Capitulo 4: Azules e inocentes ojos

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Los minutos transcurrieron en un silencio cargado de esperanza, mientras Kakashi observaba con reverencia el leve subir y bajar del pecho de Minato, con el pequeño Naruto descansando sobre él. Cada pequeño movimiento, cada leve cambio en las lecturas de las máquinas, era como un bálsamo para el alma atormentada de Kakashi.

Sin embargo, algo no se sentía del todo bien. Kakashi podía sentir la mirada fija de la enfermera sobre él, sus ojos escrutadores ocultando algún secreto que no lograba descifrar. Trató de no moverse demasiado, temiendo perturbar el sueño de Naruto y romper la frágil conexión que parecía haberse establecido entre padre e hijo.

Finalmente, incapaz de soportar la tensión por más tiempo, Kakashi alzó la mirada hacia la enfermera—. ¿Ocurre algo? —preguntó en voz baja, su tono cauteloso.

La mujer parpadeó, como si hubiera sido atrapada con la guardia baja—. No, no es nada —respondió rápidamente, sacudiendo la cabeza. Pero sus ojos traicionaron sus palabras, alternando entre Naruto y Kakashi con una expresión indescifrable.

Kakashi frunció el ceño, su instinto ninja poniéndose en alerta. Algo no estaba bien, pero antes de que pudiera presionar más, la enfermera habló de nuevo.

—Debes ser fuerte —dijo en voz baja, acercándose a la cama. Kakashi contuvo el aliento cuando ella se inclinó y tomó a Naruto con cuidado, apartándolo del pecho de Minato y devolviéndolo a la incubadora portátil.

Un frío repentino se apoderó de Kakashi, un presentimiento oscuro asentándose en la boca de su estómago. ¿Qué había querido decir la enfermera con esas palabras? ¿Acaso algo había salido mal durante el método canguro?

Antes de que pudiera formular las preguntas en voz alta, la enfermera se alejó rápidamente, dejando a Kakashi sumido en un mar de dudas y temores. Con movimientos torpes, se puso de pie y se acercó a Minato, tomando su mano inerte entre las suyas.

—Sensei —susurró—. Naruto te necesita, yo te necesito. No puedo hacer esto solo.

Más tarde, de regreso en su pequeño departamento, Kakashi se derrumbó en el sofá, agotado tanto física como emocionalmente. Los eventos del día lo habían dejado sin fuerzas, pero también con una chispa de esperanza que ardía en su interior.

Un golpe en la puerta lo sobresaltó, haciéndolo saltar en su asiento. Frunció el ceño, preguntándose quién podría ser a esa hora. Cuando abrió la puerta, se encontró con la figura imponente de Gai, su mejor amigo y rival eterno.

—¡Kakashi! —exclamó Gai, su voz resonando en el pequeño espacio—. ¡No puedes seguir así, necesitas comer algo!

Antes de que Kakashi pudiera responder, Gai lo tomó por los hombros y lo examinó de arriba abajo, su expresión una mezcla de preocupación y determinación.

—Mírate estas más flaco que un palo —dijo Gai, pellizcando los costados de Kakashi para enfatizar su punto—. ¡No puedes seguir descuidándote de esta manera!

A pesar de todo, Kakashi no pudo evitar soltar una risa genuina, la primera en mucho tiempo. La exuberancia de Gai, su preocupación desmedida, era reconfortante en su propia manera extraña.

—Está bien, Gai —respondió Kakashi, sacudiendo la cabeza con una sonrisa cansada—. Tienes razón, necesito cuidarme mejor.

Gai asintió con aprobación y entró en el departamento, dirigiéndose directamente a la cocina. Kakashi lo siguió, observando con una mezcla de diversión y resignación mientras su amigo revolvía los armarios en busca de ingredientes.

Mientras Gai cocinaba, Kakashi se sentó en la pequeña mesa de la cocina, observando los movimientos enérgicos de su amigo. De repente, recordó algo y se aclaró la garganta.

Tú y yo, contra el mundo 「au」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora