Narrador omnisciente
-Iñaki, ya hemos hablado esto y honestamente no tengo ganas de discutir- expresó la pelirroja- No me quedaré aquí encerrada en este apartamento viendo como Esteban, Lucrecia y toda esa bola de hipócritas le siguen envenenado la cabeza a mis hijos- sentenció.
-Marcia, no quiero que salgas lastimada nuevamente. ¡Ya te ha hecho demasiado daño! ¿No lo entiendes?- el abogado suspiro frustrado y ofuscado. Se tocó el cabello con rapidez y la miro- Perdóname, no quería levantar mi tono de voz, pero tú…
-¡Basta!- sentencio- Lo nuestro no puede y jamás va a ser. Eres mi amigo Iñaki, no puedo verte de otra forma. Y que te quede bien claro que esto es por Lucía y Hugo.
-Y por Esteban.
-Necesito que te vayas y me dejes sola- estiro su mano en dirección a la puerta- cuando entiendas que todo esto es para recuperar lo que me quitaron a la fuerza y no para recuperar el amor de un hombre al que desprecio, podremos charlar nuevamente. Perdóname, pero esta situación sobrepasa todos mis límites. Es una decisión tomada.
-Esta bien, me iré- tomó su maletín y se encamino en dirección a la salida- pero tú también entiende que me importas y que no puedo soltar tu mano aunque se que tu corazón jamás será mio.
El castaño le regaló una sonrisa apagada y se retiró del lugar dejando a la abogada con un sabor amargo en su boca. Si bien la boda era algo que no pensaba modificar en sus planes, sabía que traería muchísimas consecuencias, pero qué más daba, recuperaria a sus hijos siendo su Madrastra.
Tomó su agenda e ingresó a su habitación. Llevaba todo el dia metida en una investigación para dar con Antonio Gil, la persona que había testificado en su contra.
El dolor y la rabia era una de las cosas que la mantuvieron viva, pero también el hecho de reencontrarse con lo más preciado: sus hijos. Aunque siendo sinceros, ese anhelo se había hecho trizas cuando Esteban le confesó la mentira con la que sus criaturas crecieron.
Muerta…
Muerta…
Muerta…
Eso se repetía en bucle una y otra vez en su cabeza, pero todo estalló cuando la fotografía del moreno junto a ella cayó al suelo.
-¿Por qué? ¿Por qué Esteban?- solloso sentada en su cama- Teníamos todo…- levantó el pedazo de papel del suelo para tomarlo con ambas manos- Nos juramos amor eterno en las buenas y en las malas y aquí estoy. Me arrebataste todo y me dejaste vacía por dentro- su mandíbula comenzaba a tensarse- juro por lo que más quiero en este vida que van a pagar tú y cada uno de tus amigos el daño que me causaron a mi y a mis hijos- metió la foto dentro de su pequeño cuaderno y lo lanzó sobre la cama.
-¿Marcia?- escuchó a su amiga desde la sala.
-Alba, estoy en la habitación- levanto un poco su tono de voz mientras secaba sus lágrimas- enseguida voy.
-Aquí te espero tía, muero de hambre- carcajeo la castaña.
Luego de recomponerse un poco, salió de su alcoba en dirección a la cocina, donde se entretuvo un buen rato con la española preparando la cena. Entre risas acomodaron la mesa y llevaron todo lo necesario para deleitarse con el tremendo manjar que habían preparado.
-Óyeme- se limpio los labios- esta pasta te salió exquisita Marcia.
-Tú me ayudaste- se sirvió un poco de vino- ¿Gustas otra copa?- le preguntó.
ESTÁS LEYENDO
Cadenas de amor.
RomanceCadenas... una de las tantas cosas que siempre los iban a mantener unidos.