque estaría mejor si tocaran a Tan biónica.

Entendí su indirecta de inmediato.

—Intentaré hablar con ellos para que toquen alguna canción, ¿De acuerdo?— me miró con el ceño fruncido, tomé aire lentamente y lo intenté de nuevo— Les diré que toquen al menos 3 canciones, soy muy persuasiva cuando quiero.

—O manipuladora— rio por lo bajo.

—Misma cosa— me encogí de hombros pero me sonrió y terminó asintiendo, bebió de su cerveza pero no hizo amago de dejar propina.

Genial.

Voltee justo cuando Matty salía de la cocina, había escuchado y probablemente visto todo, no pude evitar sentirme insuficiente. Supongo que lo notó porque se acercó a mi con una sonrisa y su barba me raspó el puente de la nariz cuando besó mi frente.

—Es solo una propina, rubia. No te estreses por nada— susurró, me dió un suave apretón en el hombro y se recostó en la barra para admirar el desatarse delante de nosotros— Amo esto.

No podía decir lo mismo.

—¿No crees que hay demasiadas personas?

—Mientras más mejor.

Yo no pensaba lo mismo.

«Eres una mal agradecida»

Eso solo sirvió para que mi humor decayera aún más. No sabía lo que me pasaba esa semana pero me sentía cansada de todo, y no era una simple forma de decir, realmente sentía que podía mandar a la mierda todo.

Cuando llegas y te vas [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora