15. 𝙴𝚕 𝚙𝚎𝚍𝚊𝚣𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚛𝚎𝚌𝚘𝚐𝚒𝚎𝚛𝚘𝚗 𝚍𝚎 𝚖í

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Algo curioso de que te rompieran el corazón, era que los pedazos de éste se desprendían metafóricamente en forma de pregunta. Algunos pedazos estaban impregnados de decepción, dolor, miedo o duda; y luego estaban esos pedacitos brillante que seguían adherido a los demás, recordándote que tarde o temprano tenía que pasar. Que era mejor experimentarlo de joven, antes que de viejo.

En ese momento yo no entendía como Tyler podía decirme que era el amor de su vida y dejarme marchar, partir nuestro camino en dos e irse por el suyo propio tras levantar una muralla para que no cruzara. No quería comprender como pasó todo de un modo tan abrupto. Quizás por esa razón no fui directamente a por Dae y lo arranqué de su vera para llevármelo a casa, pues en el fondo una pequeñita parte de mí se aferraba a la idea de que si hacía eso jamás podríamos volver a juntarnos nunca más.

Que te rompieran el corazón era horrible, no pensaba que existiera un dolor tan atroz.

Se parecía mucho a la sensación de que te abrieran el estómago con un cuchillo sin anestesia, te arrancaron los sentimientos, y los intercambiaran por carbón ardiendo al rojo vivo. Suturarían el corte, dejarían que te quemaras por dentro, y tu cerebro no dejaría de actuar como una locomotora hasta anegar tu mente de preguntas sin respuestas lógicas. Era la peor sensación del mundo. 

Lloré bajo la lluvia de ese día, aguanté todo lo que pude en el camino a casa, y directamente me largué al mirador durante el crepúsculo para lanzar al vacío el grito más fuerte y desgarrador que deseaba expulsar de mi cuerpo hasta que me doliera la garganta. Vaya si grité. Y también lloré mucho más mientras me acuclillaba frente al asiento de piedra en el que Tyler y yo mirábamos el mar durante horas.

Mario tuvo que recogerme, ya que mi padre estaba muy preocupado al no verme llegar a casa en el momento que la luna creciente estaba siendo invadida de gruesas nubes negras de tormenta. Me levantó con toda la fuerza que tenía, y me abrazó sin pronunciar ni una palabra. Su mano, siempre áspera por el trabajo que realizaba muchas veces con mi padre o labrando su pequeño huerto, frotaba mi espalda para que vaciara mi tanque de lágrimas y así mi padre no preguntara demasiado al respecto.

Después de esa noche, pasé días sin hacer absolutamente nada de provecho y Bada se tumbaba en mi cama para que la acariciara. Verla me hacía recordar a Dae y, a consecuencia, a Tyler. Me pregunté si ella también se sentiría triste al saber que pasaría un tiempo sin poder jugar y correr con su compañero favorito; si sería capaz de dejar de mirarme con esos ojos azules que parecían supurar lágrimas al verme de esta guisa. 

Papá me preguntaba, yo me mantenía callado, y Mario sólo decía que me diera tiempo de sanar.

A lo mejor eso fue suficiente para que me dejara en paz.

No fue hasta que pasó todo junio cuando una mañana miré el corcho lleno de fotos, un saquito de arena de la playa y un puñado de conchas, cuando me abofeteé las mejillas y me levanté con los ojos rojos por el llanto y la cabeza embotada. Me recordé que en los libros también la gente sufría, existían rupturas, el tiempo que tanto miedo daba conceder tenía que realizarse, y la vida de los protagonistas seguiría de una forma u otra. Yo era, asimismo, un protagonista también y debía de concentrarme rejuntar los pedazos hasta que mi corazón volviera a bombear con algo de calma en lugar de provocarme dolor y lágrimas.

En Junio lloré todo lo que sentía, en julio lloraba un poco menos pero todo dolía cuando volteaba y un recuerdo me asaltaba, en agosto Bada me guiaba por caminos nuevos y a veces se quedaba sentada en la zona de construcciones para que viéramos a esa gente avanzar. Algunas cosas ya estaban completas y otras a duras penas comenzaban. Quizás fue ahí cuando comprendí que las relaciones eran como una de esas casas: Tarde o temprano tendrían grietas y si no tenías experiencia con ellas, debías de aprender a taparlas para que la casa no se cayera a pedazos en el futuro.

𝕮𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝓐𝚖𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝚖𝚒 𝓥𝚒𝚍𝚊 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora