—Mesa 8 Alana.
—Marchando— dije, tomando la bandeja de la barra y saliendo de esta para caminar hacia la dicha mesa.
El señor Tomson, un hombre grande que probablemente habría sido boxeador de joven, con sus usuales camisas a cuadros que me hacían acordar al señor Miller, y sus vaqueros del mismo tono de celeste. Tenía canas y un anillo de casado. Se veía infeliz la mayor parte del tiempo.
—Señor Tomson, ¿Ya llegó su hija?— pregunté con una sonrisa mientras dejaba su trago en frente de él.
Dato curioso del señor Tomson: siempre prueba un nuevo trago, jamás repite uno.
—Así es, llegó anoche. Mi pequeña princesa— lo ví sonreír mientras tomaba un trago, hizo una mueca y luego negó, sacó su billetera y me tendió unos billetes— Esto no es rico, ten tu propina Alana.
—Pruebelo con limón, mejora el sabor— acepté la propina porque la necesitaba.
Le di una última sonrisa de boca cerrada y me alejé.
Lo bueno de mi trabajo era que me había hecho prestar más atención a las personas y a suponer que era de sus vidas, o saberlo si ellos mismo me lo decían. Leerlos. No tenía mucho que hacer, me encargaba principalmente a lo que limpieza se refería, y llevar tragos. De vez en cuando hacía alguno que otro fácil o servía cervezas, pero solo si había demasiada gente o pocos empleados. Así que, por lo tanto, tenía mucho tiempo para observar.
Era de lo más entretenido leer las vidas de las personas. Si eran casados o no, si estaban felices por esto. Si los habían despedido del trabajo o al contrario, que los habían promovido a un mejor puesto. Si tenían hijos o no, si los querían o si habían metido la pata. Una vez descubrí y presencié como se le juntaba el ganado a una señora, engañaba al padre de sus hijos con un chico de mi edad.
Aunque estaba la parte mala; los comentarios de mal gusto, los malos tratos, la propina de gente con dinero pero que dejaban un mísero billete que no cubría ni la mitad de los tragos que se habían vendido, los apodos.
Carajo, odiaba los apodos.
Chiquita, niña, señorita, tú, chica, entre otros. Dios, mi nombre era Alana y lo tenía en mi placa, o al menos podrían decirme mesera que era lo más parecido a lo que yo era.
De todos modos no me podía quejar, lo tomaba como karma por las cosas que había hecho en el pasado.
—Parece que tendremos una buena noche, Matty— solté mientras dejaba la propina dentro del tarro de estás, el hombre de 43 años me miró con una sonrisa gigante.
Me recordaba un poco a Jason, siempre sonriendo.
—Así es rubia, y si todo sale como tengo planeado será incluso mejor la siguiente semana. Te voy a necesitar más que nunca, mi mesera estrella.
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Cuando llegas y te vas [LIBRO 2]
RomantikAlana Evans ha estado sola durante 4 años, siguiendo una carrera que no le gusta y con el constante sentimiento de culpabilidad por sus acciones del pasado. Es exactamente 4 años después cuando dos problemas se presentan en su vida; 1- SourRock lleg...