Saray
Era nuestro último día antes de empezar la universidad. Teníamos muchísimas ganas.
Coral y yo madrugamos un poco. Nos despertarnos entorno a las nueve y media para bajar a los perros, desayunar en una cafetería y después coger el coche e ir al primer Ikea más cercano que nos indicase Google Maps.
De nuevo, mientras paseamos a los perros, volví a ver a Marco. Me puse hecha una furia, pero, al volver a la habitación y mantener una conversación calmada con Coral, empecé a aceptar que iba a verle muchas veces al día. Estudiábamos lo mismo, era una tontería no aceptarlo. Pensé que, mientras no se le volviera a ocurrir dirigirme la palabra, todo iría bien.
Dejamos a los perros en la habitación y nos dirigimos a desayunar a la cafetería que estaba en frente de la residencia.
—Me voy a comprar muchísimas velas —dijo mi amiga mientras montábamos en mi coche—, no puedo vivir sin velas. —Suspiró.
—Pues yo compraré decoración variada, supongo que algún cuadro o algo.
Cuando llegamos, aparqué justo en frente de la puerta y entramos. Coral parecía una niña pequeña en una juguetería.
—Mira esto que bonito. —Señaló unos cuadros de gatos—. Ala que cucada, mira estos otros.
Cogía cada cosa que veía. Se tiró encima de una cama que había de muestra.
—Señorita, creo que ya tiene edad suficiente como para saber que eso no es de muy buena educación. —Nos llamó la atención una señora que también estaba comprando. Aparentaba unos cincuenta años, era rubia y muy alta.
—No me han llamado la atención, por lo que seguiré haciendo lo que me plazca, y si le pica, se arrasca —contestó Coral.
Fulminé con la mirada a mi mejor amiga antes de girarme hacia la pobre señora.
—Perdone, hay veces que se la va la pinza y no sabe comportarse.
La señora la miró con mala cara. Después posó los ojos en mí. Solo asintió y se fue.
—¿Eres tonta o qué te pasa?
—Chica, que no se meta donde no la llaman, ahora estiro las sábanas y todo como nuevo —rio ella.
—Ya te vale, tía.
Nos dirigimos a la caja. Coral, literalmente, se llevaba media tienda y mil velas; en cambio, yo sólo un par de cosas. Unos cuadros, varios organizadores para el escritorio, un par de plantas artificiales y dos cojines, ya que la cama únicamente con la almohada estaba muy sosa; y también una colcha que conjuntaba con los cojines.
Descargamos todo con la ayuda de Aisha y Dana, que nos habían visto llegar desde la cafetería.
—Ay, ¡me encanta este cuadro! —exclamó Aisha, alzando el cuadro en el que había dos perritos en blanco y negro. Eran dos yorkshire terrier.
—Me recuerdan mucho a mi perra... —Una sonrisa triste gobernó mi rostro. Murió a causa del cáncer. Desde entonces he querido ser veterinaria, y pensaba conseguirlo costara lo que costara.
Por ella. Y por todos esos animales a los que podría salvar.
***
—¡SARAY QUE LLEGAMOS TARDE!
Me desperté desorientada, aún no me había acostumbrado a estar allí.
—¿Qué? —pregunté bostezando.
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El resurgir de las cenizas (Déjate llevar, 2)
Teen FictionHa pasado un año desde el día en el que ellos dos se separaron. Desde el día en el que Saray dejó de sentir. Desde el día en el que el corazón de Marco se rompió por completo. Desde entonces, Saray ha utilizado a chicos para superar su ruptura con M...