13. 𝙴𝚕 𝚍í𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚎 𝚛𝚘𝚖𝚙𝚒𝚎𝚛𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣ó𝚗

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A principios de su segundo año de universidad, mi idea de que Tyler estaba cambiando se reforzaba a pasos agigantados. Aunque intentaba mantener en su esencia, me molestaba que esa pasividad que tenía frente a los problemas ante las injusticias en el instituto se había reforzado de repente.

Tyler estaba pasando por una secuencia de problemas ligado al estrés de los exámenes, los resquicios de nuestra pelea, y las heridas que se abrían cuando nuestras llamadas por teléfono poseían numerosos silencios que se alargaban por minutos. Era difícil dejar pasar por alto ese detalle que lo estaba cubriendo de nubes negras y, a mis ojos, dejaba de brillar con la misma intensidad que yo observaba de niño.

Pensé que el amor era la solución a cualquier problema de pareja, de todas las clases, pero iba a descubrir muy pronto que a veces el amor no era siempre lo bastante fuerte para atravesar todas las problemáticas que se cernían en la vida de dos personas separadas en caminos opuestos.

Mario me había llevado a ver a Tyler porque últimamente lo notaba menos bromista y casi no se reía, así que me hizo el favor de seguir guardándome el secreto de que Tyler y yo éramos novios. Mario, en el coche, sólo me dijo que a veces las parejas pasaban por momentos difíciles, que siempre habían situaciones incómodas, y que el tiempo y una conversación podría esclarecer todo lo que en ese momento se viera como algo malo o difícil. Sin comunicación, nada podría avanzar.

Me dejó cerca del edificio y me dijo que lo llamara cuando estuviera preparado para volver, que él aprovecharía para conducir al pueblo de al lado y comprar algunas cosas y aprovechar el día libre que le había conseguido.

Seré honesto: Tyler, a ojos de muchos, estaría mostrando un aspecto realmente espantoso. Todo su cabello rubio estaba revuelto y tenía ojeras de color malva bajo sus bonitos ojos azules, pero estos no brillaban tanto como era común. Su barba se la había dejado un poquito más larga, lo que le daba unos años más a su aspecto, y cuando me vio tembló. Él sabía que yo iba a ir a verle, pero al mismo tiempo pensaba que le haría sufrir con una espera mayor.

¿Por qué hacerle daño, cuando Tyler Sunshine era el amor de mi vida, y habíamos vivido cientos de aventuras?

¿Desde cuándo el amor era capaz de hacer daño deliberado a la persona que querías abrazar, besar y sentirla en cada minuto de tu día a día?

No me importó su aspecto. Tyler siempre sería el chico que más amaría por siempre, sin importar lo arrugada que tuviera la piel de viejo, le faltaran dientes antes de llevar dentadura postiza o tuviera el cabello repleto de canas blancas entrelazadas con las rubias. Tampoco me importó dar un paso al frente de su habitación, cerrar la puerta tras de mí, y tomarle de la cara para que nos diéramos un beso que alargamos por eternos minutos hasta caernos en la cama.

Nos desvestimos con ansias, aunque nuestro corazón doliera por los problemas que vivimos; le llené el cuerpo de besos desde la cara hasta los tobillos, le comí el culo hasta que sus gemidos tuvieron que ser asfixiados por su almohada y me enterré en su cuerpo para que su ansiedad se transformara en placer. No dijimos ni una sola palabra durante todo el proceso. Sólo nos dimos aquello que necesitábamos dar en ese momento, que los cuerpos se unieran y Tyler me terminara cabalgando hasta dejarme lleno de sudor y restos de colonia en su ropa de cama. E incluso lo hicimos una segunda vez, pero en esta ocasión él fue la parte activa y me permitía apretarlo contra mi cuerpo y escucharle jadear hasta que el cuerpo cedió y cayó sobre el mío.

No es que utilizáramos el sexo como una tirita para evitar nuestros problemas, pero sí ayudaba a que los nervios y la tensión acumulada fueran menos resistentes.

─Llevas un tiempo muy raro, Tyler ─le confesé tras unos minutos tumbados en la cama. Nos habíamos limpiado y puesto la ropa interior, más que nada para que el roce no volviera a caldear los cuerpos─. ¿Qué es lo que te pasa? Sabes que puedes contarme todo lo que te aflige, aunque no tenga tantas respuesta como sueles tener las tú.

𝕮𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝓐𝚖𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝚖𝚒 𝓥𝚒𝚍𝚊 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora