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Como dije, ya han pasado cinco meses de la separación definitiva, pero paso mucho más que eso, escribo esto realmente desbastada. Me encuentro en un funeral, en la despedida de un familiar, de la persona que más quise después de mi hermano, Marcos. Está persona es nada más y nada menos que mi padrino, Pedro, al cual, según mi psicóloga, tuve de figura paterna mucho tiempo junto a otras dos personas. (Uno era mi hermano, eso creo que es algo obvio, actuó como padre en muchas situaciones de mi vida, el otro era mi padrino y el tercero, mi abuelo, ya les contare más adelante de él).

Adam, trabajaba de custodia de camiones, él era militar retirado hace ya mucho tiempo. En uno de los viajes que realizó hacia Córdoba, tuvo la mala suerte de tener un accidente automovilístico. El iba a una velocidad común para ese tipo de autopista, la autopista Córdoba-Rosario, ubicada en Argentina. Del lado contrario, venía un camión a una velocidad excesiva, provocando el choque al no controlar el volante. El señor que iba manejando estaba profundamente dormido, según me contaron, había estado trabajando toda la noche y sin querer, se quedo plácidamente dormido al volante por lo qué no pudo hacer nada para evitar el accidente.

Igual, quiero agregar, que esto no justifica nada.

Después de aquel incidente, mi padrino llego al hospital con quejas por el dolor que sentía, tuvo una operación en la cuál le sacaron el bazo sanguíneo. Y también lo indujeron a un coma farmacológico. Lamentablemente, jamás despertó y su cuadro fue empeorando hasta el punto en el que su cerebro no oxigenaba adecuadamente, no llegaba la sangre hasta ese lugar vital, provocando su muerte a una semana de internación.

No me encuentro bien, si bien, fue una persona ausente durante casi la mayor parte de mi vida, en el último tiempo habíamos retomado el contacto y lo sentía alguien lo suficientemente cercano como para contarle la gran parte de mis problemas, sabiendo que no iba a juzgarme ni criticarme, solo estar ahí para mí. Y hoy tener que enterrarlo, es como enterrar una parte de mi, porque sé que no podré hablar más con él, ni escuchar su voz, ni sus consejos. Y realmente, creí que durante toda mi vida me iban a hacer falta. Ese día lo sufrí, lo lloré y tarde unos cuantos años en dejarlo ir. Lo hice, para que pueda descansar en paz, pero aún no olvido las veces que estuvo para mi. Y me duele no poder acordarme de su voz, de su aspecto si no veo fotos, de la calidez de sus palabras.

La plenitud en las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora