No fui del todo consciente de mi propia existencia cuando, la madre de Tyler, me informó de su muerte. Me largué corriendo ignorando todo lo que me rodeaba, dejándola muy confundida por mi reacción. Ni siquiera sabía si había cerrado la puerta de casa. Lo único que quería hacer era huir lejos, alejarme de la playa para que su recuerdo no me aplastara; por eso elegí el bosque al otro extremo del pueblo aunque el cielo se hubiera plagado de nubes por una tormenta de verano. Me pregunté, durante todo el largo trayecto, si de verdad todo era una simulación o un extracto de pesadilla.
Había perdido a mi padre.
Había perdido a Dae.
Había perdido a Tyler.
Tres muertes encadenadas en un mes que, en mi pasado, no hubiera imaginado vivir porque todos mis veranos solían ser divertidos y llenos de hermosos recuerdos que siempre atesoraría entre fotografías, vídeos y pensamientos.
Incluso me pregunté siquiera si el tiempo que había pasado entre los eventos eran culpa mía: Si no le hubiera dicho a mi padre que participara en otros concursos, a lo mejor seguiría vivo; si no le hubiera hecho cambiar a Tyler de idea para alejarlo de la música, a lo mejor habría tenido que hacer las prácticas en otro lugar; si hubiera estado más pendiente de Dae, a lo mejor sólo el tiempo hubiera sanado su pena.
No lograba entender porqué todo esto me estaba pasando a mí, mientras las ramas bajas de los árboles me abofeteaban en la cara y yo las apartaba con las manos con resto de mis lágrimas. Quería encontrar alguna señal, alguna respuesta. Necesitaba algo, lo que fuera, para que este dolor en mi pecho dejara de hundirme cada vez más en este efecto vacío que acentuaba cada dolencia de mi ser.
¡Quería creer que todo esto era falso! ¡Quería despertar!
Pero simplemente mis piernas decidieron toman el mando y dejarme llevar de forma errática y sin ninguna orden para dejarme caer de rodillas en el suelo húmedo y lamentar mi pena. Sólo podía temblar, dejar que las lágrimas crearan líneas acuosas sobre mis mejillas y se mezclaran con mi barba negra, al mismo tiempo que sentía la pesadez del vacío y la incomprensión.
Sin embargo, mis piernas a duras penas necesitaron varios minutos para dejarme exhausto en la linde del bosque, donde a lo lejos podían verse las altas vallas de metal y la ausencia de trabajadores porque ya conocían cómo de intensas que eran las lluvias en este pueblo. No podía creer que todo mi mundo se hubiera roto, todas las cartas se habían estancado para no ser continuadas, las fotografías no seguirían llegándome a mi buzón o mi teléfono móvil, ya no podría escuchar ninguna de sus voces, ya no podría obtener una sonrisa —o un ladrido, por parte de Dae—, y todo el futuro que se estaba cociendo terminó derramándose en el suelo.
Miré en dirección al manto de hojas que se mecían con el inicio del viento mientras me hacía muchas preguntas. ¿Por qué todo terminó así? ¿Por qué tenía que sufrir tanto? ¿Por qué el amor de mi vida no volvería conmigo en navidad? ¿Por qué Bada tendría que sufrir la misma pérdida que yo, al estar Dae muerto? ¿Por qué no podía ser feliz? Al parecer todo tenía que quedarse así, entre preguntas sin respuestas, y aceptando que la pérdida era lo único que tendría que aceptar aunque me sintiera cada vez más hundido en este pozo de desesperanza, desolación y la pérdida de futuros deseos que no se volvían realidad.
Todas mis emociones eran intentas y dolorosas.
Quizás ya todo había perdido el sentido en este punto, y jamás volvería a ser feliz. Todo se había roto, parecía una red maliciosa que esperaba el momento de que mi futuro se resquebrajara como el cristal de un espejo y los pedazos se reventaran en el suelo.
No podía ser cierto. No quería creerlo, eso no.
Pero anduve de nuevo por largo tiempo y volví a perderme mientras me internaba por distintos parajes, donde la maleza parecía a veces más frondosa, a veces más dañina y otras veces más escasa. Los segundos se transformaron en horas y las horas me dieron la sensación de que fueron semanas, cuando en realidad habrían pasado un par de horas a la larga y yo estaba entrando en una vorágine de histeria.
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𝕮𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝓐𝚖𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝚖𝚒 𝓥𝚒𝚍𝚊 [También en Inkitt]
Non-Fiction[Libro Independiente] Cameron Hudson y Tyler Sunshine son, los que los románticos calificarían, como el amor de la vida del otro. Con historia, con recuerdos, con peleas, con caminos que se separan hasta volverse a juntar... pero también lágrimas, c...