𝐶𝑎𝑟𝑡𝑎𝑠

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«Aunque sepa que esto es prohibido para los dos, agradezco desde mi alma y corazón que haya sido usted el que despierte mi ilusión.»

Era la primera vez que escribía acerca de lo que sentía, ella suspiraba un poco atosigada por tener que callar todo lo que sentía y al ver sobre su mesa un pedazo de papel, un bolígrafo y un sobre decidió escribir un pequeño fragmento de la confesión que doblegaba de su corazón, no era prácticamente todo su sentimiento, sin embargo, sintió una pequeña liberación al plasmar en el papel una parte de lo que sentía. Doblegó el papel y lo guardó en un sobre que tenía junto a ella.

- Un primer día, una primera carta.

𝑆𝑒𝑔𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑖́𝑎.

«Nuevamente a usted amado mío le sonrió pero usted parece no notarlo, aquella noche como la de ayer jamás la olvidare, su cuerpo invadió el mío con premura y sus besos calmaron mis ansias de tenerlo, usted fue el aliento que me faltaba y entregué a usted mi cuerpo y mi alma, no se para usted que significó aquello tan maravilloso que vivimos juntos en mi casa, solo anhelo que usted también sienta lo mismo y no sea simplemente un juego, no quiero verme obligada a abandonar este lugar para tratar de olvidarlo y obligarme a sacarlo de mi corazón.»

Con un nuevo amanecer, un nuevo resopló de aliento llegaba a su alma, notaba las miradas que el hombre que amaba le dedicaba, eran lujuriosas y llenas de deseo, aquello le estremecían el alma y al no poder ante aquella penetrante mirada bajo la suya y la concentró en el papeleo, sus labios temblaban y sus mejillas se sonrojaban y los suspiros no cesaban, estaba enteramente enamorada y empezaba a asegurarse de que realmente él sentía lo mismo por ella.

𝑇𝑒𝑟𝑐𝑒𝑟 𝑑𝑖́𝑎.

«Sentir sus labios atacando los míos era tan dichoso como estar en el mismísimo cielo, sus manos vagantes por mi cuerpo hacen que me derrita entre sus brazos, le confieso y le declaro mi amor por medio de esta carta, por estos cuatro años que he estado a su lado he aprendido a amarlo y me enamore profundamente de usted y de cada cosa que conforman su persona, mi vida y mi alma son suyas, mi corazón late únicamente por usted y lo hará hasta el fin de mis días.»

𝑆𝑒𝑥𝑡𝑜 𝑑𝑖́𝑎.

Después de tres días de no haber visto a su amado por un viaje de negocios había estado pensando las cosas y estaba aclarando su mente, ese lunes 14 de mayo del 2001 iba a declararle su amor a Armando Mendoza, la última y tercera carta escrita decidió dejarla sobre él escritorio de Armando y huyó después de hacerlo, había puesto su nombre a uno de los costados de la hoja y en un pequeño sobre puso los demás cartas que llevaba escribiendo para él. Llevaba horas esperando y con cada hora que pasaba su cuerpo temblaba, después de haber entregado su carta llevaba un mal presentimiento y un amargo sabor en la boca que no la abandonaba. Su corazón se alteró y cuando vio a su amado entrar a su oficina todo se paralizó.


𝑵𝒐𝒗𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆 𝟐𝟎 𝒅𝒆𝒍 𝟐𝟎𝟎𝟏

Esa tarde de mayo se llevó su alma, su amor e ilusión, la mirada fría de Armando Mendoza le arrebató la poca ilusión que tenía al poder realizar una relación con él, sus palabras cortantes y calculadoras le recordaron a la fuerza que lo suyo solo había sido aventura de semanas y jamás pasaría a más, le dio una disculpa hipócrita y salió de ahí dejándole las cartas arrugadas sobre su escritorio. En su garganta se formó un nudo que no le permitía desahogar su llanto, su cuerpo temblaba sobre esa silla y las lágrimas caían por sus pómulos pálidos después de la escena, se maldijo una y mil veces al enamorarse y entregarse enteramente a ese hombre que ni siquiera la veía como posibilidad de tener algo con ella. Esa misma tarde presentó su carta de renuncia y entre las sábanas de su cama lloraba sin control al haber sido tan estúpida, bebió esa noche sin control y decidió marcharse de la ciudad por unos días, el sábado de esa misma semana pudo ver en la televisión la boda de Armando Mendoza y Beatriz Pinzón, el peso cayó nuevamente sobre su alma, la sensación de haber sido usada no la dejaba y el martirio la atrapaba cada noche que cerraba sus ojos, su vida era un infierno terrenal y cada que trataba en olvidar y renacer de sus cenizas, recaía nuevamente entre la incertidumbre y en el mar imperdible de sus recuerdos que aún lo tenían a él como protagonista.

𝐄𝐧𝐞𝐫𝐨 𝟐 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟎𝟐

Después de ocho meses sin haberlo visto, estaba casi que cara a cara con Armando Mendoza, su corazón dio un vuelco de inmediato y sus labios correspondieron a la sonrisa que le daba Mendoza desde el otro lado de la acera, como si no tuviese control de sí misma camino hasta él, en un abrir y cerrar de sus ojos estaba en los brazos de Armando, pero la expresión de él era angustiosa, las personas los rodeaban y sentía un dolor que al principio era fuerte pero después cesaba, sentía una enorme paz tomarla y llevarse el dolor de su alma le sonrió débilmente a su amado y miró hacia abajo viendo su cuerpo empapado de sangre, su mirada se alteró, pero no podía luchar contra sus párpados que se cerraban sin ella desearlo, trató de hablar pero la sangre bajaba por su boca provocándole una última lágrima por sus pómulos, sus ojos verdosos se oscurecieron intensamente y el último suspiro de su alma salió cuando apoyó su cabeza en el rostro desesperado de Armando que no dejaba de pedir ayuda a su alrededor, finalmente cerró sus ojos y la tranquilidad tomó su cuerpo, la última lágrima rodó y su cuerpo se enfrió confirmando que después del choque de un coche contra su cuerpo había perdido la vida, un dos de enero del 2002 Marcela Valencia, se había ido para siempre en los brazos de su amado.

𝑰𝒓𝒊𝒔𝒅𝒊𝒔𝒄𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora