CAPÍTULO 7 LA SANGRE NO MIENTE

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Cuando el último de los tripulantes puso el pie en la cubierta del Adventure Galley, Hendrick dio orden de levar anclas, rumbo a Brasil. El capitán Kidd no perdía la esperanza de cruzarse con Culliford, aunque sabía que era difícil: les quedaban siete semanas de viaje. Su barco era el más mortífero, pero no el más rápido. Y la travesía todavía se alargaría dos semanas más, pues tuvieron que desviarse varias veces para descubrir el origen de algunos barcos. Finalmente, ninguno fue ni francés ni pirata.

Mientras, la vida en el interior del barco seguía su curso. Una mañana, cuando el carnicero se disponía a salir de su camarote, Half le bloqueó el paso y, sin decir nada, le dio un fuerte abrazo. El carnicero ni se inmutó, solamente permaneció quieto hasta que Half dejó de abrazarlo, y prosiguió su camino. Aunque se le escapó una sonrisa, el joven no pudo verla.

Cuando llegó el primer jueves del mes, Half y Jim subieron a la cubierta principal. Allí se reunieron con los hermanos Gardner. Oli les contó cómo había sido su semana en tierra junto a Hendrick y Ewan, la suya con Moore.

Hendrick y muchos otros tripulantes se habían hospedado en una posada de la isla. Oli lo acompañaba a todas partes, y Hendrick incluso le compró una vestimenta nueva. Visitaron cada una de las tabernas y el joven degustó los mejores manjares. También le enseñó a utilizar una espada y cómo enfrentarse a las adversidades. Ewan no corrió la misma suerte. Moore solo le encargaba aquellas tareas que a él no le gustaba hacer. Lo trataba como a su criado y le hacía sentir insignificante. Cuando paraba en alguna de las tabernas, Ewan tenía que esperar fuera. A menudo salía borracho, y al joven Gardner le tocaba cargar con él hasta la posada. Habían sido siete días horribles. Nada de lo que contó sorprendió a Half, que escuchaba sin aguantarse la risa y hasta se le saltaba alguna lágrima.

Esa noche, los hermanos Gardner y Half probaron por primera vez el ron, tras la insistencia de Jim. Al amanecer, los cuatro tenían fuertes dolores de cabeza y apenas recordaban lo ocurrido. En ese estado llegaron a la cocina. Bread no tardó en darse cuenta de que ninguno de sus ayudantes estaba en condiciones de trabajar, pero prefirió no decirles nada. Entendía que de vez en cuando necesitaran una noche así. Lo único que le molestaba era que Jim se reía más de lo habitual. Al acabar de hacer la comida, Bread les dio permiso para que se fueran a descansar. Half no dudó ni un segundo, pero Jim decía que se encontraba bien.

Half tan solo llevaba unos minutos tendido en el suelo, intentando dormir, cuando Jim entró en el camarote gritando:

-¡Half! ¡Vamos, corre! ¡Levanta!

-Pero ¿qué...? ¿Qué ocurre, Jim?

-¡Se lo han llevado! ¡Se han llevado a Bread a la cubierta principal! Moore quiere darle una lección.

Ambos corrieron hacia allí. Estaban todos presentes, incluidos el capitán y Hendrick. Pegado al candelero, Moore no paraba de gritarle a Bread, que mantenía la cabeza agachada.

-¡Miradlo! Este hombre es el que toca nuestra comida. ¡Él es el encargado de que la tripulación esté bien alimentada! ¡De él depende que enfermemos o no! Y hoy me he encontrado una cola de rata dentro de mi sopa. ¡Sé que somos ciento cincuenta marineros y no puedo exigir demasiado! -gritó justo antes de mirar a Bread a los ojos-. Pero ¿una cola de rata? ¡Eso es inaceptable! ¡Y tú eres el culpable, bola de grasa! ¡Debes preocuparte de que mi comida esté en perfectas condiciones! -Y se abalanzó sobre él. De un manotazo le arrancó el collar y lo tiró al mar.

-¡Nooo! -gritó Bread. Al apoyarse en el candelero, vio cómo su collar se hundía en el frío mar-. ¡Qué has hecho! Era lo único que me quedaba -musitó, sin parar de llorar.

HalfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora