✿ 𝟚 ✿

177 27 133
                                    

¡Y bien! A Shelley Marsh le toca ir a terapia. Muy bien, asesino.

Creía que nadie se iba a dar cuenta de que me disgustaba caminar hacia el centro de diagnóstico. El nombre de por sí me desagrada, no creo tener ninguna neurodivergencia que sea necesaria diagnosticar, pero de todos modos tengo que asistir para afrontar el "trauma" de haber visto morir a mi hermano.

— ¡Escudo de metal! — escuché desde un coche que pasó a mi lado, y una lata golpeó mi cabeza. Me quejé con disgusto y me detuve unos segundos para soltar toda mi rabia contenida en aquella lata frente mío. Voló y, chocó contra otra cabeza. Sonó tan fuerte que pensé que había hecho algo, pero la persona no se quejó.

— Lo siento. — me disculpé. La persona levantó la lata del piso y me la extendió.

— Tuya. — dijo. No analicé su apariencia por lo que no lo reconocí, así que cogí la lata y la lancé al tacho directamente antes de retomar mi camino. La persona me siguió por detrás — oye, ¿Te acuerdas de mí? Soy Kevin McCormick.

— Ajá. — respondí. No tenía muchas ganas de hablar, pero al parecer mi tono indiferente no significa nada para este chico.

— Quiero ayudarte. — explicó — sé que no soy mucho. Verás, tú no me conoces mucho pero yo si te conozco. Soy el hermano mayor de Kenneth, ¿Sabes? Yo...

Volteé y lo confronté. Tenía una sonrisa forzada en su cara, así que me acerqué con intenciones de que se borre de allí.

— ¿Qué es lo que quieres de mí? — le pregunté — jamás me hablaste.

— Verás, Shell... — apodo de mierda. Rodé los ojos y me encaminé de nuevo — ¡Shelley, quiero ayudarte a descubrir al asesino de tu hermano y del chico! — me detuve — no quiero que mis hermanos mueran, Shelley.

Volteé y esta vez no me acerqué. Lo miré desde lejos. Algo que siempre me caracterizó es ser tan seca y directa con mis palabras ,por lo que no me costó decirle la verdad.

— Tú me ves viva después de la muerte de mi hermano. Puedo sola.

— Shelley, es un asesino serial y tú no puedes sola. Que seas grande y fuerte no quiere decir que puedas contra una bestia como lo es el asesino.

Habíamos llegado a la conclusión de que era un asesino y que podría contra él demasiado rápido, rayos. Es verdad.

Odio darle la razón a las personas porque soy una persona bastante testaruda, por lo que admitir que ese desconocido tenía mucha razón se me hizo complicado. Suspiré y le permití seguirme sin decir una palabra más.

Cuando logramos llegar al centro de diagnóstico, Kevin me volvió a mirar y embozó una sonrisa.

— Por cierto, Shell. — lo miré. Él no tenía la sonrisa más bonita, pero era muy sincera y eso me llamó mucho la atención — te ves genial.

— Gracias, supongo. — le agradecí. Me extendió el brazo y, con un marcador, escribió su número en él — ¿Qué?

— No tengo dinero para papel. — explicó él — adiós, Shell.

— Adiós, Kev... — me despedí. No le encontraba sentido a que haya escrito su número de teléfono en mi brazo, siendo que yo si tengo móvil y podría anotarlo en notas.

De todos modos me pareció un detalle tierno, inusual. Era la chica a la cual eran la última en preguntar. Sí, la graciosa. Y a veces ni eso, solo estaba "curiosa".

En cambio, mi perfecto hermano Stan Marsh era guapo, pero un idiota irresponsable. No, eso no significaba que no lo quería o que él fuese mala persona, pero son hechos.

Imagínate centrar toda tu atención en la muerte de una persona; es patético. Cuando mi abuelo estiró la pata a mis quince años, la verdad no me importó. No es que no lo haya querido, estaba viejo e insoportable, y que bien que se murió.

A mi hermano lo solía llamar "Billy", siempre pensé que le tuvo favoritismo a él, como también mis padres.

Y cuando mi padre intentaba hacer algo bonito por mí, acababa mandándose una cagada (como en el asesinato de mi ex novio Larry). Creo que él es el único hombre al que extraño de todas las lacras que han fallecido antes de todo esto.

En la sala de espera hay una chica de aspecto familiar. Lleva puestos unos auriculares y parece perdida, pero tiene cara de ser popular. La conozco de algún lado.

Su apellido es Donovan, es lo único que sé. Y la conozco solo por ello, al tratarse de la capitana de animadoras.

No obstante, con esos auriculares puedo suponer que algo anda mal con ella. Normalmente es extrovertida, dominante, y... repulsiva.

— Hola. — saludé. La chica levantó la mirada y me miró triste, como si realmente no quisiera hablar conmigo — ¿Qué haces aquí, eh? Me sorprende que estés en terapia. Pensé que la gente como tú no iba, ja.

Y me alejé, sentándome a unos pocos metros. La chica me miró, ahora, con un poco de repulsión.

— Cállate, también mataron a mi hermano. — soltó — lamento lo del tuyo.

Donovan jamás había sido amistosa conmigo, así que no le respondí por unos segundos hasta que el silencio incómodo me forzó a hablar.

— No estoy mal.

— Sí, lo estás. Y no lo puedes negar, Shelley. — me contestó — ¿Te quitaron los brackets?

— Sí, ¿Acaso no ves? — le escupí — ojalá los siguiera teniendo, así te muerdo la maldita cabeza y cierras la jodida boca.

¡Carajo! Quitarme los brackets ha sido de utilidad para decirle las verdades a esa perra mal parida. Que perra resulté ser.

— ¿Sigues rencorosa, eh?

— ¡Me robaste a mi novio en la primaria! — le grité.

— ¡Estábamos en sexto grado!

— ¡¿Quieres que te haga una maldita lista de todas las mierdas que te haz mandado conmigo, Donovan?!

La tan idiota discusión fue interrumpida por mi terapeuta. Nos miró a las dos, confrontadas a más no poder y deseando que la otra esté muerta. Como si no hubiera algo que nos conectaba, y era el hecho de que nuestros hermanos estaban muertos.

— Puta. — solté.

— Zorra. — me insultó.

Lo sé. Sé perfectamente que estas actitudes no son dignas de admirar. Sé que también soy agresora incluso si soy víctima al insultar a la persona que me hizo daño. Lo sé, lo sé.

— Yvette Donovan, a terapia.

Le sonreí, jocosa. Por fin había descubierto el nombre de esa jodida perra. Ella me fulminó con la mirada.

— Shelley Marsh, sigues tú.

Yvette se despidió de mí con una seña obscena y entró al consultorio, pero la maldad dentro mío (que yo desconocía que tenía, pero resultaba ser natural en todo ser humano) dijo: "Ojalá seas la próxima."

Escudo de metal deseaba ser un monstruo de ojalata que destruía la vida de los demás, pero en la vida real era una chica cobarde, algo rellena y con una apariencia cuestionable.

Aún así, las personas difieren una de otras.

Y hay personas de todo tipo, "almas valientes" diría la Shelley Marsh de ese entonces. 

Escudo de metal ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora