El deseo de William Parte II

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El movimiento en la casa comenzaba casi al amanecer, William, Oliver y Evelyn ya iban a la escuela, lo que obligaba a Candy a ponerse en pie muy temprano, para ocuparse de que vistieran correctamente el uniforme, tomaran el desayuno y salieran a tiempo de la casa. Mike quien era un viejo amigo de Terry trabajaba como chófer de los Granchester y los ayudaba en todo, se encargaba de llevarlos al colegio: a los chicos a Morley y a Evelyn a Cheltenham.

Casi una hora más tarde, cuándo Candy desayunaba con el resto de los niños, Terry también se sumó al comedor, mientras tomaba una taza de té, le enumeró a su esposa la larga lista de asuntos que debía atender ese día, entre ellos un almuerzo con el director del Royal Haymarket, preparaba el espectáculo de invierno, donde además actuaría. Candy le recordó que tenía que ir por el árbol de navidad esa misma semana.

—Sabes de una competencia de equitación de los niños, irán con Richard me dijo Oliver anoche, será la última del año antes de que comience el invierno.

—Ah sí, algo me comentó tu padre, pero me dijo que lo hablaría contigo, quiere contarte de los avances de Oliver y de lo bien que lo hace William.

—Oh Dios mío, ¿en realidad ese señor es mi padre? Porque no terminó de conocerlo -dijo él sarcásticamente.

—Pero Terry, él mismo los entrena junto a Samuel, bueno tú enseñaste a William, pero desde que volviste al trabajo él se encargó de continuar enseñándole y luego a Oliver y a Evelyn. Tu padre dice que William es muy buen jinete, tan bueno como tú.

—No dudó de que sean buenos, si quieren ir a esa competencia, no me opongo a que lo hagan. Tengo que irme ya, nos veremos en la tarde.

Terry besó a Candy y al resto de sus hijos y se marchó.

Ciertamente William era un extraordinario jinete, había heredado muchas de las habilidades atléticas de su padre. Richard llegaba a asegurar que superaba a Terry, estaba realmente orgulloso de él. El duque no escondía su preferencia por el muchacho, amaba a todos sus nietos y los visitaba con tal frecuencia, que no era del total agradó de su hijo actor, a pesar de que ya no existían profundas asperezas entre los dos, sin embargo, siempre temía que su padre influyera más de la cuenta en la vida de sus hijos, y en eso, siempre existía un recelo oculto.

Incluso a Oliver, que era el hijo adoptivo del matrimonio, el duque se sentía muy apegado, aunque no siempre fue así. Fue una navidad, en la que los Granchester fueron al Hogar de Pony por Oliver. El niño llegó en muy malas condiciones de salud al orfanato, poco después del nacimiento de Evelyn. La señorita Pony le contó en unas de sus largas cartas a Candy sobre el niño nuevo, ella se sintió muy conmovida con la historia y decidió convertirse en su benefactora, de modo de que no se escatimará recursos para darle a Oliver los mejores cuidados. Judith que había vuelto a Pony para trabajar con las madres, recibió el encargo de Candy de darle todas las atenciones al pequeño.

Con el tiempo Judith y la señorita Pony comenzaron a enviar las buenas noticias sobre el chico a su madrina, con su ayuda y las instrucciones del Dr. Martín el pequeño se fue recuperando. Estas cartas fueron a veces acompañadas de una fotografía del pequeño, lo que enternecía el corazón de ella. Un día sintió el impulso de adoptarlo y se lo dijo a Terry una noche en que ambos cenaban a solas fuera de casa. El accedió de inmediato. En la navidad siguiente y sin saber que ella estaba en cinta de Albert, los Granchester visitaron el Hogar de Pony para celebrar las fiestas y oficializar la adopción de Oliver Graham, como lo llamaron.

Un poco antes, el matrimonio Cornwell también había adoptado una niña de Pony, por alguna razón que desconocían, Annie no pudo embarazarse de nuevo, era una extraña situación, casi inexplicable porque ya tenían a Anthony.

Dear Terry: amarte es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora