Siete

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La mañana del domingo había llegado a Tokyo, Hinata se encontraba en su cuarto, pensativa, y una mezcla de sentimientos se debatían en su interior, aún no sabía qué pensar ni sentir. Por un lado, odiaba sentir que traicionaba a su corazón al estar con Sasuke, además, sabía que le estaba haciendo daño a Naruto, pero por el otro, se había sentido furiosa y celosa al ver a su prima con él.

- Soy un desastre, -susurró para si misma, apretando los labios.

Una vez terminada la fiesta, ella y su novio habían ido a casa sin pronunciar palabra, sabía que a Sasuke le había sucedido algo, pero era mejor no inmiscuirse en sus asuntos, es más, no es que le atrajeran mucho los asuntos ajenos, pero podría asegurar de que se trataba de sus propios sentimientos.

Pero ella debía mantenerse fuerte, tampoco sería tan estúpida para olvidar lo que vio, su motivo de separación, su razón de ruptura. Aquella tarde en que su corazón se había roto y Sasuke aún trataba de recoponerlo, pero parecía que no tenía arreglo.

Suspiró y se levantó de la cama en la que estaba sentada, Sasuke había ido a almorzar con sus padres, a arreglar las cosas, porque decía que ellos debían aceptar el que ahora estaban juntos; había estado actuando muy extraño esa mañana, de nuevo. 

Tomó una ducha y se vistió con algo sencillo, había decidido visitar a su madre. Un vestido blanco, un abrigo negro y botas eran su elección, se alzó el cabello en una coleta y se puso su perfume favorito antes de salir, ese que cierto rubio le había regalado hace no más de un año.

Salió de la pequeña casa y se montó en su pequeño Mini Cooper color blanco para luego salir a la calle, el día estaba nublado y había un par de nubes negras anunciando que próximamente llovería, la entrada de la primavera siempre era igual. Después de unos veinte minutos pudo divisar una construcción al frente, los muros altos y grises del cementerio le daban cierto temor, no le gustaba ir allí, pero lo necesitaba, necesitaba hablar con su madre una vez más.

Bajó del auto y le compró unas rosas blancas a un vendedor ambulante que pasaba por allí, suspiró y vio las enormes puertas abiertas junto a un cartel oxidado y decrépito de rezaba "Cementerio", no sabía por qué una ciudad tan moderna aún no arreglaba el lugar en donde descansaban sus antiguos habitantes. Caminó a paso lento e ingresó al lugar, parecía que el frío se sentía aún más allí de alguna forma, observó las lápidas y mausoleos de algunas personas con tristeza, algunas estaban rotas, otras simplemente olvidadas. Sus pies se movían por la vereda haciendo eco, llegó hasta uno de los viejos espinos blancos del lugar, era un árbol hermoso pero a la vez triste, la lápida de su madre descansaba bajo este, con flores ya marchitas encima.

Apretó los labios con dolor cuando las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, tomó las flores marchitas y las dejó a un lado para poner las nuevas en su lugar. Se arrodilló y no se contuvo, estar allí le traía miles de recuerdos dolorosos, de penas y mucho sufrimiento. La extrañaba demasiado, su adorada madre, esa que había amado y aun amaba con toda su alma, la mujer que poseía la sonrisa más hermosa en el mundo. Su mamá.

- No sabes cuanta falta me haces -susurró cerrando los ojos, necesitaba respuestas, ayuda de parte de ella, necesitaba saber si estaba haciendo lo correcto con Sasuke, si lo suyo con Naruto de verdad estaba acabado- Te necesito tanto, mamá.

(...)


En cambio, Naruto se había levantado con una sonrisa, sentía que por fin las cosas con su querida Hyuga tenían esperanza, que todo podría arreglarse. Podría recuperar a su novia y a su mejor amigo.

Sheela había sido una gran ayuda la noche anterior, habían bailado y ella fue un gran apoyo cuando lo escuchaba y aconsejaba, según ella, Sasuke y Hinata no durarían, ya que ni siquiera se conocían mucho.

Traición y Peligro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora