1. Viaje de Negocios

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Ohm tiene un secreto… algo que se ha guardado en el pecho durante mucho tiempo, algo que entretiene sus pensamientos cada vez que esta a solas, y es que sospecha que su esposo lo engaña.


Parecía casi ridículo, luego de pasar 5 hermosos años junto a Kao, en los que todo marchaba entre nubes, que aquella duda no le dejara ni a sol ni a sombra. Pero jamás se había, materializado, hasta ahora.


Tumbado en la cama, repasaba los sucesos de la última semana.


Como, el conocer a su esposo, se había convertido en su arma y en su maldición a la vez.


Como todos los sucesos que antes creía haber imaginado ahora empezaban a hilarse uno a uno, y como la desesperanza le había impedido dormir poco más de unas cuantas horas.


Sentía decepción, confusión, miedo, pero sobre todas las cosas, sentía asco. Asco por las cosas que hacía a sus espaldas, asco por el tiempo que había venerado a ese hombre.


Jamás había pensado en serle infiel. El cariño y el respeto que sentía hacia el era infinito. Le servía en todas las formas que podía, y creía que eran felices. Lo creía con todas sus fuerzas.


Pero estaba claro que solo se había engañado a sí mismo. No eran felices, porque los esposos felices no engañaban a sus parejas.

Le escuchaba en la ducha, tarareando como cualquier otra mañana. Probablemente esperando tener un desayuno servido en la mesa para cuando terminara de vestirse, y cualquier otro día eso sería cierto, pero no hoy.

Se envolvió en la manta y trató de no pensar en lo que haría. No quería verse a sí mismo tocando la puerta de su viejo apartamento, atravesando la ciudad en su auto para confirmar sus temores.


-Amor.- su voz se escuchaba jovial. No se había percatado que el correr del agua había cesado. -todavía en cama, cariño.


Sintió como la mano de su esposo le acariciaba el rostro y reprimió las lágrimas como pudo. ¿Le tocaba a él de la misma forma? ¿Con el mismo cariño? ¿La misma calidez?


-me siento un poco mal,- mintió con voz quejumbrosa. -creo que me dará gripa.


Kao dio dos pasos hacia atrás casi de inmediato.


-demonios Ohm, ¿estás seguro?- musitó con enfado. -¿por qué no lo dijiste anoche? Hubiese dormido en la otra habitación.


-Amanecí así,- refutó Ohm, tratando de sonar al menos ligeramente congestionado. -creo que puede ser el aire acondicionado.


Kao camino hacia el walk-in closet y se dispuso a vestirse. Aún quejándose en voz baja de su mala suerte y lo desconsiderado del hombre acostado en la cama.


Ohm se sintió a salvo, y respiro seguro durante todo aquel tiempo, agradeciendo que no tendría que disimular lo mucho que le quemaba por dentro tener que besarle o recibir sus caricias luego de que la sospecha empezara a crecer.


Una vez hubo terminado, se quedó quieto, al pie de la cama, con su abrigo en una mano y la maleta en la otra.


-volveré en dos semanas,- le recordó, -tienes la información de mi hotel en el caso de que no puedas localizarme al celular.


-lo sé.- musitó Ohm con desgana.


-Recuerda que llegaré el 3, pero no tienes que recogerme en el aeropuerto.


-Lo sé,- repitió esta vez genuinamente fastidiado. -¿Coo vendrá por ti? o me quedaré sin auto estas tres semanas.


-no es mi culpa que arruinaras la transmisión de tu auto, Ohm.- se quejó su esposo en voz alta. -pero si, Coo vendrá por mi, las llaves de la camioneta están sobre el mostrador de la cocina.


Su teléfono empezó a sonar, marcando el final de su conversación. Su asistente debía estar abajo.


-Debo irme,- continuó Kao. Dio dos pasos hacia la puerta y se detuvo. -no me gusta pelear, pero tampoco tolerare tu actitud.


-yo también te amo,- gruñó Ohm con sarcasmo, haciendo que Kao se marchase por fin musitando por lo bajo.


No eran felices, no podían ser felices, no ahora que la verdad se asomaba.


Se quedó en cama durante algún tiempo, para estar seguro de que  su esposo no volvería y alcanzó su celular para llamar a su mejor amigo.


El timbre sonó dos veces antes de que la voz de Mix apareciera del otro lado de la línea.


-¿sabes que hora es? Pendejo.- se quejó en su oído.


-Las 7:30 a.m.- aceptó Ohm, divertido.


-Espero que estés en prisión o en el hospital, porque sino te juro que


-se fue.- susurró, acallando las quejas de Mix. -iré… hoy…


-estoy despierto.- le aseguró, y podía escuchar como se estiraba en la cama. -y quiero al menos dos de los panecillos con crema que venden en la pastelería que esta a dos cuadras de tu casa.


-estaré ahí en media hora.- confirmó Ohm antes de colgar.


Se sentó sobre la cama y la realidad lo golpeó de inmediato. Iría a su antiguo edificio, para ver si su esposo le engañaba.


Corrió al baño y vacío su estómago. Esto no podía estar pasando, no a él. Cinco años tirados a la basura.


¿Qué haría cuando viera a esa persona? ¿Le reconocería? ¿su cinismo era tan grande que se había metido con su esposo sabiendo que estaba casado?


Y ¿Qué pasaría si no lo estaba engañando? Si todo esto era una triste coincidencia, ¿Cómo miraría a Kao a la cara? ¿Sería capaz de aceptar que desconfiaba de él?


Se sentó en las baldosas frías del baño y rompió en llanto. Esto era un desastre, como se permitió llegar hasta aquí, ¿que estaba haciendo mal?


Escuchó su teléfono sonar en la otra habitación y se arrastró para llegar a él.


-¿hola?


-si ya terminó tu crisis nerviosa,- era Mix otra vez, este le conocía muy bien. -por favor, mete tu trasero en la ducha y camina hacia la panadería.


Cerró la llamada sin contestarle y caminó de vuelta al baño para hacer lo que su amigo le había indicado.


Luego de una ducha y una visita rápida a la dichosa panadería, ya se encontraba en el complejo de apartamentos.


Presionó el botón del piso 9 en el elevador, y esperó pacientemente a que las puertas se cerraran, pero una mata de cabello castaño corriendo a toda velocidad, llamó su atención.


-¡Espera, por favor!- chilló a un par de metros, por lo que Ohm detuvo las puertas.


El muchacho era al menos una cabeza más bajo que él, pero tenía una sonrisa que calentó algo en su pecho. Iluminaba por completo su rostro.


Era delgado, apenas besado por el sol, y una enorme necesidad por acariciar su cabello surgió para él.


El muchacho vio el piso que Ohm había seleccionado y le agradeció con la misma sonrisa con la que había entrado.


¿Quién era? El conocía a todos en el piso 9, vivió ahí mucho tiempo antes de casarse.


-soy Fluke,- murmuró el muchacho, radiante.


-Ohm,- musitó él en respuesta.


-¿vives en el edificio? Yo acabo de mudarme.- continuó, por lo general detestaba a las personas como él, intentando forzarlo en una conversación, pero el solo negó con la cabeza. -¿conoces a alguien que pueda poner una lámpara? no tengo ni idea como hacerlo.


Ohm notó la caja en sus brazos, donde se encontraba la lámpara desarmada, pero no dijo nada.


Fluke torció el gesto con algo de tristeza al no recibir una respuesta y al ver su semblante Ohm se sintió culpable.


-vengo a ver a un amigo,- musitó sin ganas, -pero si no tienes prisa, puedo hacerlo por ti.

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