CAPÍTULO 9 SIN MIEDO

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Dos días más tarde, el primer jueves del mes llegó de nuevo al Adventure Galley. Cuando Half subió a la cubierta principal, la fiesta ya había empezado. Al ver a Hyde bebiendo junto con otros marineros, se dirigió directamente a él.

-¡Vamos a jugar!

-¿Qué pasa, chico? ¿Dos castigos en la jaula oscura no han sido suficientes para ti? -preguntó Hyde con aire relajado.

-¡Yo no temo la jaula oscura, pero no sé si usted puede decir lo mismo!

Los que oyeron la conversación se acercaron y llamaron a los demás.

-¡Cuidado con lo que dices, chico! Cualquiera cumpliría condena en la jaula oscura en las mismas condiciones que tú -susurró Hyde para que el resto no lo oyera-. ¿Quieres jugar? Pues juguemos, entonces. ¡Toma asiento!

Mientras Half se sentaba, Jim le pidió que no lo hiciera, pero lo único que consiguió fue quedarse con Pequeño Pirata.

-Bueno, Half, tú has elegido jugar conmigo, así que yo decidiré lo que nos vamos a jugar.

-¡Adelante, señor Hyde!

-Ahora, como ya entras en el reparto de los botines, apuesto mi próxima parte por tus próximas seis. Creo que es una oferta justa, teniendo en cuenta que a mí me toca mucho más que a ti -dijo Hyde, guiñándole el ojo.

-Estoy de acuerdo. Empiece.

-Muy bien, chico, muy bien.

Hyde lanzó el dado y Half lo atrapó. Al levantar la mano, dejó un dos al descubierto.

-Parece que estás de suerte, chico. ¡Veamos si es verdad! -dijo Hyde.

Half cogió el dado y tiró tan decidido como había llegado a la cubierta principal. Hyde lo dejó rodar antes de taparlo con su mano izquierda. Ambos dirigieron su mirada hacia el suelo. Cuando se volvieron a mirar, Half se adelantó a Hyde:

-¡Pido cambiar la apuesta, señor Hyde!

Hyde alzó la vista. Todo el mundo esperaba un sí por su parte y no podía defraudarlos.

-¡Soy todo oídos, chico!

-Apuesto mi loro, más mis próximos diez años de botín. Pido su parte de los próximos cinco años y ese sombrero que lleva puesto. Me gusta más que el mío, es más grande.

-Bueno, en ese caso, chico...

-¡No he terminado todavía, señor Hyde! -dijo el joven, alzando la voz-. Como los aquí presentes saben, no hay mayor ventaja que la que tengo yo ahora mismo... ¡Pido también cambiarla!

Nadie entendía lo que estaba pasando, pero Hyde sí. Prueba de ello era que se le había borrado la sonrisa y empezaba a sudar.

-¿Qué quieres decir, chico?

-Digo, señor Hyde, que me lo juego todo a un solo número: ¡el uno!

-¡Half!, ¿qué estás haciendo? ¡No lo hagas, por favor! -suplicaba Jim.

-Chico, lo que dices no tiene sentido -dijo Hyde.

-Claro que lo tiene. Le estoy dando la mayor ventaja. Cualquier hombre en su sano juicio aceptaría mi oferta. Prácticamente le estoy regalando mi loro y mis diez años de botines. ¡Y, por lo que veo, duda! Entendería que lo hiciese si supiera qué número se esconde debajo de su mano.

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