Las dos confiesan

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Fugaku Uchiha miró a Shikamaru Nara, aquel muchacho que, cuando fue promovido, aún era un novato prometedor y ahora ostentaba el cargo de detective en la sección de homicidios y, según entendía, la mano derecha de Itachi.

Seguía siendo un muchacho, pero había algo en la expresión de su rostro que le daba un aire mayor, como si un siglo de revelaciones del universo hubiese pasado por encima de él.

—Capitán, director, perdón, señor.

—¿Qué sucede? —preguntó, preparándose para lo peor, sintiendo una poderosa opresión en su pecho. Claramente no era una visita social.

Shikamaru profirió algo como una risa, pero en lugar de ofenderse, Mikoto puso las manos sobre sus hombros, tratando de calmarlo.

—Perdóneme, capitán, señor, es que no sé por dónde empezar, bueno, nadie está herido, pero...

Como mejor pudo, torpemente, aunque con una cantidad impresionante de detalles precisos, algo que lo caracterizaba desde la academia, realizó un reporte verbal, sintiéndose extraño por incluir risas en obscuridad.

Esperaba que el siempre regio, poco expresivo y generalmente mal humorado hombre lo mandara directo y sin escalas a la consulta de un psiquiatra. Sin embargo, no pudo más que desfallecer cuando, en lugar de eso, se giró hacia su esposa preguntándole si lo ocurrido tenía relación alguna con lo que estaba haciendo desde la mañana.

La mujer rompió a llorar pidiéndole a Hinata que preparara sus cosas, que irían al hospital con Sakura.

—Esto es culpa mía —susurró una vez que la muchacha los dejó solos.

Fugaku endureció la mirada

—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó.

—¡Esa chica solo jugó con nuestros hijos! —chillo, sin dejar de llorar—¡Ni siquiera le importó lo que pasó! ! ¡Sasuke estaba vivo cuando se lanzó sobre Itachi!

El hombre resopló removiéndose en su sitio ya que la inmovilización de la pierna no le permitía levantarse y empezar a caminar de un lado al otro de la habitación.

—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó de nuevo.

Mikoto respiró profundamente.

—Envíe a nuestro shikigami más fuerte para arrebatarle su felicidad...

—¿Izanami? —preguntó Fugaku. Ella asintió.

—Tienes que detenerlo.

—No puedo, ya lo intenté, lo he intentado desde que sé que Sakura está embarazada.

—¿Embarazada? —preguntaron a la vez los dos hombres.

Fugaku volvió a resoplar, comprendiendo que sus largas sesiones de adivinación se debían a eso, tal como había hecho para confirmar sus propios embarazos. Volvió a moverse, y esta vez no se quedó en intento, consiguió levantarse. Oscamente le pidió las muletas a Shikamaru y este, aún confundido por lo que acaba de escuchar, se las pasó.

—¿A dónde vas? —preguntó Mikoto con la voz quebrada.

—Vamos —respondió enfatizando la palabra en plural—, a salvar esta familia. Shikamaru, necesito que me traigas unas cosas de mi habitación.

El joven detective obedeció.

Se encontraron con Hinata mientras dejaban la casa y se unió a ellos en el viaje. En el camino hacia el hospital, únicamente se escuchó a Fugaku hablando por teléfono, tratando de convencer a alguien al otro lado de la línea de que su futura nuera debía de permanecer aislada, en la zona más alejada y que iba en camino.

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