Capítulo 11

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Marco

No podía evitarlo. Me molestaba que ese chico estuviese intentando ligar con Saray. Me hervía la sangre.

Suspiré y traté de relajarme, no tenía motivos para ponerme celoso. Saray y yo no éramos nada, y todo por mi culpa. No tenía ningún derecho a molestarme.

Con el paso de los días me acostumbré a no intercambiar ni una sola palabra con Saray. Aunque sí miradas. Muchas miradas. Acompañadas de escalofríos y los vuelcos al corazón que me daban cada vez que nuestros ojos se encontraban.

Quería acércame a ella. Aunque fuera poco a poco. Pero, Saray no estaba por la labor. Me evitaba a toda costa. Hasta que llegó el día en el que el destino se posicionó a mi favor.

—Chicos, ya tengo las parejas de los trabajos y la gran mayoría de las prácticas de este cuatrimestre, han sido hechas totalmente al azar. —Nos informó nuestra profesora Elisa.

Fue diciendo nombres, hasta que llegó al mío.

—Marco Gártega, su compañera será Saray Rodríguez.

Sentí una mezcla de felicidad y nervios, pero esa felicidad se esfumó al ver la cara de terror de Saray. La leve sonrisa que se formó en mi rostro decayó. Estaba claro que ella no quería trabajar conmigo.

Al acabar la clase, vi cómo Saray esperaba a que nos fuésemos todos para hablar con la profesora.

Salí de la clase, había quedado con Dan para ir a comer. Pero me paralicé al escuchar hablar a Saray.

—¿No cabe la posibilidad de cambiar de pareja, Elisa? —preguntó.

—Lo siento, Saray, pero no. No sé si habréis tenido algún tipo de problema tu compañero y tú, pero dejadlos de lado y trabajad en equipo, es una parte fundamental de la carrera.

—Pero...

Me asusté cuando un dedo dio golpes bruscos a mi espalda.

—¿Se puede saber qué coño haces? —preguntó Coral, claramente molesta.

—Estaba...

—¿Sabes qué? Me da igual, solo quería preguntarte una cosa.

Me sorprendió, pero, asentí en señal para que hablase.

—¿Realmente sentiste todo aquello que la dijiste?

Mi corazón dio un vuelco al escuchar eso. Recordar todo lo que pasó aquella tarde de septiembre me entristecía y me enrabiaba a partes iguales.

Pero sobre todo recordar la cara de Saray. Me rompía por dentro. Y obviamente todo lo que la dije fue mentira. Para nada lo sentía. No supe gestionar todo lo que vino de golpe y opté por la solución fácil, pero por la que me arrepentiría siempre. Echar de mi vida a la única chica de la que me había enamorado y sigo enamorado. Es algo que me carcomía por dentro y, aunque puede que fuese tarde, necesitaba solucionar.

—Sé que no, Marco, me he dado cuenta de como la miras —habló suave al ver que no respondía—. Nunca la has dejado de querer, y pienso averiguar el por qué la dejaste.

Me hizo una señal para que me fuera, supuse que Saray se acercaba.

Me dejó pensando todo lo que había dicho. Pensé en llamar a Adrián y desahogarme, pero vi a Dan encaminarse hacia mí y se me pasó por la cabeza contarle cómo me sentía.

Nunca había sido capaz de hablar de mis sentimientos con otra persona que no fuese Adrián. Me daba pánico que me juzgaran.

—Ey, tío. —Me dio una palmada en el hombro.

Fingí una sonrisa, de lo que él se percató.

—¿Qué te pasa? —preguntó preocupado, dándome un suave apretón en el hombro.

Dudé antes de contestar. Me daba terror expresar mis sentimientos, pero, por una extraña razón, Dan me transmitía confianza y tranquilidad. Se parecía mucho a Adri, pensé en que se llevarían de maravilla.

—Si te lo cuento... ¿prometes no reírte de mí?

—Claro, tío.

Nos dirigimos a una pizzería que había al lado del campus, Dan había insistido en ir allí a comer, decía que hacían pizzas buenísimas.

Tomamos asiento en la terraza, ya que la temperatura era agradable, y se acercó un camarero a tomarnos nota. Pedimos dos pizzas medianas, Dan una carbonara y yo una barbacoa.

—Bueno, la historia con Saray te la sabes, y también sabes lo que me hizo Darío —Hice una leve pausa para respirar hondo antes de continuar—, pero no sabes cómo lo he pasado ni cómo me siento, y eso es lo que guardo solo para mí. La única persona que sabe realmente cómo me siento es Adri, mi mejor amigo. —Sonreí al recordarle—. Él es el único que me conoce tal y como soy.

—Es malo dejarse las cosas para uno mismo, si quieres contármelo, voy a estar aquí para escucharte. —sonrió.

Decidí contarle como me sentía.

Le conté lo mal que lo había pasado en San Francisco, la ansiedad y la depresión que pasé durante esos meses, las veces que intenté llamar a Saray y decirle realmente la verdad, que la quería con todo mi ser, las largas y angustiosas noches llorando, todas y cada una de las conversaciones que tuve con Adrián, lo solo que me sentía... Todo. Me desahogué completamente, y, joder, que a gusto me quedé.

Cuando acabé de hablar, alcé la mirada y me percaté de que Dan tenía los ojos un poco rojos. Se estaba aguantando las lágrimas.

Sabía que no iba a juzgarme, pero aun así me sentí inseguro al contárselo.

—No soy una buena persona —concluí—, y merezco que Saray me odie.

—Marco, no digas eso. En el poco tiempo que hemos compartido, me has demostrado todo lo contrario, que eres chaval de puta madre —dijo—, y no creo que Saray te odie, sólo hay que ver cómo os miráis.

Alcé la mirada al oír su nombre.

—Ella evita siempre mi mirada, y parece que quisiera matarme...

—Pues no. El mismo brillo que hay en tus ojos cuando la miras está en los suyos cuando te mira. Y te lo dice un chico muy... demasiado, diría yo, observador.

Una pequeña sonrisa dibujó mi rostro.

—¿En serio? ¿crees que podría... perdonarme?

—Creo que si habláis las cosas y le cuentas la verdad, algún día no muy lejano volveréis a estar juntos, estoy seguro de ello.

Y un atisbo de esperanza surgió. Ojalá Dan tuviese razón.

Tenía claro que haría todo lo que estuviese en mi mano para que Saray me perdonase.

El resurgir de las cenizas (Déjate llevar, 2)Where stories live. Discover now