Dejarlo todo

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Terry sintió que su sangre se congelaba de miedo. La expresión en el rostro de Annie era de terror, su cuerpo se tambaleo producto de un repentino mareo. Trataba de vestirse lo más rápido posible, pero sus manos estaban torpes y abotonarse la camisa le era titánico. Sabía que no tenía tiempo que perder, sin embargo, no podía ser más eficaz. Era la primera vez en su vida que en verdad sentía el más angustiante miedo, uno que se filtraba por las venas que contenían su sangre, lo más preciado de su vida, lo único verdadero e importante estaba en peligro y él debía actuar de inmediato.

En la casa de los Lagan, Candy se preparaba para entrar a la biblioteca de nuevo, ahora ya no para distraer a Neal si no para avisarle que iría a casa de los Ardlay porque tenía que despedirse de Albert. El hombre estaba sentado en su escritorio revisando papeles, y desechando otros a la basura. Candy observó que mantenía la caja fuerte abierta, y en ella Neal tenía guardada un arma. Candy aclaró su garganta, y le interrogó por qué tenían que hacer un viaje tan abrupto y a San Francisco. Exasperado él se limitó a explicar que tenía un asunto muy importante de que encargarse personalmente.

—Iré a la casa ahora a despedirme de Albert —dijo Candy fingiendo estar calmada.

—No, no harás eso Candy, nadie debe saber que iremos a San Francisco, debemos estar lejos de Chicago por un tiempo.

Candy no reaccionó de inmediato ante la negativa de Neal, siguió observando como él estaba muy ocupado contando un dinero en efectivo que había extraído de la caja fuerte. Candy pudo escrutar además papeles con el sello de la familia Ardlay, que guardaba en un maletín junto al dinero.

—No puedo irme así nada más Neal, sabes que en cuánto Albert se dé cuenta de que nos fuimos mandará a Georges a buscarnos, al menos hay que dejar una nota, o una llamada. Iré a llamarlo...

— Sólo una llamada Candy, y no digas que vamos a San Francisco. ¿Dónde está William?

— Está durmiendo en su habitación.

—Yo me iré a dormir también, nos iremos muy temprano, no pierdas tiempo, llama a Albert y ve a la cama.

Candy sospechó por todo cuanto hacía Neal que aquello no se trataba de un viaje de negocios para los Ardlay, aquello era una huida. Neal quería salir de Chicago por alguna razón, y presentía que todo estaba relacionado con los negocios turbios que su marido tenía con la mafia, en algo muy gordo se había metido y ahora buscaba escapar de ello, llevando a ellos a rastras sin importarle cuan peligroso podía ser, como si se tratase de un paseo al parque. Y ella estaba resuelta a detener aquella locura, no se iría con Neal y necesitaba en ese momento más que nunca la ayuda de Albert. Comenzó a deambular por la casa haciendo tiempo para que Neal se durmiera, mientras daba vueltas por la sala se asomó por la ventana de la sala y vio a dos hombres sospechosos afuera, el corazón le dio un salto. Efectivamente Neal tenía que estar en problemas. Agradeció haber tomado la decisión de enviar al pequeño a casa de los Cornwell. Candy se dirigió a prisa a llamar a casa de los Ardlay.

El teléfono sonó una vez y Archibald atendió de inmediato.

—Soy Candy.

—Candy, soy Archie ¿estás bien?

—Archie necesito hablar con Albert, dile que hay hombres afuera de la casa, creo que Neal está en problemas.

—No te muevas de ahí, Albert está contactando al jefe de la policía, luego iremos con Georges a sacarte de ahí.

¿Con quién hablas Candy? La voz de Neal retumbo de entre las paredes del salón, provocándole un gran susto. Pero ella se recompuso de inmediato, y le aclaró que hablaba con Archibald, lo hizo con tal naturalidad que él no sospecho nada al momento. Neal no había escuchado lo que Candy había dicho antes a su primo.

Dear Terry: amarte es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora