A finales de 1690, la guerra de los Nueve Años, recién acabada, aún estaba presente en el corazón del pueblo inglés, que continuaba sufriendo sus consecuencias. En Londres, en cambio, se empezaba a notar una ligera mejoría debido a las inversiones de los altos cargos del país. Prueba de ello era la explotación del puerto del río Támesis, donde cada vez desembarcaban más comerciantes con mercaderías de diferentes países, que no tardaban en llegar a manos del mejor postor.
Cuando los capitanes atracaban sus barcos, multitud de jóvenes esperaban a que desembarcaran los extranjeros. La mayoría eran huérfanos que intentaban captar la atención de los comerciantes para enseñarles la ciudad a cambio de algo de dinero para comprar comida. Pocos eran los que tenían éxito y podían contar dos días seguidos sin pasar hambre. No era esta su única forma de ganarse la vida: a veces no les quedaba más remedio que robar. Las calles de Londres estaban repletas de niños que habían perdido varios dedos de sus manos porque a los ladrones se los castigaba con la amputación de alguna falange.
Entre todos aquellos muchachos que abarrotaban el muelle aquel día, se encontraba Half (Medio). Así era como lo llamaban los demás huérfanos, aunque ellos carecían de nombres propios, bien porque nunca los habían tenido, bien porque ya no los recordaban. De pequeño, Half había sido tímido: se le trababa la lengua cuando quería decir algo y no conseguía acabar una frase entera. Eso había provocado muchas burlas; pero, con el paso de los años, el joven había aprendido que bastaba con hablar lo justo para que lo entendieran. Ese día, Half tuvo la fortuna de ser el elegido por un comerciante al que le apetecía conocer la ciudad. Él se sabía perfectamente las calles, al igual que todos los rincones oscuros, donde a menudo pasaba las noches. Sin embargo, aquella mañana, su trabajo le costó más de lo habitual. Aquel extranjero paraba en la mayoría de las tabernas para celebrar su llegada y se hartaba de comer y beber. Mientras, el joven se veía obligado a esperar fuera a que este, una vez quedara satisfecho, se decidiese a visitar cualquier otro lugar. Cuando acabó su labor de guía, el extranjero lo recompensó con bastante menos de lo que le solían pagar, pero le alcanzó para comprarse una torta de harina.
Cerca del puerto había una fábrica abandonada, que se llenaba de huérfanos que se hacían un hueco para dormir. Half había pasado muchas noches en aquella fábrica, pero como cada vez había más niños desamparados, había cedido su puesto y solo se acercaba por allí durante el día, sobre todo cuando podía compartir su comida con los más pequeños. Le encantaba sentarse en el tejado y contemplar cómo nuevos barcos atracaban en el puerto, mientras él se comía lo que había ganado honradamente.
Sin darse cuenta, la noche se le adelantó y no tuvo tiempo de buscar un sitio en el que descansar, así que se quedó dormido sobre el mismo tejado. Todavía no había salido el sol cuando oyó los gritos de los niños. Provenían del interior de la fábrica. Lo que estaba ocurriendo en ese momento le iba a cambiar la vida por completo.
La noche anterior, un barco había atracado de manera clandestina en el puerto del río Támesis. Durante ese año, muchos comerciantes estaban aumentando sus ganancias al introducir ilegalmente en el país objetos de lejanas tierras. El llamado comercio triangular traficaba con esclavos para obtener materia prima; la vida humana no importaba más que los bienes que producía. Así pues, aquel barco era uno de tantos que llegaban en mitad de la noche, cuando las luces estaban apagadas. En la ciudad de Londres, el único testigo era el silencio de los niños huérfanos que buscaban un refugio donde dormir, con la esperanza de que el día que se acercaba trajera consigo algo con lo que alimentar sus cuerpos desnutridos.
En su interior, el barco tenía cargamento de distinto valor. Había paquetes de algodón apretados entre sí, tan pesados que se necesitaban al menos dos hombres para moverlos. Otros contenían azúcar, ron, tabaco, plata e, incluso, oro. Sin embargo, lo que llamaba la atención no era ninguna de estas mercancías, sino una jaula que había justo encima de las cajas de oro. Detrás de las rejas, asustado y debilitado por el largo viaje sin agua ni comida, se encontraba un loro de color verde, con una mancha azul en la frente. Su antiguo dueño también lo había sido del oro y la plata del barco. Se trataba de Luis Sanati. Su casa, cerca del Puerto de Santos de Brasil, era tan grande como su fortuna. Sanati había logrado gran popularidad por ayudar a los desfavorecidos, pero lo que siempre lo había caracterizado era que aquel loro no se despegara de su hombro caído. Muchas veces parecía que el señor Sanati cuidaba más de aquel animal que de su propia persona. Era su posesión más preciada, más que el oro que tanto ansía el ser humano. Pero eso no impidió que se lo arrebataran cuando, poco antes de que el barco zarpara rumbo a Londres, varios saqueadores irrumpieron en su hogar a altas horas de la madrugada y acabaron con su vida de manera violenta.
ESTÁS LEYENDO
Half
AdventureNota: El primer libro ya esta completado y en el Capítulo 15 os dejo un avance de la segunda parte sin editar. Sinopsis: Es la historia de un húerfano llamado Half. El chico se gana la vida haciendo de guía turístico a los viajeros que desembarcan...