06-| Lila Blake

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A la cuarta noche que entré al bar alguien ya había utilizado mi mesa, y no era cualquier alguien por lo que no iba a resignarme a sentarme en otra mesa y ya.

Fuí a la barra y me pedí el mismo trago de siempre, Marty ya estaba harto de verme, más por la pequeña amenaza que le había dado la noche anterior, por lo que al dejar mi copa arriba de la mesa se encargó de salpicar mi mano.

—Ups— hubiese sido más creíble si lo acompañaba con una expresión avergonzada o algo parecido, o si tuviera 18 años, no 40.

—Muy amable, Marty— el sarcasmo podía saborearse en mis palabras, saqué un solo billete y se lo dejé enfrente.

—No alcanza para pagarlo— señaló mi trago con la cabeza.

—Por mala atención al cliente.

Me levanté y lo dejé allí sin lugar a réplicas, apretando con rabia el billete que le había dado, mientras caminaba hacia mi mesa.

Mi ropa comparada con la de ella era todo lo contrario. Su vestimenta consistía en un vestido pegado al cuerpo repleto de brillos, unas medias transparentes cubriendo sus largas piernas que aún más largas se veían con los tacones negros que llevaba puestos.

La hija de puta era hermosa, y tenía un cuerpo que me daba rabia el solo hecho de verlo.

No de la mala forma, pero era irritante querer poner mis manos encima de ella. Si fuera cualquier otra persona en cualquier otro bar, con una banda distinta, intentaría ligar con ella y quizás, si tenía suerte, obtener algo más que un beso subido de tono.

Pero la realidad no era así.

Me obligué a no avergonzarme de mis pantalones holgados y mi campera gris tres talles más grande que utilizaba para cubrir mi cuerpo. Ajusté la capucha arriba de mi cabeza y tomé lugar a su lado.

—¿No deberías pedir permiso?

—Estas en mi lugar.

Se volteó hacia mí lentamente, su barbilla recostada en su mano con tranquilidad. Tenía el rostro levemente maquillado, unas sombras de ojos oscuras que hacían parecer sus ojos más verde de lo normal, labios de un color que no sabía identificar por la mala iluminación pero que brillaban.

Mi mirada tardó en apartarse de allí, ¿Hacia cuánto que no besaba a alguien? Meses.

Pestañeó lentamente.

Idiota. Ella sabía lo que me hacía.

—¿Que haces aquí?— pregunté por lo bajo, mientras revolvía mi bebida perezosa con la bombilla.

—Escuché que había una banda tocando aquí, y hace mucho que no salía a tomar algo— explicó encogiéndose de hombros.

Había algo en ella diferente a cómo solía ser en la universidad. No es que pudiera decir mucho, la había visto poco más de dos veces y no en todos había hablado con ella. Pero sus suéteres gruesos y sus pantalones holgados no sé parecían en nada al vestido que tenía puesto.

Cuando llegas y te vas [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora