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Jimin no lo pensó dos veces, y corrió hacia donde estaba el pelinegro, para así saltar sobre su cuerpo, rodeando ambos brazos alrededor de su cuello, y piernas en las caderas. Jungkook no optó por algo mejor que dejar caer su bolso y abrazar con fuerza al omega. Su aroma, su cuerpo, su cabello, y suavidad de la piel. Lo tenía todo nuevamente. Todo para él.
El omega escondió su rostro en el espacio entre el cuello y hombro del contrario, para luego inhalar profundamente, soltando todas sus feromonas.

— Minnie... —musitó, acariciando su espalda a ojos cerrados—. ¿Dejando tu aroma en mi?

— Lo anhelaba. —respondió, con una leve sonrisa juguetona—. Hola, Koo.

— ¿Como éstas, amor?

— Estoy bien... ¿Qué haces aquí? ¿C-cómo?

— ¿Sorpresa? Quería llegar aquí sin decírtelo. Tu reacción fue increíble, no me arrepiento de nada.

— Mi Koo —Jimin sostuvo su mentón, para besarlo con suavidad, anhelo y deseo.

Se estaban besando después de casi dos meses. Si hubiera un deseo para que el beso pudiera hacerse eterno, definitivamente se cumpliría con ellos. No hay nada mejor que estar en los brazos de la persona que adoras.

— Te extrañé, te extrañé a diario, Minnie. —susurró Jungkook, contra sus labios—. No puedo creer que te tengo conmigo.

— No pretendo soltarte. No otra vez. —le respondió, besándolo nuevamente con ternura.

Con el pasar de los minutos, Jeon comenzó a guardar sus pertenencias en la habitación de Jimin. Ésta era blanca, tenía una cama, un ropero y muchas plantas en las paredes. Era tal y como se imaginaba la estética del omega. Por otro lado, Jimin lo miraba como si fuese una joya inalcanzable, o una obra de arte de alto valor.

Quizás así era Jungkook para él.

— No puedo creer que estés aquí.

— No puedo creer que no me has dejado de mirar. —bromeó, guardando su última prenda—. ¿Puedes creer que ví lobos? Y ellos me miraron a mí. Pensé que me comerían.

— No comemos humanos, Koo.

— ¿Saben que soy humano? —preguntó curioso, con un poco de miedo dentro de él.

— Algunos de ellos sí. Pueden sentir el aroma a humano desde miles y miles de kilómetros. Por eso dejé mis feromonas en tí, Koo. Ya nadie puede olerte, ni mucho menos tocarte. Dejé mi marca en tí. Eres mío.

— Mhmm... Muy posesivo de tu parte —dijo, acercándose hacia donde estaba él—. Me encanta.

El omega le sonrió con timidez, sintiendo sus mejillas arder. Acarició su rostro por milésima vez y suspiró.

— Mi Koo.

— Tuyo. —contestó, dejando un beso en sus nudillos—. Todo tuyo.

— ¿Te gustaría conocer el lugar?

— Sería un placer.

— Quiero que conozcas a mi comunidad... Quiero que te sientas un poco en casa, o al menos sentir lo que siento yo.

— Haré todo lo que te haga feliz, cariño. Vamos, yo te sigo.

— Al rato después...

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(un)usual - km au.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora