⠀⠀⠀⠀✩✩✩ | CHAPTER THREE

556 73 12
                                    

—¿Puedo invitarte a una copa? —hablo el Alfa.

Podría decirle que no. O mejor aún, que estaba a punto de marcharse. Pero en lugar de hacerlo asintió con la cabeza y él le hizo un gesto a la camarera.

—Un omega tan guapo como tú no debería estar solo.

Dick había esperado algo mejor. O menos anticuado.

—¿Ese tipo de halago suele llevarte a algún sitio?

El extraño de los ojos verdes sonrió.

—Sólo cuando lo digo de verdad.

—Entiendo, claro.

La camarera puso dos copas sobre la barra y Dick parpadeó, sorprendido.

—Yo he tenido que esperar diez minutos a que nos sirviera.

Él se encogió de hombros.

—Aquí me conocen.

—¿Cómo te llamas?

La intensidad de sus ojos verdes lo quemaba más que el alcohol del trago que se había tomado minutos antes.

No era sólo porque fuese guapo y simpático, Dick había conocido a muchos alfas guapos y simpáticos en su vida.

No, había algo más.

Cuando lo miraba se sentía... más guapo que nunca.

Como si fuera el único en el bar. Como si fuera un dios.

Y durante un segundo pensó que le gustaría ser esa persona para él. Quería ser sexy, seductor.

—Jason Todd.

—Yo soy Dick.

—¿Sólo Dick?

—Sólo Dick.

Él lo miró a los ojos, casi como si quisiera leer sus pensamientos.

—Si lo dices así, suena como Britney. Britney Spears.

—No, por favor. Nada que ver con ella.

Jason rió, un sonido ronco y sexy que le hacía desear decir algo gracioso para oírlo reír de nuevo. Pero las bromas no eran precisamente lo suyo.

Sus compañeros de facultad, Catalina incluida, habían llegado a la siguiente conclusión sobre el: Dick, serio, leal, de confianza.

Aunque quisiera ser cómo Britney Spears por una noche, arriesgado, loco y divertido, Dick simplemente no era esa persona.

—Tengo que decirte la verdad, no soy ese tipo de chico.

—¿Qué tipo de chico?

—El tipo de omega que se acuesta con un alfa al que ha conocido en un bar.

Jason sonrió de nuevo.

—Ya me lo imaginaba.

—Así que debería marcharme, así podrás intentarlo con alguien más.

Dick miró alrededor y vio a una docena de omegas que seguramente ocuparían su silla encantados.

—Entonces, yo también debería ser sincero —dijo Jason—. Yo no voy de bar en bar buscando omegas con los que acostarme. No soy ese tipo de alfa.

—¿Entonces qué clase de alfa eres?

—El tipo de alfa que consigue lo que quiere.

Dick tragó saliva, incómodo y a la vez un poco excitado.

—Pues me temo que vas a llevarte una desilusión —Dick tomó su celular, dispuesto a marcharse.

—O puede que tú te lleves una sorpresa.

Su tono era burlón, pero contenía una advertencia. O eso le pareció.

El omega bueno que había en él le advertía que debía marcharse lo antes posible. Pero otra parte, una parte desconocida, lo empujaba a quedarse.

Cuando lo miró a los ojos tuvo la curiosa sensación de caer hacia delante, como si estuviera cayendo en la grieta que había entre las dos partes de su personalidad.

Y en ese momento supo que Jason Todd, a pesar de su aspecto encantador, era un alfa muy peligroso.

Jason sentía como si estuviera ahogándose mientras lo miraba a los ojos. No era sólo guapo, era sensual, especial, irresistible.

Y, por un momento, se preguntó si lo sabría.

Esa mirada suya era mitad sexy, mitad pura inocencia y despertaba imágenes de sábanas revueltas y perezosas tardes en la cama.

Jason supo en ese instante que no sólo quería acostarse con Dick, quería conquistarlo y seducirlo. Había algo mágico en él. Era el tipo de omega por la cual los alfas iban a la guerra, por la que escribían sonetos.

Entonces parpadeó, intentando recuperar el sentido común. Sólo era un omega, más guapo que la mayoría, incluso en una ciudad como Gotham, pero no había nada mágico en Dick.

¿De dónde había salido eso?

Sintiéndose ligeramente mareado, miró hacia la pista de baile. Iba a pedirle que bailase con él, pero cuando volvió a girar la cabeza Dick se dirigía hacia la puerta del bar. Se lo había advertido, por supuesto, pero era algo que a él no le pasaba nunca.

No era así como había imaginado que terminaría esa noche.

Él no era de relaciones largas. Tenía aventuras pasajeras con muchos omegas que buscaban lo mismo y le gustaba el sexo tanto como a cualquiera, pero el trabajo era demasiado importante para él.

Y por eso seguramente debería alegrarse de que Dick Grayson hubiera desaparecido de su vida tan rápidamente como había aparecido. Él no tenía ni tiempo ni energía para un chico complicado.

Lo mejor sería marcharse de allí sin volver a pensar en él.

—Yo te dije que no conseguirías nada —se burló Roy.

—No te preocupes —Jason se sorprendió incluso a sí mismo—. Lo encontraré.

—¿No vas a darte por vencido?

—Es el hijo de un senador y has dicho que pensaba ir al torneo, ¿no? No creo que sea muy difícil encontrarlo.

—Esto no va a terminar con una orden de restricción, ¿verdad? Yo no quiero problemas. Si piensas acosarlo, avísame.

—No digas tonterías, yo no he tenido que acosar a una persona en toda mi vida.

Jason lo había dicho como una broma, pero la determinación que había en su voz lo sorprendió.

Roy lo miró, desconcertado.

—Nunca te había visto así.

Y ése era precisamente el problema. Si no se acostaba con Dick, se convertiría en algo más que un chico que había conocido en un bar.

Adquiriría un estatus de mito, el omega que se le había escapado, el omega por el que podría haber escrito sonetos.

Y, maldita sea, él no era la clase de hombre que escribía sonetos para nadie.

No, la única solución era encontrarlo y seducirlo. Una vez que se hubiera acostado con Dick perdería el interés.

El último buen omega de Europa estaba a punto de sucumbir.

ACCIDENTAL FIANCÉ ── JAYDICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora