Capítulo 5: El peligro que nos rodea

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—¡Felicidades, mi estimado amigo! —gritó Gai, en la entrada del hospital, sosteniendo una pancarta entre sus manos. Kakashi solo quiso pasar de ellos, pero estos siguieron sus pasos. Había logrado salir de su hospitalización, prometiendo cuidarse. Estarían monitoreando su salud antes de entrar a ver a Naruto. De esa manera se aseguraban de que no fuera a caer en un estado de shock como antes.

—Serás padre, Kakashi.

—No, solo seré su cuidador —corrigió el enmascarado, dejando escapar un largo bostezo—. Odio estos lugares.

—Eso es ser padre, así debes conocer todo sobre uno —siguió Asuma, dándole la razón a su novia, quien solo asintió a lo escuchado. Kakashi solo quiere dormir.

Kakashi negó con la cabeza, demasiado agotado para discutir. —Es el hijo de Minato y Kushina, por lo que no es mío. Seré... su hermano mayor.

—Hermano o padre, no te abrumes, Hatake —dijo Kurenai, pero Kakashi la ignoró, sumido en sus propios pensamientos.

A regañadientes, acompañó a sus amigos al centro comercial, donde insistieron en comprar regalos para "sus sobrinos". Kakashi no tenía ánimos para eso, pero les siguió la corriente, demasiado cansado para discutir.

Mientras caminaba junto a Kurenai, su mirada perezosa recorrió el área infantil del centro comercial. Baberos, overoles, mediecitas y zapatitos diminutos llamaron su atención. Tomó un par de zapatillas en su mano, sorprendido por lo pequeñas que eran, apenas cubriendo sus dedos.

Un suspiro escapó de sus labios mientras dejaba las zapatillas de vuelta en su lugar, observándolas con duda. Las quería, pero no sabía si le quedarían a Naruto. Salió del pasillo, encontrándose con un enterizo en forma de gatito, y el dolor regresó con fuerza renovada.

Kakashi sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago, el aire abandonando sus pulmones. Recordó a Kushina, su sonrisa brillante y su entusiasmo por comprar cosas para el bebé que nunca llegó a conocer. Las lágrimas amenazaron con brotar de sus ojos, pero las contuvo con fiereza, negándose a derrumbarse en público.

—Creo que es suficiente por hoy —murmuró, girándose hacia la salida del centro comercial.

Sus amigos protestaron, pero Kakashi los ignoró, apresurando el paso hacia la calle. Necesitaba aire fresco, necesitaba estar solo con sus pensamientos. El camino de regreso a su apartamento se convirtió en una bruma borrosa, su mente sumida en recuerdos dolorosos y emociones abrumadoras.

Cuando finalmente llegó a su hogar, Kakashi se derrumbó en el suelo del recibidor, las lágrimas fluyendo libremente por sus mejillas. El dolor, la tristeza, la ira, todo se desbordó en un torrente imparable.

Con un grito desgarrador, comenzó a lanzar todo lo que tenía a su alcance, destrozando su apartamento en un arrebato de furia ciega. Los platos volaron por los aires, los muebles fueron volcados, y los libros salieron disparados de las estanterías.

—¡Maldita sea! —gritó Kakashi, su voz ronca por las lágrimas—. ¡No es justo! ¡No es justo!

Sabía que debía ser fuerte, que debía mantenerse firme por el bien de Naruto, pero en ese momento, todo era demasiado. La pérdida de Minato y Kushina, la responsabilidad abrumadora de cuidar al bebé, el futuro incierto que se extendía ante él... todo se había acumulado hasta un punto de quiebre.

Kakashi cayó de rodillas, jadeando por el esfuerzo, su apartamento convertido en un campo de ruinas. Las lágrimas no dejaban de brotar, empapando su máscara y nublando su visión. El dolor era tan intenso, tan abrumador, que amenazaba con consumirlo por completo.

Tú y yo, contra el mundo 「au」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora