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Desde siempre, las sesiones con mi psicólogo han sido... incómodas.

Él parece no entenderme, mucho menos ahora que estoy pasando por un proceso de duelo complicado. Perder a un hermano no es lo mismo que perder a un tío, un abuelo, o un amigo.

Sí, su empatía es nula. Sus preguntas se limitan a "¿Y cómo te sientes con eso?", pero no hay soluciones. Quiero soluciones, no más problemas.

Me tocó salir después de la hora acordada de sesión, casi parecía que él esperaba ansioso minuto por minuto para poder expulsarme del consultorio. Y antes de retirarme, le eché otra mirada de odio a Donovan para finalmente retirarme.

South Park es extraño; hay veces donde es muy seguro y días, donde un monstruo gigante pisaba británicos que se le cruzaran por el camino.

En mi caso, jamás tuve un problema relacionado a la seguridad pública. Mamá y papá jamás tenían que preocuparse por mí, más por Stan sí. Lo iban a recoger de todos lados como si un bebé se tratase, y por un momento que lo descuidaron, se murió.

Pensé en Clyde Donovan, el hermano de Yvette. Era un vago pero no era mal tipo, quizá su mayor problema era su impredecible personalidad. No tengo un tipo de persona que me agrade, mi círculo social es bastante variado pero prefiero estar sola.

Así que, después de terapia, fui a la casa de Eric Cartman, y es que no tenía otra persona con la que acudir. Eric es jodido, pero no es malo. Es amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos (y el peor) que toda persona puede tener.

Para cuando le toqué el timbre y él me atendió, imaginé que su madre estaría en casa pero no lo estaba. Lo miré triste, deseosa de que me dijese palabras de apoyo, pero solo me extendió una pata de pollo frito y me permitió pasar.

Castaña, de rizos. Ojos bonitos pero mirada de cazador. Son unos rasgos que, para un asesino, son perfectos a la hora de buscar una víctima.

Su cara concuerda con la de su hermano, otra víctima más. Es claro, ambos se parecen mucho. Más Yvette Donovan fue, a excepción de Clyde, más precavida.

Es por ello que, cuando salió del centro, notó que una persona la seguía.

Se echó a correr sin pensárselo dos veces. Sacó su teléfono y, con rapidez, le mandó un mensaje a Wendy. Era el primer chat que tenía entre todos ellos, como si hubiera surgido un vínculo fuerte recientemente.

Yvette: ¡Wen, ábreme la puerta! ¡Creo que me está persiguiendo el asesino!

La persona detrás de ella tomó prisa y se fue acercando a Yvette a paso rápido. Ella tropezó en un momento y se estampó contra el piso, cayendo su teléfono y perdiéndolo de vista por un momento.

El asesino se detuvo por un momento. La examinó, e Yvette tuvo tiempo para distinguir su vestimenta y echarse a correr hacia la casa de Wendy.

— Gorro, gorro, gorro, gorro. — repitió — cubrebocas, cubrebocas, cubrebocas, cubrebocas. — volvió a repetir — ¡C-! — no pudo seguir describiendo. La puerta de la casa de Wendy estaba cerrada, por lo que tocó desesperada.

Wendy: ¡Lo siento, Yve! No estoy en casa, ve a la casa de Eric, es la más cercana.

"Carajo, carajo, carajo." se repitió ella en su mente.

Todo, menos el culón.

Por otro lado tocó la puerta del vecino de Wendy, y la persona menos esperada atendió.

Tweek Tweak.

— ¡Permíteme pasar! — gritó Yvette. Tweek tembló, sin quitar la mirada de la chica — ¡Carajo, déjame pasar!

Con un empujón, ella se hizo paso y chocó con Craig Tucker. En sus manos, Craig acariciaba un cobayo al que Yvette le prestó atención por un momento, pero después lo miró a los ojos — permíteme quedarme, Tucker. Permíteme quedarme.

