Marco
Al verla con aquel chico, una ola de celos me invadió. No tenía derecho a sentirlos después de todo lo que la hice, pero no lo podía evitar.
Saray no quería saber absolutamente nada de mí. La entendía, yo tampoco querría saber nada de mí si estuviese en su lugar. Pero tenía que contarla la verdad.
Me quedé mirando como se marchaba corriendo. Estuve a punto de ir tras ella, pero eso solo habría empeorado las cosas.
Volví a la fiesta junto a Dan y los otros chicos, Bruno y Enzo. Eran gemelos, los había conocido horas antes de la fiesta.
—Ey, tío, ¿dónde estabas? —preguntó Enzo.
—Estábamos a punto de ir a buscarte —dijo Dan, poniéndome una mano en el hombro—. Nuestras amigas se han ido, una lástima, me había gustado una.
—He tenido que ir a hacer una cosa. Ya está.
Me miraron, poco convencidos, pero decidieron dejar el tema.
—Bueno, chavales, yo me piro, estoy muy cansado —dije minutos después.
—Me voy contigo —Dan chocó la mano con los gemelos y después lo hice yo.
Eran las cinco y media de la mañana. Durante los primeros metros del camino mantuvimos silencio, hasta que Dan habló.
—Marco, tío, ¿seguro que estás bien?
—Sí, no te preocupes, es solo que me he reencontrado con... una vieja amiga.
—Ah, vale. —Le miré y, como en la fiesta, no parecía convencido.
Me caía super bien, pero tenía miedo de contarle todo y que pensase que era una mierda de persona. Que lo había sido con Saray.
Al entrar en nuestra habitación, nuestros perros estaban dormidos, pero al escucharnos, despertaron.
Fui al baño antes de ponerme el pijama y acostarme.
***
Al día siguiente, me desperté con lametones de mi perro, siempre hace eso cuando quiere salir a pasear. Miré la hora en mi móvil. Eran las ocho y media de la mañana.
—¿Enserio no me vas a dejar dormir en mi último día de libertad? —susurré, ya que Dan seguía dormido.
Me levanté y me dirigí al baño para despejarme. Tenía ojeras. Había dormido poquísimo. Rebusqué en el armario y me puse lo primero que vi, cogí mis auriculares inalámbricos y salí junto a Kaos de la habitación, dejando al pobre Aslan mirando con ojos de pena a su dueño, esperando a que lo sacara también.
Salí de la residencia y una suave brisa chocó con nosotros. No hacía mucho frío, pero agradecí haber cogido una sudadera gordita.
Decidí investigar el campus. Había varias tiendas, cafeterías, bibliotecas y más lugares de ocio. Llegué a una zona alejada, donde prácticamente no había nadie. Había varios bancos, rodeados por árboles, cuyas hojas tenían un color verde amarillento.
Me gustaba. Mucho.
Solté un rato a Kaos para que pudiésemos jugar con su pelota. Le encantaba que se la tirase y traérmela de nuevo.
Me senté en uno de los bancos y contemplé todo lo que me rodeaba. Cuanto más miraba, más me gustaba. Las hojas de los árboles comenzaban a cambiar de color a un amarillo anaranjado. El otoño estaba empezando.
Me encaminé hacia la residencia a las diez de la mañana. Había mucha más gente que una hora antes paseando a sus perros.
Noté que Kaos se puso más nervioso. Alcé la vista y, a varios metros, distinguí la figura de Saray. Estaba junto a Ares, que, en cuanto nos vio, empezó a tirar de su dueña.
Justo en ese momento, nuestros ojos conectaron, y esa corriente eléctrica, que solo ella podía provocar en mí, me recorrió todo el cuerpo. Enseguida trató de darse la vuelta, pero nuestros perros no paraban de tirar, y he de admitir que no puse resistencia.
Estaba preciosa. Llevaba puesto una sudadera negra con unos pantalones cargo azul marino. Nunca se los había visto puestos, la quedaban perfectos.
Me acerqué, nervioso. Nuestros perros se saludaron y yo aproveché para mirarla. Evitaba mirarme de todas las maneras posibles.
—Hola, Saray. —Mi voz salió ronca.
Ella suspiró y sus ojos ascendieron hasta los míos. Parecía más calmada que el día anterior, pero seguía derrochando enfado.
—Marco, ayer ya te dije que no quería hablar contigo.
—Creo que va a ser difícil si vamos a estudiar lo mismo. —Intenté bromear, sin éxito.
—No sabes lo poco que me importa —respondió con ironía.
Se dio la vuelta y desapareció con Ares por la esquina de la residencia.
Suspiré con tristeza y entré. Solté a Ares en cuanto abrí la puerta de la habitación. Dan seguía dormido, así que me tumbé en mi cama.
Abrí los ojos y miré a mi alrededor. Dan no estaba. Por lo que supuse que me había vuelto a quedar dormido.
Miré la hora en mi móvil, era la una y media. Dan me dijo que abrían el comedor de dos a tres y media, por lo que le esperé para ir a comer juntos. También vinieron Bruno y Enzo.
Nos sentamos en una de las mesas libres que había.
—Nos dividimos, dos se quedan cuidando la mesa en lo que los otros van a por la comida —comentó Enzo.
Al final fueron primero los gemelos. Nos quedamos Dan y yo en la mesa.
Me paré a observar bien el comedor, era bastante acogedor. Todo era de madera, se alternaban los tonos marrones, pero absolutamente todo era madera.
Echando el último vistazo, sentí la puerta abrirse. Dirigí la mirada hacia ella.
Mierda.
Estaba Saray, rodeada de tres chicas. Una de ellas era la novia de mi mejor amigo, Coral, que fue la única en darse cuenta de que estaba allí.
Me ignoró completamente, no sin antes echarme una mirada de advertencia.
—Marco, tío, despierta. —Dan chasqueó los dedos en mi cara—. Cualquiera diría que has visto un fantasma.
—Parecido. —Reí, sin ganas.
—Mira, no te conozco mucho, pero me pareces un tío de puta madre. Y creo que te pasa algo, si necesitas hablar, estoy dispuesto a escucharte y a ayudarte.
Era verdad. A penas nos conocíamos de unas cuantas horas, pero Dan me transmitía mucha confianza. Por lo que, resumidamente, le conté todo lo que había pasado con Saray.
—¿Cuál has dicho que era la dirección de ese plasta? Uno de estos maravillosos puños se va a estampar con esa cara de gilipollas que tiene.
Sonreí débilmente. Él puso una de sus manos en mi hombro.
—¿Te doy un consejo? —Asentí como respuesta—. Sí tanto la quieres como me acabas de decir, lucha por ella, tío.
—Lo voy a hacer. —Desvié la mirada hacia donde se encontraba sentada junto a sus amigas. Estaba riéndose, feliz—. No pienso volverla a perder.
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El resurgir de las cenizas (Déjate llevar, 2)
Teen FictionHa pasado un año desde el día en el que ellos dos se separaron. Desde el día en el que Saray dejó de sentir. Desde el día en el que el corazón de Marco se rompió por completo. Desde entonces, Saray ha utilizado a chicos para superar su ruptura con M...