Capítulo 2: Débil e indefenso

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El frío calaba hasta los huesos de Kakashi, quien odiaba los hospitales. Apenas podía procesar el hecho de que las personas más queridas para él se habían ido en un parpadeo. Además, ellos confiaban en él, alguien que no era el más cariñoso de todos sus compañeros. Utilizaba los métodos más duros para preparar a los demás, dejando de lado los pesares que podían caer sobre los hombros ajenos, sin ver más allá las consecuencias de sus acciones. Era a él a quien todos apartaban por el miedo a morir, después de todo, esa era su suerte. O la que creyó tener.

Minato fue el primero en confiar en él, ofreciéndole una oportunidad de caminar a su lado, de no avergonzarse por su desconocimiento en las emociones, incluso salvándolo de caer más profundo. Kushina fue paciente, esperando a que el contacto físico no le fuera molesto. Fueron ellos los únicos en esperarlo a él, en verlo más allá de su fachada distante.

Y ahora había perdido a uno, mientras que los otros dos luchaban por sus vidas. Apretó sus manos, sin importarle que los restos del cristal en su palma le provocaran cortes profundos, eso era lo más real que podía sentir, más no tan doloroso como las punzadas en su corazón. Kakashi frunció el ceño y se maldijo en balbuceos.

Todo lo que conocía de ellos era el frío de una despedida, las palabras de aliento que el personal trataba de dar, como si las cosas fueran a mejorar, cuando la verdad era más fácil de decir, por más dolorosa y realista que fuese. De eso estaba seguro Kakashi, el ambiente en aquel hospital no solo lo envolvía calando entre sus huesos, sino que también lo ahogaba con la poca información que podrían darle sobre la persona que él consideraba su único padre.

A eso le seguía la investigación interna que estaban iniciando dentro del departamento policial, eso también incluía a la agencia extranjera, tres días después de haber visitado las oficinas. El peso de la incertidumbre caía sobre sus hombros como una losa.

—Alguien ha estado entregando nuestra información a la banda. Kakashi, debes vigilar a Naruto. Hablé con la familia Hyuga y las enfermeras que entran y salen están siendo registradas. —Hiruzen, dejó caer los documentos sobre el escritorio y lo observó fijamente, su mirada cansada pero decidida—. Eres el único a quien puedo confiarle su vida.

—Lo sé —respondió Kakashi con un asentimiento, su voz ronca por la tensión contenida.

Sin embargo, estaba lejos de toda la acción que ocurría, y lo único que sostenía entre sus manos era una extraña bata azul con adornos de tigres. Eso incluía la extraña sonrisa que sostenía la mujer frente a él. No podía determinar si ella se estaba burlando de él o solo disfrutaba de su sufrimiento al abandonar su adorada camiseta oscura.

—El doctor estará aquí en cinco minutos, por lo que debe cambiarse. ¿Sabe lo que hará? ¿Verdad? —Kakashi asintió lentamente, mientras en su mente el 'no' era dado como respuesta. Solo sabía que debía estar presente. Ni siquiera sabía cómo dar cariño, ¿cómo dárselo a alguien más? ¿A ese pequeño ser que lo necesitaba desesperadamente? Un nudo se formó en su garganta ante la perspectiva—. Bien, el baño está allí. Volveré pronto, y ¿joven? Tranquilo, todo estará bien.

Ella solo sonrió en su dirección, dándole un poco de privacidad. Cuando supo que los botones de la bata no serían tan problemáticos, la enfermera regresó a su lado sonriente. Comenzaba a resultar molesta con tanta alegría.

—Está listo, acompáñeme y siéntese aquí —señaló un acolchonado sillón, mientras que la mujer, cuyo gafete en lo alto de su bolsillo decía Hatori, traía consigo a Naruto de la cuna—. Bien, suelte los tres primeros botones.

Kakashi lo hizo sin protestar, y con un leve empujón en su hombro, Hatori hizo que se recostara por completo en el asiento.

—¿Y ahora?

Tú y yo, contra el mundo 「au」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora