El rebelde de Eton

434 31 4
                                    

Windsor, Mayo de 1938

Si algo detestaba Terry Granchester era visitar Eton College, por la razón que fuese, para él suponía un acto que requería del acopió de toda su paciencia. Le molestaba tener que codearse allí con las familias nobles de los compañeros de sus hijos. Le irritaba cómo muchas de las madres se acercaban a ellos solo por adularlos, siendo que los muchachos Granchester eran los nietos de un de un duque y pariente del Rey, uno de los hombres más respetables del Reino, e hijos de un marqués. Pero le gustase o no estaba el hecho concreto de que ese día se celebraba el picnic anual familiar antes del verano y estaba obligado a asistir. Entre otras cosas porque Candy no le permitiría por nada del mundo privarse de la oportunidad de ver a sus hijos.

Esa mañana Terry despertó con un agrio ánimo, y se comportaba de forma huraña. Hecho que, por supuesto Candy no ignoraba y aunque trataba de enumerarle razón tras razón para obligarlo a ver la visita como un acto rutinario más, él solo se predisponía más amargamente. En esta ocasión viajarían acompañados de Evelyn, Albert y Richard, los dos jovencitos soñaban con entrar al prestigioso internado, tal como lo había anhelado en su momento William. Oliver que ya estaba allí desde hacía dos años, lo hacía solo por seguir a su hermano mayor, tal como siempre lo hacía, en todo proyecto que emprendiera, William era su más alto referente, y buscaba seguirlo en casi todo. A pesar de que su vocación, estaba ya demostrado estaba más en las tablas que en los estudios formales. Él muchacho entró al internado a pesar de su deseo de realizar estudios de teatro en la escuela de Artes de Londres.

En la casa Candy, caminaba de un lugar a otro tratando de apurar a sus hijos, y estar a la hora fijada lista para partir.

—¡Por Dios santo! Por qué tardan tanto, no puede ser que sea el único que esté listo para partir —se quejaba Terry sin parar mientras terminaba de abotonar los puños de su camisa y acto seguido se colocaba el saco.

—Estaré lista en unos minutos, estaba ayudando a los chicos a anudar sus corbatas —se excusó Candy mientras sacaba de su armario un vestido. —Por qué no esperas en tu estudio mientras me arreglo, estaré lista en menos de lo que piensas.

—¿Sabes si mi padre ira al picnic? —preguntó Terry a Candy antes de bajar las escaleras.

—Sí, se siente mejor de su resfrío, telefoneo ayer en la tarde para avisar que nos encontraremos en Eton.

Terry sentía que todos sus músculos se tensaban cuando conducía en dirección a Windsor, se quejaba por anticipado desde que colocaba un pie en el acelerador hasta que llegaban a la vieja edificación sede de la escuela. Lo único alentador para él era poder ver a sus hijos, a quienes seguía extrañando como si el tiempo no hubiese pasado por ellos y continuaran siendo los niños traviesos de la casa en Kensington. Solo pensaba en la satisfacción de ver sus rostros sonrientes, tener una amena charla con ellos para que la incómoda asistencia a los eventos sociales de Eton valiese la pena. Anticipaba todo en su mente, apenas se asomará al patio donde las familias se reunían bajo toldos blancos y mesas decoradas con flores para tomar el té, señoras y señoritas, incluso hombres que apenas veía en esas ocasiones le rodeaban para adularlo, lo odiaba. Lo que ocurría es que en realidad todos se adulaban en Eton. Quienes pertenecían a una clase menos privilegiada que otra, ricos en ascenso, algunos "recién llegados" a la alta sociedad buscaban estrechar lazos sociales con la aristocracia y miembros de la realeza. Era así la dinámica impuesta por la postguerra. Una dinámica que Terry apenas podía tolerar. Él solo quería pasar el rato con sus muchachos, jugar al padre confidente, abrazar a sus hombrecitos.

Mientras Candy tomaba el té rodeado por señoras de la alta sociedad, Terry aprovechaba el momento para escabullirse de la conversación sosa de estas mujeres y buscó refugio en la figura de su padre que también hacía relaciones con un miembro de la cámara de los lores, cuyo hijo primogénito era de la misma generación de William.

Dear Terry: amarte es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora