𝐴𝑟𝑔𝑒𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎

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- Venimos de vacaciones hermano, usted desea olvidar a Alejandra. Pero no entiendo porque se niega a probar las bellezas argentinas que pasean por aquí... Tanto que me insistió en venir y véalo parece que estuviera en un infierno en lugar de un bello paraíso, cambie esa cara hombre y vamos a disfrutar de estas bellezas para que se saque de la cabeza a su mujer venezolana que tantas canas verdes le ha sacado.

- Cállese... Solo que... No sé, ninguna me hace efecto, todas se ven tan iguales y tan simples, pero hay bellezas, sí, pero, no sé, ninguna dará un efecto largo de olvido. O por lo menos así lo siento yo.- Bajo las muecas y objeciones de Mario decidió levantar las manos y dar una vuelta a sus ojos para acomodarse la chaqueta e ir junto a Mario para pasear por el centro de Argentina, la tarde oscura y los vientos refrescantes añadían un presentimiento embriagante a Armando, veía a cada mujer que paseaba por aquel bar caro a los que acostumbraban a pasear él en compañía de Mario. Varias mujeres pasaron, ninguna le atraía, ninguna le llamaba la atención y la locura del presentimiento aquel se agrandó, adueñándose de su pensamiento y del latido de su corazón afligido se pasmaron por unos milisegundos al llegar a la barra y ver a una preciosa mujer, su cabellera brillante, oscuras, sedosa y ojos aceitunados lo atraparon en una sola mirada que ambos se dieron. Recibió el trago y con una sonrisa galante que le ofreció a la mujer que parecía ser menor por unos años fue bien recibida. La vio levantar el vaso de lo que parecía ser un tequila en las rocas, otra de sus bebidas preferidas. El pálpito de su corazón se aceleró cuando ella se levantó y con una sonrisa pintada en sus labios rojizos casi similares al vino tinto lo tomaron del brazo y lo guió hacia la mediana pista de baile donde lo atrapó con el movimiento de sus caderas y sus perfectos movimientos al ritmo suave de la música, sus ojos conectaron y las sonrisas salieron al unísono, ¿en que clase de burbuja estaban?, no lo sabía, pero disfrutaba del aroma de la mujer, los movimientos sensuales que le ofrecía al igual que la sonrisa enloquecedora que no se borraba de su bello rostro. De pronto, lo que inició en un baile terminó en una habitación donde la luz del sol ingresaba por unas pálidas cortinas de seda que se movían con recelo ante el toque del viento, sus ojos se maravillaron al verla a su lado, no era un sueño, menos una alucinación del licor, pues pudo confirmarlo al acariciar su rostro relajado y ver su cuerpo siendo ligeramente cubierto por una sábana blanca que se pasaba entre esas bellas piernas y cubría un seno derecho y se escondía por su espalda. Una diosa, pensó él, la belleza que estaba a su lado dormida profundamente abrió esos ojos esmeralda y lo vieron con una sonrisa luego de desearle los buenos días con ese perfecto acento de su país natal, otra sorpresa era que esa belleza también fuese colombiana, encantado ante la cárcel de sus besos, se sentía preso a ella, la forma en que la acarició y ella lo hizo con él la noche qué pasó lo hicieron sentir y elevarse en una fantasía entera. Era una faceta que él no conocía de sí mismo y jamás supo que tenía, aquella mujer lo hizo olvidar con rapidez su objetivo primordial de sus vacaciones en Argentina. Se sentía único a su lado y todo después de una noche en un bar la cual terminó en su cama, la acarició como si fuese una fantasía creada por su mente, sonrió a la par de ella y la besó, saboreando el dulce néctar de sus labios mientras hundía sus dedos entre la cabellera oscura de su bella acompañante.

- ¿Que diablos me haces con cada beso que me das?

- Envolverte en la cárcel de mis besos, así como tú lo haces conmigo...

Entre risas y besos apresurados que se llenaban de pasión decidieron darle rienda a aquella loca aventura que surgía rápidamente. Los gustos eran similares, los resabios no tanto, pero eran más las cosas similares que tenían a lo que no. La aventura de Argentina trascendió a durar más de lo que ambos esperaban, lo que inició en Argentina se plasmó con el paso de los años en una capilla en un bello pueblo a las afueras de una isla en Italia donde ambos unieron lazos en sagrado matrimonio. Aquella conexión que empezó con una mirada y un baile suave en un bar argentino se concluyó en una pareja feliz que disfrutaban plenamente del otro.

- Te amo, Armando. Nunca creí que aquella aventura fuera a llevarnos a este bello amor que tenemos tú y yo. Te amo y te agradezco lo feliz que me has hecho y aún más con nuestro pequeño retoño.

- Mi vida, tú te convertiste en la luz de mi camino... Gracias por ser aquella luz que me desprendiste de la desgracia, no sabes cuanto te amo... A ti y a nuestra pequeña esencia de vida.

𝑰𝒓𝒊𝒔𝒅𝒊𝒔𝒄𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora