Saray
—¡Tía, esto es la ostia! —Coral se tiró sobre la que sería su nueva cama. Yo dejé mi maleta al lado de la mía, me senté y suspiré.
Acabábamos de llegar a la residencia universitaria de la facultad de medicina veterinaria de León.
Me hacía muchísima ilusión. Por fin iba a estudiar lo que siempre había querido, pero, no pude evitar pensar que, en ese mismo instante, podría haber estado con Marco, en Madrid.
Borré rápidamente ese pensamiento. León estaba genial. Además, Coral iba a estudiar la carrera en León sí o sí, y no hay mejor cosa que estudiar en la universidad con tu mejor amiga.
Miré el reloj, eran las once y media. Carlos, el recepcionista, nos había recibido y enseñado la residencia.
Nos explicó que el pasillo derecho era el de las chicas, y el izquierdo el de los chicos. Era todo bastante rústico, la entrada tenía sillones de madera con cojines verde pistacho. También había varias máquinas expendedoras, muchos cuadros, entre otras cosas.
Me paré a observar con detenimiento la que sería nuestra habitación durante varios años.
Era rectangular. Las paredes eran de un tono café, al igual que el suelo, que gran parte lo recubría una alfombra redonda. Había varias estanterías, dos escritorios y armarios. Todo marrón, ni un ápice de color. Justo enfrente de mi cama había un pequeño baño con lo básico y, a la derecha, un rincón con un frigorífico y un microondas.
—Bueno, creo que hay que darle un poquito de color a esta habitación —habló Coral, sacándome de mi mundo.
—Sí, la verdad, un poco de decoración no estaría mal.
—Decidido, mañana nos vamos de compras —dijo emocionada—. He visto que hay un Ikea cerca.
Nuestros perros olisqueaban todo con curiosidad. Kiara, que es la perra de Coral, es un Golden retriever.
Ares, mi pequeño border collie, se subió a la cama y empezó a darme con la patita.
—¿Te gusta la habitación? —pregunté. Él giró la cabeza hacia la izquierda y me reí. Me encantaba que hiciera eso.
Deshicimos las maletas. Coral eligió el armario más grande. No me importaba, ya que yo me había quedado con dos de las tres estanterías. Ahí podría dejar doblada la ropa que no me entrase en el armario, junto a los libros que había traído, que no eran pocos.
Casi una hora después terminamos de colocar todo. La habitación parecía otra. Coral colgó unas luces led que había traído de casa, le daba un toque más... más nuestro.
Mi cama estaba justo debajo de la ventana, pegada a la pared. Me acerqué para sentarme.
—Saray, ¿te quedan snacks? —preguntó mi mejor amiga mientras revisaba su mochila.
—Coral, cariño, te has encargado de zampártelos todos durante el viaje.
Ella resopló con aire dramático.
—Me voy a morir de hambre —dijo, lloriqueando falsamente.
—Sabes que hay unas maravillosas máquinas expendedoras en recepción, ¿verdad?
Dejó de lloriquear para empezar a sonreír mientras me miraba y se acercaba a mí.
—Saray, ¿sabes qué? estás guapísima hoy, como todos los días, y esos pantalones te hacen un culazo impresionante.
Suspiré. Estaba claro que fuese yo a comprar.
—¿Qué quieres?
—Kitkats, por fi —respondió—. Eres la mejor.
Puse los ojos en blanco y me giré hacia la puerta.
Cuando me dispuse a salir, Ares se coló por la puerta. Quería venir conmigo.
—Vale, pero no te muevas de mi lado —dije.
Nos dirigimos hacia las máquinas expendedoras. No estaba prestando mucha atención a Ares, ya que siempre me hacia caso y nunca se alejaba de mí.
Pero cuando las barritas estaban por caer, escuché la puerta de entrada abrirse y a Ares salir corriendo hacia allí.
Lo seguí con la mirada y lo que vi me dejó helada.
Estaba allí. Era él.
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El resurgir de las cenizas (Déjate llevar, 2)
Teen FictionHa pasado un año desde el día en el que ellos dos se separaron. Desde el día en el que Saray dejó de sentir. Desde el día en el que el corazón de Marco se rompió por completo. Desde entonces, Saray ha utilizado a chicos para superar su ruptura con M...