Craig miró a Tweek por un momento, preguntándole con la mirada si le permitía quedarse a la temerosa chica. Y Tweek, aunque indeciso, asintió.

Para tranquilizarla, Craig y Tweek la llevaron al cuarto del rubio y la dejaron sentarse en la cama. Sus manos temblaban, a un punto en que Craig pensó que tenía una convulsión pero prefirió relajarse. Tweek, por su parte, le extendió un juguete anti estrés con el que Yvette logró calmarse un poco.

— Hay un asesino, un asesino de gorro y cubrebocas que... ¡Que está llevándose la vida de todo el mundo! Carajo, me persiguió. Pensé que me iba a matar. Por un momento me vi con mamá y mi hermano, y...

Tweek tembló. Parecía estar a punto de quebrarse por la ansiedad. Craig, entonces, siendo de pocas palabras, se lo llevó fuera de la habitación.

— Tweek, ¿Qué pasa?

— ¡Ah! ¡Todo este tiempo, las muertes fueron por un asesino! ¡Ah! ¡Es demasiada presión! — gritó Tweek. Craig intentó calmarlo con una caricia en su hombro.

— Si fuera un asesino, la comisaría ya hubiera dado aviso de la presencia de él. — indicó Craig — tranquilo, ¿Sí? Todo estará bien.

Tweek se acercó a Craig y le dió un largo abrazo. El moreno correspondió.

Craig se dirigió al baño y cerró la puerta con seguro; era una mala costumbre que había cogido por lo molesta que resultaba su hermana Tricia a veces.

Él jamás fue fanático de las películas de asesinos, pero surgió una pequeña sospecha en él.

Todos conocían al asesino de algún lado. De otro modo, hubieran gritado al momento de ser asesinados.

— He vuelto, Bebe. — le indicó Wendy a su amiga.

Se habían juntado como era de costumbre, pero se había gastado la bebida y por ello, antes de que el toque de queda inicie, Wendy salió a comprar.

Aún con bolsas en mano le sorprendió el silencio en el que estaba la casa de Bárbara. Era siniestro, como si toda vida que hubiera estado allí se hubiera derramado.

— Que raro... — soltó ella. Tras dejar la bolsa sobre la mesa, se dirigió hacia la cocina en silencio absoluto. No vaya a ser que hay un ladrón en la casa.

Cuando un pequeño dolor se presentó en su muñeca, Wendy giró. Tras mirar el piso, notó una navaja tirada en el piso y empapada de su propia sangre.

Su muñeca goteaba, pero se veía que ahora su dolor era anestesiado por la rabia que sentía al no poder comprender la situación.

Wendy cogió la navaja y se reincorporó. Analizó todos los objetos de la casa con mucho cuidado, y finalmente habló.

— ¡Sal de donde quieras que estés, asesino! — gritó Wendy — ¡¿Dónde está mi amiga?!

Surgió en la mente de a su madre llamarle por teléfono, pero al hacerlo la derivó hacia el correo de voz.

Los labios de Wendy temblaron y el refrigerador realizó un pequeño estruendo que llamó la atención de la chica.

A paso lento, y con precaución de lo que pueda pasar, se acercó y abrió el congelador de la heladera.

Un escalofrío le rodeó la espalda.

La madre de Bebe estaba descuartizada y puesta en el congelador para conservación. A Wendy no le cabía como es que en el tiempo que ella se fue al mercado a Bebe le hubiera dado tiempo de hacerle esto a su propia mamá.

Nada entraba en su lógica.

La asesina era nada más y nadie menos que Bebe, así que corrió hacia su cuarto dispuesta a confrontarla. Sabía como era Bebe, sabía que era una cobarde bajo la figura de una chica popular y autoritaria.

Apenas llegó al cuarto de ella, lo que antes era una preciosa rubia de rizos ahora era una masa de carne con sesos repartidos por toda la habitación.

Bebe Stevens se había suicidado con el disparo de una escopeta.

Víctima número 3 y 4. Señora e hija Stevens. 

Escudo de metal ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora