15-| Montaña rusa de emociones

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Uno de mis pasatiempos favoritos era pasear por un barrio escondido entre callejones en el centro de Lucila, era difícil llegar y estaba escondido por una simple razón

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Uno de mis pasatiempos favoritos era pasear por un barrio escondido entre callejones en el centro de Lucila, era difícil llegar y estaba escondido por una simple razón.

Era ruidoso. Y lo era porque estaba repleto de tiendas de música: ya sea de discos, CD's, o instrumentos, en la mayoría de estos locales podías ir y probar cualquier cosa que te interese, sin verte en la obligación de pagar. Se mantenía "escondido" porque a la gente le suele molestar el ruido...¿Ruido? Para los artistas era música, pero la gente normal jamás lo entendería.

Nunca entraba a ninguno, excepto a los de discos o vinilos porque tenía la suerte de que Lucía para mí cumpleaños me había regalado un toca discos que solía ser de su abuelo, lo encontró en su garage y no tenía dinero como para comprarme algo, honestamente creo que fue la mejor decisión que pudo haber tenido.

Era sábado, había hablado con mi madre por la mañana y la cosa había subido a los gritos. Necesitaba despejarme y esa era la mejor opción, solo que no me sentía con la fuerza de voluntad suficiente como para no entrar... me picaban las manos por tomar unas baquetas de nuevo, aunque fuera solo para tocar un minuto.

En mis oídos sonaba "Nublado" de Paulo Londra y me había memorizado el ritmo con bombillas o lápices, pero no sé sentía del todo adecuado porque no podía evitar sentir este latido en mi corazón que parecía ir más deprisa cuando estaba detrás de una batería.

Cuando llegué a la puerta de una tienda llamada "Skrols" no dudé mucho en entrar, aún con la sangre hirviendo por la discusión con mi mamá. Siempre era lo mismo: no eres lo suficiente buena alumna, tus notas no son lo suficiente altas, tu trabajo no es lo suficiente decente, tu departamento no es suficiente en cuanto al espacio, tu no eres suficiente en lo absoluto.

Me dejaba agotada.

Ahora que lo pienso, probablemente haya hecho eso para de alguna forma romper las reglas que me habían impuesto. Vendieron mi batería para alejarme del mundo de la música y me quitaron la posesión de cualquier otro instrumento que tenía, me habían cortado las alas de raíz. De alguna forma sentía que haciendo eso estaba decidiendo algo por mi misma, estaba eligiendo un camino que ellos no podrían cerrar...aunque jamás supieran lo que yo había hecho ese día.

Ese pensamiento solo incrementó mis ganas de dirigirme a una batería, ellos no sabrían lo que había hecho pero yo sí, y con eso era suficiente. Era suficiente para mí.

«Creetelo por un segundo»

Cierra la boca.

—¿Necesita ayuda?— me preguntó un chico que estaba dando vueltas por ahí, sonreí forzadamente.

—Quería ver una batería.

—¿Alguna en especial? Tenemos Pearl, Tama, Mapex-

—¡Mapex!— lo interrumpí de inmediato, sentí mis orejas arder debajo de mis cascos— Si es posible, por favor.

Cuando llegas y te vas [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora